Jue 09.04.2009
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CINE › EL ASALTANTE, óPERA PRIMA DE PABLO FENDRIK, CON ARTURO GOETZ

Un chorro elegante

Filmada en tiempo real y con una virtuosa cámara en mano, el debut de Fendrik podría tomarse por un hermano menor de la serie 24, pero con un tema policial jugado en unas pocas cuadras a la redonda.

› Por Horacio Bernades

Si la función esencial de una sala de arte y ensayo es hacer visibles películas de calidad a las que complejos dedicados al cine comercial les dan la espalda, con la recuperación de El asaltante, el complejo Arte Cinema (que hoy se inaugura) se muestra a la altura del compromiso. Premiada en el Bafici 2007, presentada dos meses después en la prestigiosa Semana de la Crítica de Cannes, era todo un síntoma del estado de la exhibición en la Argentina que esta ópera prima de Pablo Fendrik (cuya segunda película, La sangre brota, se estrena en semanas más) no hubiera llegado a salas de estreno. ¿Por qué razón? ¿Es acaso El asaltante una película para pocos? ¿Demasiado hermética, ardua, exquisita? ¡Qué va! Filmada en tiempo real y con cámara en mano, la ópera prima de Fendrik podría tomarse por una hermana menor de la serie 24. En lugar de ataques de adrenalina, bastante nervio. En vez del mundo en peligro, una noticia policial que se desarrolla en unas pocas cuadras a la redonda. A cambio de un servis torturador, un chorro porteño de guante blanco.

Tan de guante blanco que lo encarna Arturo Goetz, “señor” por excelencia del cine argentino, especializado hasta ahora en papeles de médico (La niña santa), abogado (Derecho de familia) o neurólogo (El nido vacío). De tweed y corbata y con el trato de un gentleman, también aquí el hombre ejerce una de las profesiones más respetables en cualquier sociedad. Pero no corresponde develar ese dato, carta clave que el film se guarda para el remate. Hasta ese momento, lo que el espectador sabe es que el hombre –que en sus correrías se hace llamar Alberto Williams o Carlos Schultz– se especializa en desvalijar colegios privados, armado de un práctico bolsito de mano y automática con silenciador. Teniendo seguramente como referencia el cine de los hermanos Dardenne, la película entera no consiste en otra cosa que en seguir al protagonista a donde vaya, en su pequeño raid y mediante largos planos-secuencia. Ninguno de los cuales aparece como muestra de exhibicionismo virtuosista.

En ese seguimiento cámara en mano, Fendrik cuenta con la firme muñeca de Cobi Migliora, extraordinario director de fotografía de Mundo Grúa, La libertad y Los muertos, quien reconfirma aquí que, si alguna virtud distintiva posee, es la de pegarse a un personaje, sin perderle pisada y sin permitirse el menor manierismo. En un HD digital de impecable definición, y aprovechando la fuerte luz natural de primavera/verano, no hay en El asaltante abuso, sino simple uso de la cámara en mano. Si se mueve o aquieta, es siempre en función narrativa. De la misma generación que Lisandro Alonso, Albertina Carri y Rodrigo Moreno, Fendrik (Buenos Aires, 1973) no da marco ni justificación a las acciones del protagonista: sólo se dedica a seguirlo, durante poco más de una hora (67 minutos, para ser exactos). Hay dos ingresos a colegios, una mano quemada por una camarera torpe o asustada (Bárbara Lombardo, característicamente trompuda), algún llamado telefónico, un par de visitas a una farmacia, muchos traslados callejeros, una sorpresa vinculada con el arma, otra sorpresa final, y eso es todo.

Riguroso, Fendrik evita flash-backs, diálogos explicativos o cualquier otro manotazo de ahogado, de los que realizadores menos consecuentes suelen echar mano. Queda en el espectador ver en Wi-lliams/Schultz un venido a menos del posmenemismo, un vengador de la escuela pública o un simple caso curioso, al margen de toda generalización. Sustentada en un dispositivo de puesta en escena cerrado y autosuficiente, El asaltante es la clase de película que corre el riesgo de pasar por mero ejercicio. Así sería si se agotara en el estilo, si ése fuera todo su horizonte. No es el caso: el estilo está aquí al servicio de la narración, hay una historia y un personaje que la encarna. Que esa narración, historia y personaje estén reducidos al hueso no es cuestión de manierismo, sino de minimalismo. Podría verse a Fendrik, en verdad, como primo inquieto del Lisandro Alonso de Liverpool. Al menos en El asaltante, porque La sangre brota es otra cosa, tal vez más vecina de la Albertina Carri de La rabia que de cualquier película de Alonso. Pero de eso habrá que hablar no ahora, sino en un par de semanas más.

8-EL ASALTANTE

(Argentina, 2007)

Dirección y guión: Pablo Fendrik.

Fotografía: Cobi Migliora.

Edición: Leandro Aste.

Intérpretes: Arturo Goetz, Bárbara Lombardo, Maya Lesca, Guillermo Arengo y Germán de Silva.

Estreno de hoy exclusivamente en el cine Arte Cinema (Salta 1620).

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