CINE › LA TETA ASUSTADA, DE CLAUDIA LLOSA, OSO DE ORO EN EL úLTIMO FESTIVAL DE BERLíN
› Por Horacio Bernades
¿Es La teta asustada una fábula, cargada de símbolos, sobre la maduración de una doncella? ¿Una vuelta de tuerca sobre las relaciones entre mito y realidad, entre tradición y contemporaneidad, entre cultura andina y ambiente urbano? ¿Un film político sobre el postsenderismo, una sátira de ritos populares, un grotesco de humor negro, una actualización de la lucha de clases en el Perú actual, una variante femenina del mito de Fausto? Aunque parezcan excluyentes entre sí (y tal vez lo sean), La teta asustada es, o quiere ser, todas esas películas a la vez. Ganadora del premio mayor en la última edición de Berlín, la segunda película de la realizadora peruana Claudia Llosa es una de esas producciones, muy típicas de estos tiempos (ver El niño pez), a las que por su enfoque, tratamiento y punto de vista –de carácter aglutinante, variable e inestable– podría calificarse de gelatinosas.
Con muchos puntos de contacto con Madeinusa, ópera prima de Llosa que ya había andado por festivales (aquí se la vio en Mar del Plata), la historia es la de Fausta (Magaly Solier, también protagonista de aquélla), muchacha aldeana que estaba en el vientre de su madre cuando, en tiempos de senderismo, el padre fue mutilado y asesinado y aquélla, violada (que no se especifique si los perpetradores fueron soldados o guerrilleros es un típico rasgo de gelatinosidad). De esa experiencia prenatal a Fausta le quedó un trauma, al que según parece se define como de “la teta asustada”. Trauma que la exposición del film yuxtapone, de modo no precisamente claro, con un descubrimiento médico francamente inusual, de allí en más símbolo central de la película.
El hallazgo es que Fausta tiene una papa introducida en la vagina. Solución a la que la muchacha apeló para no repetir la suerte de su madre, pero que –en la medida en que el tubérculo se pudre en su interior– representa a la vez su voluntad de muerte. Fomentando una vinculación con las teorías de Joseph Campbell que algunos críticos no pudieron evitar hacer (ver paginasdeldiariodes atan.blogspot.com), Fausta parte a la ciudad en su viaje de heroína, teniendo como motivación el entierro de la madre. Para reunir el dinero necesario se conchabará como mucama al servicio de una dama de la sociedad limeña, quien le propone un pacto (recordar que la chica se llama Fausta). Al servicio de la mefistofélica señora trabaja un angélico jardinero, con ansias de convertirse en príncipe azul. Pero el jardinero no planta papas...
Así como la simbología y apelaciones míticas de la realizadora y guionista están entre la sobrecarga y el capricho, a la línea principal del relato se le suma una subtrama de humor negro sobre el traslado y momificación del cadáver, que tal vez recuerde a la del film cubano Guantanamera. En una segunda subtrama, Llosa fotografía bailes, festividades y casamientos populares, a medio camino entre el feísmo y la ridiculización lisa y llana. Como producto de esas contradicciones, ciertos apuntes, sumamente interesantes –el hecho de que Fausta y su madre canten literalmente sus penas, el portón automático que aísla la mansión de la bullente vida urbana, una piscina construida sobre una fosa fúnebre– quedan derretidos en la gelatina de líneas narrativas, tonos e intenciones.
6-LA TETA ASUSTADA
(Perú/España, 2009)
Dirección y guión: Claudia Llosa.
Fotografía: Natasha Braier.
Intérpretes: Magaly Solier, Marino Ballón, Susi Sánchez, Efraín Solís y Barbara Lazón.
Estreno de hoy, exclusivamente en Arte Cinema (Salta 1620).
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