Jueves, 21 de mayo de 2009 | Hoy
CINE › DAVID BLAUSTEIN Y OSVALDO DAICICH HABLAN DE POROTOS DE SOJA
Los directores del documental que se estrena hoy admiten que su trabajo fue, en parte, “hijo de la desesperación”. En la película se incluye la voz de los actores sociales movilizados tras la Resolución 125, incorporando también lo que tiene para decir el “otro campo”.
Por Facundo García
Desde que Julio Cobos sollozó su voto “no positivo”, la política argentina entró en un tobogán espiralado que todavía no muestra un final a la vista. Corren días de urgencia, en los que el peor error es la apatía. En ese sentido, Porotos de soja –el documental que David Blaustein y Osvaldo Daicich estrenarán hoy en el Complejo Tita Merello, y que se emitirá el próximo sábado a las 14.30 por Canal 7– es una película hija de su época. Una muestra de cine urgente que intenta parar la pelota para apelar a la razón en medio de tanto griterío; y que simultáneamente hace la arriesgada apuesta de replantear los ejes de la histórica batalla que se generó tras la Resolución 125.
“A diferencia del resto del equipo, yo tengo mucho cagazo”, se sincera Blaustein un poco en broma –pero bastante en serio–, apenas comenzada la entrevista. “Ese miedo tiene que ver con estar trabajando sobre un conflicto que aún está en desarrollo. Sin embargo, siempre tuvimos claro que el temor no nos debía inmovilizar, y que laburar a toda máquina no implicaba ceder calidad cinematográfica ni seriedad profesional al abordar ciertos debates. En consecuencia, voy adelantando que lo que van a encontrar los que vean la peli es lo contrario a la locura de los movileros. Me refiero a que optamos por un clima más reflexivo, en el que cada parte pudiera expresarse por fuera de los exabruptos de la crispación.”
Los noventa y ocho minutos que dura Porotos de soja están divididos en varios capítulos, que incorporan la voz de los actores sociales que se movilizaron en las calles; así como lo que tiene para opinar el “otro campo” a través de los puntos de vista de Rafael Sunde y José Luis Livolti, ambos pequeños productores agropecuarios y miembros de la Federación Agraria Argentina. A esto se suman charlas registradas durante un encuentro de agricultura familiar, y el aporte de especialistas como la licenciada en comunicación Mariana Moyano y dos nombres destacados de este diario, el del jefe de la sección Economía y el suplemento económico Cash Alfredo Zaiat, y el del doctor en filosofía Ricardo Forster. El cuadro se completa con reflexiones del diputado por el Frente para la Victoria Edgardo Depetri y algunas declaraciones del grupo Carta Abierta, vertidas en su momento por el recientemente fallecido escritor y ensayista Nicolás Casullo, el sociólogo y director de la Biblioteca Nacional Horacio González y otro sociólogo más, el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Carlos Girotti.
Mientras los realizadores recolectaban testimonios, la antinomia se profundizó. Por eso ellos admiten que el largometraje es en parte “hijo de la desesperación”. En base a un rastreo que completó el propio Daicich junto a algunos de sus colaboradores, la línea argumental intenta poner sobre el tapete las divergencias sociopolíticas que emergieron en el enfrentamiento alrededor de la 125, que como cualquier argentino que no haya estado en Marte sabe fijaba retenciones móviles a la producción agropecuaria, con énfasis en la soja, cultivo que en ese escenario –marzo de 2008– había alcanzado precios extraordinarios. A la movida del Ejecutivo le siguió una reacción sin precedentes, que mostró sus costados más agresivos a sólo cinco meses de la asunción de la primera presidente mujer elegida por el voto popular. Las imágenes resultantes son, entonces, retratos de discusión y polémica. Fotogramas destinados a complejizar y contradecir el huracán de falacias que vierten muchas empresas de comunicación en medio de la tormenta que se desató.
–Coyuntura, discusión, división por capítulos: lo de ustedes se podría interpretar como una actualización de las metodologías que usaba el cine político de los setenta.
Daicich: –A medida que avanzábamos, fuimos entendiendo que lo óptimo iba a ser crear una herramienta para que cualquier espectador pudiera apretar “play” y “pausa” a su propio ritmo y según sus propios intereses. Ese es el motivo por el que decidimos distribuir copias del DVD entre organizaciones sociales, o subirlo a youtube. Y estamos ultimando detalles para que acompañe próximamente a un número de la revista Caras y Caretas. La meta es que se difunda al máximo y que las conclusiones estén siempre a cargo de los que miran.
Blaustein: –Reconocimos que, dadas las circunstancias, era indispensable un material de debate. De hecho, al principio salimos a grabar movidos por la impotencia. A mí las cacerolas nunca dejaron de recordarme el golpe contra Allende en el ’73, de modo que cuando las escuché la bronca hizo que le propusiera a Osvaldo unirnos para completar aunque fuera unos videos para subir a la web. ¿Que si buscamos ser una especie de Grupo Cine Liberación “tecnologizado”? Yo te diría que sí, porque Pino y Octavio Getino son referentes enormes para nosotros (ver recuadro).
La manera en que se completó el proyecto confirma que, efectivamente, existe la posibilidad de actualizar las concepciones que propusieron alguna vez los cineastas de izquierda en cuanto al proceso de producción y consumo de sus obras. Dice Daicich: “Lo que van a ver es resultado de haber hecho varias versiones que íbamos testeando con distintos focus groups, personas de diferentes sectores sociales y pertenencias geográficas que nos iban señalando méritos y carencias”.
–En otras palabras, construyeron una suerte de “guión wiki”, colaborativo.
Daicich: –Claro, porque recibíamos observaciones permanentemente y fuimos reacomodándonos a partir de nuevos aspectos que nos marcaban los diferentes públicos. Sin duda mantenerse on line y rodar en digital abre un campo novedoso en esa dirección.
Blaustein: –Esas acciones respondían a nuestra intención de que la gente debata sin necesidad de nuestra presencia. Queremos promover un nivel de pluralismo que se remonte más allá del que prima en los centros urbanos, donde los medios han logrado una homogeneización de opiniones alarmante. Fijate que contra lo que podría creerse, en el interior encontramos una penetración menor de las grandes empresas de comunicación, y eso permitía matices muy enriquecedores. El objetivo ahora es llevar esos matices un poco más allá.
Hasta no hace mucho, en las partidas de naipes los puntos solían contarse con porotos. Hoy no es delirante sospechar que la partida política local también se dejará leer según la cantidad de semillas que logre llevarse cada uno de los sectores en pugna. Blaustein y Daicich esperan que cuando llegue la hora del recuento, el triunfo esté del lado del jugador más racional y solidario. “La idea es que esta cinta se discuta allá adonde llegue. Que empuje, que sirva para pensar y contrastar. Por eso mantuvimos un abanico bien amplio en las opiniones que recopilábamos.”
–¿Cómo se llevaron con los productores del agro? ¿Les ofrecieron mate o los sacaron a los ponchazos?
Daicich: –Nos contactamos en tres capas. La primera se veía en las manifestaciones, con grandes propietarios frente al micrófono. Luego estaban los productores más pequeños vinculados a la Federación Agraria, que tenían menos pantalla. Con ellos fue muy fructífero conversar. ¡Con (Rafael) Sunde hasta nos enganchamos viendo juntos Fútbol de Primera! Asimismo, nos impresionó ver a los campesinos más pequeños de todos, esos que labran cinco o diez hectáreas y siguen sin conseguir visibilidad. En esas chacritas las mujeres son el motor de la economía y pugnan por la soberanía alimentaria porque siembran y cosechan para el mercado interno. Creo que fue un acierto contactarlos, porque representan el campo más masivo y prácticamente no han tenido llegada a la opinión pública.
Los testimonios que quedaron en la edición final se complementan con material de archivo que en ocasiones resulta impactante. En uno de los tramos, por ejemplo, se rescata el discurso de José Alfredo Martínez de Hoz –ministro de Economía de la dictadura– inaugurando un pabellón en el predio de la Rural y sacando a relucir justificaciones casi idénticas a las que utiliza hoy la corporación agromediática. “Y por más empecinado que estés en la tarea de mantener la ecuanimidad, en esos casos uno está tentado de agregar ‘bueno, el que quiera oír que oiga’”, agrega Blaustein.
–Por otro lado, sorprende que los razonamientos de los entrevistados en las marchas “a favor del campo” sean tan elementales. ¿Los eligieron tontos a propósito?
Blaustein: -–No. A nosotros nos resultó igualmente enervante que la derecha tuviera una batería argumentativa tan básica. Uno ve lo que es la burguesía paulista o la mexicana y siente un poco de envidia. Acá se limitan a repetir los gritos al estilo de “váyanse con Chávez”, “vayan con Cuba”, etc. Así que la peli clama por que haya liberales más inteligentes, con quien poder discutir temas de fondo. En definitiva, creemos que un tipo que sostiene seriamente que las retenciones son “para que Cristina se compre una cartera” ha caído en una instancia de análisis tan baja que resulta preocupante. Por eso desde este largometraje pretendemos empujar humildemente los discursos mediáticos hacia un lugar un poco más elaborado.
–Tras haber evaluado las diversas aristas del asunto, ¿cuál les parece que es el mayor obstáculo para que la encrucijada rural se resuelva a favor de los más pobres?
Blaustein: –Y, uno tendría ganas de que hubiera una mayor cristalización de organizaciones políticas. Da pena que en estas últimas movilizaciones –donde nosotros pudimos constatar que había un sector que no se reconocía kirchnerista pero que sin embargo no estaba con la Sociedad Rural– no se hayan configurado nuevos caminos para actuar. Uno ve que Lula tiene al PT, o Chávez sus organizaciones sociales. O Evo, que como me dijo el colega Jorge Sanjinés, “se ha convertido en un fenómeno que los mineros y los campesinos de Bolivia no van a dejar indefenso”. Lo emergente, aquí, todavía no se estabilizó. La dictadura y el menemismo hicieron que la sociedad vea la palabra “organización” como peligrosa. Hay que empezar a cambiar eso. Aunque sea juntándose para ver un film y discutirlo.
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