Mié 03.06.2009
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CINE › MIGUEL MATO Y EL ESTRENO DE LA PELíCULA HAROLDO CONTI, HOMO VIATOR

Contra la historia necrofílica

El director aborda en su film, que se estrena mañana, la figura del escritor secuestrado en 1976 por la dictadura militar. “Partí de una premisa: la desaparición de Haroldo es un hecho en su vida. No es la vida de Haroldo”, dice.

› Por Oscar Ranzani

Era conocido por su compromiso militante y su sensibilidad literaria hasta que un comando del Batallón de Inteligencia 601 lo secuestró, el 5 de mayo de 1976 y, desde entonces, integra la lista de desaparecidos durante la dictadura en la Argentina. Ahora, un film aborda su figura desde varios aspectos de su vida, combinando el documental y la ficción: Haroldo Conti, Homo viator, dirigida por Miguel Mato, se estrena mañana jueves en la cartelera porteña. La parte documental se compone de los testimonios de distintos familiares de Conti y de personas que lo conocieron que van trazando su perfil desde diversas aristas y el recuerdo de un hombre íntegro. Haroldo... también permite conocer su trabajo en la mítica revista Crisis, su desempeño como profesor y su participación política, entre otros numerosos aspectos. En la ficción, el protagónico está a cargo de Darío Grandinetti, que, junto a Ana Yovino, representa la escena del momento previo al secuestro que da inicio al film. Pero también su voz en off narra textos del autor de Mascaró, el cazador americano que se van uniendo como si el director hubiera querido proponer al espectador un viaje por el universo del escritor. Otras escenas lo muestran a Carlos Santamaría como un miembro de los servicios de inteligencia de la policía de la provincia de Buenos Aires que analiza sus textos literarios en plena dictadura. El film –que se completa con un valioso material de archivo de imágenes de Conti hablando– forma parte de la serie “Vidas Argentinas”, producida por el Centro Cultural Caras y Caretas y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa).

Conti prácticamente no fue una figura abordada por el cine argentino. “Yo no sé decir ‘es por esto’. Los de izquierda tenemos mala prensa”, dice Mato, un tanto en broma y otro en serio. “Podría decir que Ortega Peña es un olvidado, Tosco también. Y en esto yo envidio profundamente la capacidad que el peronismo tiene de rescatar a su gente. Y nosotros, los que provenimos del campo de la izquierda, no sé si es que somos más caóticos, si nos cuesta más imponer a lo que consideramos nuestra gente. A lo mejor es eso. Pero a mí me preocupa más (y en eso sí que no tengo respuesta) qué pasó en el campo de la literatura con Conti”, agrega Mato.

–¿Considera que fue un escritor poco reconocido en la Argentina?

–No, en vida fue muy reconocido. En los ’70, ganar el Premio Casa de las Américas para un escritor latinoamericano era el galardón máximo. Y Haroldo ya lo tenía, además de otros premios. Y de hecho, tenía publicadas tres novelas, con ediciones varias, además de los Cuentos completos. Sin embargo hoy, salvo raras cátedras (que las hay), la mayoría de ellas no tienen en cuenta a Conti.

–¿Y cómo fue su contacto con la obra de Conti?

–Leí allá en los ’70 Mascaró y Alrededor de la jaula, pero no recuerdo en qué orden. Después leí cosas en Crisis, aunque ya no me acuerdo de cuáles. La verdad es que luego yo también formé parte de los que se olvidaron de Conti. Es decir, no es que me había olvidado de él, sino que salí a buscar a otros autores, otras cosas. Donde me sumerjo de cabeza es cuando comenzamos con la investigación.

–¿Por qué decidió combinar el documental con la ficción?

–Uno como realizador les tiene que meter mano a todos los recursos: animación, ficción, documental testimonial, material de archivo. Uno tiene que tratar de usar la mayor cantidad de herramientas posibles que el cine te brinda y pensar cuál es tu mejor manera de llegar, transmitir, comunicar. Particularmente, como yo no quería hacer una biografía tradicional (de hecho esta película no es biográfica), me planteé ver de qué manera yo podía lograr que la gente se siente a escuchar a Haroldo. Partí de una premisa: la desaparición de Haroldo es un hecho en su vida. No es la vida de Haroldo. Haroldo es más cosas que su desaparición. En eso, los argentinos, particularmente respecto del resto de América latina, solemos tener una visión bastante necrofílica de la historia. Entonces, conmemoramos la muerte de un tipo y no el nacimiento, conmemoramos que estuvo preso y no las cosas que hizo en vida. Y dentro de la película, yo no elegí contar el secuestro. Sí necesitaba elementos que me permitieran ir y venir en la historia. Y eso me lo daba la ficción.

–¿Cómo fue el trabajo para lograr que Conti “se contara a sí mismo” a través de sus narraciones o de quienes lo conocieron?

–Lo más rico que tuvimos en el laburo con Eduardo Spagnuolo, que es el coguionista, fue justamente empezar a ver qué fragmentos de la obra nos permitían que Haroldo se mostrase. Teníamos el privilegio de contar con imágenes de archivo filmadas por Roberto Cuervo, seis meses antes de la desaparición. O sea, verlo en vida a Haroldo nos daba una cantidad de elementos. Cuando elegimos que esas imágenes fueran articuladoras del relato, nos permitió salir a buscar con Eduardo los fragmentos y textos que permitieran que Haroldo se contara. Por otro lado, teníamos registros de audios de Haroldo y cosas escritas que no son necesariamente una novela, sino que, a veces, son parte de entrevistas.

–Cada uno de los testimonios permite conocer un aspecto de la vida de Conti: como marido, como padre, como profesor, como compañero de militancia. ¿Cómo trabajó esto?

–La mirada objetiva no existe aunque uno la pretenda. En todo caso, con este hombre que yo admiro desde algún lugar y me identifico en otro montón de lugares con él por su sencillez de relato y su forma no dogmática, dije: “¿Cómo hago y qué busco de cada uno?”. Entonces, que estuviese Dora, su primera mujer, contando los inicios de su noviazgo y sus inicios de cómo llegar al Delta, ya estaba. Me daba una pincelada sobre Haroldo y su propia mirada. Tener a los chicos más grandes, Alejandra y Marcelo, con una mirada de hijos que transitaron la vida con su padre, me permitía tener mirada de hijos que siempre es interesantísima. Y en esto, Marcelo hace un gran aporte cuando dice: “Yo creo que hay tantos Haroldos como el que uno ha conocido o el que uno ha vivido”. Entonces, como yo no viví ninguno, fui tratando de buscar lo vivido de cada uno. Para mí era importante que la película no fuera triste. Y creo que no lo es. Es movilizadora, e incluso tiene momentos de risa.

–¿Por qué pensó en Darío Grandinetti para el protagónico?

–Darío tenía dos ventajas que ningún otro actor tenía. No todos los actores leen lindo. Y él lee lindo, le pone una cadencia y una emoción a la lectura de textos... Yo me acuerdo cuando lo escuché leer Benedetti, dije: “Pucha, ¡qué lindo!”. Porque los actores suelen interpretar muy bien pero no suelen leer muy bien. Entonces, estaba esto. Por otro lado, tenía un parecido. Darío vio fotos de Haroldo y decía: “No me parezco en nada”. En cambio, yo le decía que sí, que tenía un gran parecido. Hasta que vio una foto en particular y me dijo: “Es como si fuera la foto de mi viejo”. Y eso fue buenísimo porque creo que también le dio a Darío la sensación de pensar: “Yo, en algún lugar me parezco”.

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