CINE › EL CINE ARGENTINO, ENTRE EL BUEN RITMO DE PRODUCCION Y LOS CONDICIONAMIENTOS DEL NEGOCIO
Siete películas para una aristocracia modelo ’05
Papá se volvió loco, El aura, Elsa & Fred, Tiempo de valientes, Iluminados por el fuego, Whisky Romeo Zulu y Cama adentro encabezaron el podio de la producción nacional, que llegó al medio centenar de películas, pero debió luchar palmo a palmo por un lugar en una cartelera recargada de “tanques”.
› Por Horacio Bernades
Muchos estrenos, menos público, pocas ganadoras: eso es lo que deja el cine argentino 2005, versión indudablemente disminuida de la temporada anterior, que plantea varias cuestiones a resolver en el futuro. Con más de medio centenar de estrenos en total, no se estuvo tan lejos del record del 2004, año en que se superó la sesentena. Lo cual daría para brindar con champán, si lo único que importara fuera la cantidad de películas que llega a las salas. Pero como eso vale menos si después la gente no va, a la vista de las otras cifras el champán tiende a aguarse. La disminución en la cantidad total de público que fue a ver cine local preocupa pero no tanto, teniendo en cuenta que la caída (alrededor de un 25 por ciento) corresponde exactamente a la disminución general de espectadores que el cine de cualquier origen experimentó a lo largo del año en la Argentina. Más preocupante es que a sólo seis o siete de las 50 y pico estrenadas les haya ido bien. Con lo cual podría pensarse al cine argentino como una sociedad mucho más clasista que la que lo alberga: un 10 por ciento de exitosos, y el resto a pasar hambre.
Papá se volvió loco, El aura, Elsa y Fred, Tiempo de valientes, Iluminados por el fuego, Whisky Romeo Zulu, Cama adentro: a esos siete títulos se reduce la aristocracia del cine argentino versión 2005. De allí para abajo lo que predomina son lágrimas, escasez, invisibilidad incluso. Esa aristocracia 2005 es de naturaleza bien distinta a la que había gobernado durante la anterior temporada. Sólo las dos primeras fueron producidas por grandes grupos: Argentina Sono Film y Telefé en el caso de la de Francella; Patagonik Film Group en el de la de Bielinsky/Darín. Las otras cinco son de producción mediana e independiente, aun teniendo en cuenta que dos de ellas fueron distribuidas por representantes locales de majors estadounidenses: Columbia Pictures lanzó Elsa y Fred y la Fox hizo lo propio con la película de Damián Szifrón. Esta diferencia de composición (el año pasado las cuatro primeras fueron productos comerciales de grupos multimedia) determinó que tampoco las cifras recaudadas fueran las mismas, por aquello de la cuestión de tamaño. Con la única excepción del subproducto de la Sono (que se disparó solo, quedando a mitad de camino entre el millón y los dos millones de espectadores), las demás integrantes del lote privilegiado se disputaron un techo de 500.000 espectadores, con El aura y Elsa y Fred sobrepasándolo y Tiempo de valientes a punto de alcanzarlo.
De boca en boca
Otra diferencia con lo sucedido el año pasado es que, mientras el éxito de confecciones como Patoruzito, Peligrosa obsesión y Erreway (tres de las cuatro punteras del 2004) estuvo estrechamente ligado con la capacidad de bombardeo publicitario de sus productoras, eso sólo se constata este año en el caso de Papá se volvió loco. Sin dejar de gozar de los privilegios propios de todo producto Patagonik, lo que sucedió con El aura es distinto, en tanto se trata de un producto de calidad, no necesariamente para todo público, que resultó propulsado por una acogida crítica más unánime incluso que la de La ciénaga. Y luego se sostuvo con el boca en boca, por más que no fuera un manjar para todos los paladares.
El boca en boca impulsó también las restantes películas de este pelotón, con Tiempo de valientes y Cama adentro como casos-testigo y Elsa y Fred como Campeona Nacional de la Recomendación. Película modesta, de las que apuntan a capas medianas de público y semiignorada por la crítica, la asombrosa cifra de espectadores a la que llegó esta última fue puro efecto de ese boca en boca, demostrando que cuando una película gusta no tiene techo de público. Pero lo que va del 2004 al 2005 es también, en términos industriales, el paso del subproducto al producto. Sin salirse de formatosde género (thriller metafísico la de Bielinsky, comedia romántica de la tercera edad la de China Zorrilla, buddy movie la de Peretti & Luque) y sin dejar de apuntar a todos los públicos posibles, El aura, Elsa y Fred y Tiempo de valientes no rebajaron su oficio, sus materiales o su público, demostrando que se puede hacer plata sin necesidad de robar, malversar o estafar.
Obvio que la de Bielinsky está varios planetas más allá, en tanto se trata de cine de autor y no de un simple producto. Pero no por eso deja de ser cine industrial de la más alta calidad.
Hacerse visible
Claro que también se puede no robar, malversar ni estafar... y no por eso hacer plata. El 2005 fue también un año de fracasos para buenas películas que por distintos motivos no llegaron a encontrar su público, y aquí pueden enumerarse desde La dignidad de los nadies hasta Tatuado, pasando por Como un avión estrellado, El viento y Cautiva.
Más allá de que finalmente es el público el que elige (y en esta decisión suelen intervenir cuestiones tan precisas e inefables como el olfato, el deseo, la época del año o la pura intuición), lo cierto es que mal se puede elegir cuando se ignora la mera existencia de un producto. Y eso es lo que sucede con muchas películas argentinas, cuyos productores no cuentan con lo necesario para una campaña promocional en forma, o para negociar salas y condiciones de exhibición. Ojo que no se habla aquí de películas hechas con dos pesos, una camarita digital y un equipo de dos o tres técnicos, sino de productos industriales medianos, como cualquiera de las nombradas en el párrafo anterior. Ninguna de ellas contó con presupuesto para publicitar en televisión o la suficiente capacidad de negociación como para elegir salas y fechas de salida.
Son demasiadas las películas argentinas que deben postergar su estreno de semana en semana, por encontrar las salidas “tapadas” por los consabidos tanques hollywoodenses. Que este año volvieron a quedarse con la parte del león, como viene sucediendo en forma creciente. Una vez más el cine estadounidense retuvo un 85 por ciento del mercado, dejando apenas el 12 por ciento para el cine argentino... y el restante 3 por ciento, a repartir entre el cine europeo, asiático y latinoamericano. El régimen de cuota de pantalla y medias de continuidad que el Incaa logró imponer el año pasado debería servir para arrimarle alguna piedrita más a David en su enfrentamiento con Goliat. En los hechos, las medidas de regulación se cumplen a regañadientes. Cuando no se aprovechan grietas legales para violarlas discretamente.
Patos de la boda
En una reciente emisión del programa de televisión El ojo, Enrique Piñeyro, productor y director de Whisky Romeo Zulu (una de las siete “grandes”) denunció que en un complejo levantaron su película porque para cumplir con la media exigida le faltaron... tres butacas. Difícil que se siga el mismo criterio ante una película de Hollywood distribuida por una major. Hay ahí una deuda para saldar, si no se quiere que las películas argentinas (y las independientes, y las de arte extranjeras) sigan siendo el pato de la boda de los complejos de exhibición.
La otra deuda es la endémica falta de circuitos alternativos. Esos que deberían permitir que el otro cine (el de autor, el dirigido a públicos más especializados) cuente con ámbitos propios, en lugar de seguir jugando en cancha ajena contra los que mandan. Un par de botones de muestra. A comienzos de año, Buenos Aires 100 km (una de las películas argentinas a las que mejor les fue en festivales, ver recuadro) tuvo que competir nada menos que contra la gran ganadora del Oscar, Million Dollar Baby, saliendo en la misma semana de estreno, en los mismos complejos. Más cerca en eltiempo, a la falta de avisos en televisión y tras varias postergaciones en su fecha de estreno, Como un avión estrellado debió sumarle a último momento la defección de los afiches en la vía pública, por una “desconexión” con la empresa que los coloca. Así no hay cine que aguante.
El resultado de esta suma de desprotección, irregularidades, carencias endémicas y discrecionalidad lo cantan las cifras. Casi la mitad de las películas argentinas estrenadas a lo largo de la temporada lo hizo en 3 salas o menos, unas 40 de ellas convocaron a un máximo de 20.000 espectadores, una veintena llevó a menos de 5000. Más allá de que los resultados deben medirse en relación con las aspiraciones (incluida la aspiración a la masividad, que no todas las películas tienen ni tienen por qué tener), es evidente a esta altura que algo nuevo habrá que inventar, si se aspira a consolidar la relación del cine argentino con su propio público. El 2006 no parece un mal año para intentarlo.
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