CINE › “GRANDES DIRECTORES DEL CINE JAPONES: CLASICOS Y MODERNOS”, EN LA SALA LEOPOLDO LUGONES
A partir de hoy se verán catorce títulos emblemáticos del mejor cine japonés de todas las épocas, grandes realizaciones de directores de la talla de Ozu, Mizoguchi, Kurosawa y Kitano, entre otros maestros.
Pocas cinematografías en el mundo tienen tal prodigalidad de autores y maestros como la de Japón. Para comprobarlo, sólo basta con internarse a partir de hoy y hasta el sábado 1º de agosto en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530) y seguir el ciclo “Grandes directores del cine japonés: clásicos y modernos”. Organizada por el Complejo Teatral de Buenos Aires y la Cinemateca Argentina, junto al Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón, la muestra estará integrada por catorce títulos emblemáticos del mejor cine japonés de todas las épocas, grandes realizaciones de directores de la talla de Yasujiro Ozu, Mikio Naruse, Kenji Mizoguchi, Akira Kurosawa, Masaki Kobayashi, Shôhei Imamura, Takeshi Kitano y Takashi Miike, entre otros reconocidos maestros. Se verán copias nuevas en 35 mm enviadas especialmente desde Tokio por The Japan Foundation.
La retrospectiva se abre hoy con Nubes flotantes (1955), de Mikio Naruse, la historia de una mujer que recorre las ruinas de Tokio en busca de un hombre con el que trabajó durante la guerra. “Hay que correr detrás del primer Naruse que se ponga a nuestro alcance –advirtió el reconocido crítico español Miguel Marías– porque es uno de esos cineastas que cambian nuestra idea del cine.” El sábado y domingo está reservado a dos films imperdibles. El primero es Sansho, el gobernador (1954), de Kenji Mizoguchi, según el cineasta Jean-Marie Straub “la película más marxista que conozco, un film afectado profundamente por Buda, sin ser budista”. Y el segundo es La puerta del infierno (1953), de Teinosuke Kinugasa, un film de dimensiones épicas y gran maestría en el uso del color, ganador del Grand Prix del Festival de Cannes 1954.
El lunes 20 el ciclo continúa con La fortaleza oculta (1958), de Akira Kurosawa, con Toshirô Mifune, un film de una influencia determinante para George Lucas cuando concibió La guerra de las galaxias, no sólo por el tema de la princesa protegida por sus escoltas, sino porque la historia está contada a través de personajes en apariencia secundarios, que en el film de Kurosawa son los dos campesinos y en la película de Lucas los robots C3PO y R2D2. Es además la primera película en pantalla ancha de Kurosawa, un auténtico genio en el uso de este formato.
El martes 21 va El hombre del rickshaw (1958), de Hiroshi Inagaki, también con Toshirô Mifune, melodrama familiar ganador del León de Oro de la Mostra de Venecia 1958. El miércoles 22 llega Harakiri (1962), de Masaki Kobayashi, la historia de un veterano samurai dispuesto a suicidarse no sin antes vengar la muerte de su yerno, quien murió injustamente a causa de un señor feudal.
Para el jueves 23 está previsto Un hombre desaparece (1967), film nunca visto en Argentina. En su primer largometraje “documental”, Shohei Imamura intenta echar luz sobre un caso muy habitual entre los oficinistas japoneses de los años ’60, enviados a trabajar a otras ciudades, abandonando a sus familias y desapareciendo por completo. El viernes 24 se proyecta Samurai del Shogun (1978), de otro iconoclasta del cine nipón, Kinji Fukasaku, primera y casi única incursión del director en el chambara, el film de samurais, al que llegó con una mirada completamente nueva y revolucionaria.
El sábado 25, domingo 26 y lunes 27 están reservados a las tres partes de la monumental La condición humana (1959). Este gigantesco drama humanista de Masaki Kobayashi es indudablemente uno de los mayores logros artísticos en la historia del cine japonés. Sus nueve horas y media de duración se basan en la novela homónima de Junpei Gomikawa, un crudo alegato en contra del militarismo de una nación y, a nivel personal, una verdadera tragedia existencial.
A partir del martes 28, el último tramo del ciclo incluye films emblemáticos de tres de los más reconocidos cineastas japoneses contemporáneos: Fancy Dance (1989), de Masayuki Suô; Flores de fuego (1997), de Takeshi Kitano; Apto para la vida (1998), de Kiyoshi Kurosawa, y Dead or Alive (1999), de Takashi Miike.
La clausura, el sábado 1º de agosto, corre a cargo de un clásico de los clásicos: Una historia en Tokio (1953), de Yasujiro Ozu, la primera vez que se verá en el país en copia 35mm.
Horarios y más información en www.teatrosanmartin.com.ar
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