Dom 19.07.2009
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CINE › PONYO Y EL SECRETO DE LA SIRENITA, DE HAYAO MIYAZAKI, SEGUN SU PRODUCTOR, TOSHIO SUZUKI

Regreso al universo de la primera infancia

Ganadora de dos premios en el Festival de Venecia, Ponyo marca la vuelta de Miyazaki a un cine para chicos más chicos, después de películas de gran ambición, como fue el caso de Princesa Mononoke, El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo.

› Por Toru Ikige

Poco respetuoso de las leyes del marketing, Hayao Miyazaki prácticamente no concedió entrevistas antes del estreno de Gake no ue no Ponyo, la película que en inglés se conoce como Ponyo on the Cliff By The Sea y en España como Ponyo en el acantilado. En Argentina, su estreno se anuncia para el jueves próximo, con un título bastante más imaginativo: Ponyo y el secreto de La Sirenita (ver más información en Radar). Ganadora de dos premios en la edición 2008 del Festival de Venecia, Ponyo marca el regreso de Miyazaki (Tokio, 1941) a un cine para chicos más chicos, después de una serie de películas de gran ambición, apuntadas no sólo a los niños, como fue el caso de La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) y El increíble castillo vagabundo (2004). Completando una inesperada omnipresencia del autor en la cartelera porteña, el complejo Arte Cinema, de la zona de Constitución, acaba de reponer las dos últimas, en el sistema de proyección digital.

Después de las complejidades temáticas y estéticas de Chihiro y El increíble castillo..., Ponyo marca un retorno a la simplicidad e ingenuidad de Mi vecino Totoro, la película que, en 1988, comenzó a hacer sonar el apellido Miyazaki en Occidente. Con ecos de La sirenita, la protagonista de Ponyo es una pececita que, tras ser rescatada por un niño, ansía devenir humana, revirtiendo el ciclo recorrido por su padre. Este es una suerte de Neo-Nemo que, enemistado con el mundo de los hombres, decidió vivir para siempre en el fondo del mar. Ahora se ve obligado a salir de allí, para impedir que su hija adopte para siempre la naturaleza humana.

Como explica en esta entrevista Toshio Suzuki, director de producción del Estudio Ghibli (la casa de animación fundada por Miyazaki a mediados de los ’80), Ponyo representa también, para el jefe del estudio y para éste en su conjunto, un regreso al dibujo manual, tras las experiencias en computación ensayadas en las dos películas precedentes.

–¿Cómo fue que el estudio Ghibli decidió encarar la producción de Ponyo?

–Tiempo después de estrenar El increíble castillo vagabundo Miyazaki me consultó qué clase de película me parecía que deberíamos hacer, y le sugerí una para niños pequeños, en el estilo de Iya Iya En. Iya Iya En es un cuento ilustrado, sobre bebés de una nursery, tal vez el libro más vendido en la historia del Japón moderno. En todas las nurseries tienen un ejemplar de ese libro y lo remplazan todos los años, cuando se deteriora. Miyazaki y yo siempre admiramos a la autora de Iya Iya En, Reiko Nakagawa. De hecho, cuando filmamos Mi vecino Totoro le pedimos que escribiera la letra de la canción principal de la película, y nos hizo enormemente felices que aceptara.

–¿No habían estado a punto de filmar una versión de Iya Iya En, tiempo atrás?

–Hace unos años el estudio Ghibli produjo un corto basado en ese relato, pero esta vez nos propusimos filmar un largometraje.

–¿Entonces Ponyo empezó en un principio como versión de Iya Iya En?

–Sí, pero después de eso Miyazaki vivió un par de meses en un pueblito costero, y quedó enamorado de ese lugar. Cuando volvió a Tokio me propuso hacer que Iya Iya En tuviera lugar junto a un acantilado. Después se quedó con el acantilado, el pueblito costero y el mar, y descartó la idea de filmar Iya Iya En. “No tiene sentido filmar una película que sea la historia de una nursery”, me dijo. Lo curioso es que en lugar de eso decidió construir una nursery real...

–¿Cómo dice?

–Sí, tuvo la idea de levantar una nursery dentro del estudio.

–¿Para qué?

–Es que muchos empleados del estudio tenían bebés, y entonces decidimos hacer una nursery para ellos. La inauguramos en abril de 2008. Resultó ser un viejo sueño de Miyazaki, según me contó su esposa más tarde. Lógicamente lo ayudé a levantarla, pero mientras lo hacía no podía evitar preguntarme: “¿Qué estoy haciendo?”

–¿Cómo es Ponyo?

–Es una historia de lo más sencilla, que combina un viejo cuento tradicional con la historia de La Sirenita. La protagonista es una pececita que quiere ser humana, como en el cuento de Andersen. Se hace amiga de un niño, que la rescata de una situación de peligro y a partir de ese momento la adopta como propia. Pero Ponyo tiene un padre sumamente posesivo, que no quiere perderla...

–Parecería que Miyazaki cambió de elemento aquí. Muchas de sus películas transcurren en el aire, y el vuelo siempre fue una vocación de sus protagonistas. En Ponyo, sin embargo, predomina el agua.

–¡El 80 por ciento de la película transcurre en el agua! Miyazaki puso particular detalle en el diseño de las olas, que no son olas comunes y corrientes. Aunque como en todo largometraje animado todo un equipo de dibujantes trabajó en ella, Miyazaki no quiso que nadie dibujara las olas. Se las reservó para él.

–Aunque la tradición del estudio es el dibujo a mano, en El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo habían usado computación. ¿Volvieron a hacerlo?

–La habíamos usado para algunos fondos complicados, para ciertas texturas y para la expresión facial, porque descubrimos que la mejoraba mucho. En El increíble castillo... también recurrimos a la computación, para hacer las “piernas” del castillo. Pero yo nunca estuve convencido del todo de la conveniencia de usar computación. Siempre creí que la técnica manual de Miyazaki era superior a lo que la computación podía aportarle. Por otra parte, la tecnología avanza tan rápido que es muy difícil mantenerse al día. Se corre el peligro de quedar desactualizado y que la técnica luzca vieja. Al final lo convencí, y terminó abandonando la computación.

–¿En Ponyo volvieron a la manualidad, entonces?

–Sí. Ya la segunda parte de El increíble castillo... no incluía computación, porque la dejamos de lado a mitad de la película. La clave de Ponyo es la simplicidad. La historia es simple, el dibujo es simple, los efectos visuales también lo son. Lo que no fue simple fue hacerla, porque la técnica manual es muy exigente y Miyazaki también. Para él el secreto está en el detalle, así que cada nueva película que hacemos es siempre larga y extenuante. Pero trabajo con Miyazaki desde hace veinte años, así que a esta altura estoy habituado. O debería estarlo...

Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.

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