CINE › “LA JOYA DE LA FAMILIA”, DE THOMAS BEZUCHA
› Por H. B.
La joya de la familia es una película parada a lomo de varios caballos. Por un lado, la más tradicional comedia navideña, con reunión familiar, arbolito y regalos (se estrena en la Argentina con un letal retraso de veintipico de días). Por otro, una típica película políticamente correcta, que opone a una muy progre (y pudiente) familia del Este con un personaje ultrarreaccionario, de los que piensan que ser gay es una enfermedad. Pero además, y por las dudas que algún espectador prefiera llorar a moco tendido antes que reírse, se le encaja un bruto cáncer terminal a uno de los personajes centrales. Como sucede en estos casos, de tanto querer complacer a todo el mundo, corre el riesgo de no gustarle a nadie del todo. Lo cual sería un acto de justicia, ya que en todos los terrenos exhibe una mediocridad pareja y persistente.
Escrita y dirigida por el debutante Thomas Bezucha, si algo le sobra a La joya de la familia es elenco. Tiene tanto que para sortear problemas de cartel, en los créditos los actores se alinean por orden alfabético. Diane Keaton es la mater familiae, cuya mirada inicial de infinita tristeza anticipa ya el anuncio que se hará allá por la mitad de la película. A su alrededor, en el chalet en medio de la nieve, se nuclean su marido (Craig T. Nelson, el papá de Poltergeist), hijos y nietos. Cinco hijos, entre ellos la ácida Amy (Rachel McAdams, vista en Los rompebodas), el fumón de Ben (Luke Wilson), el gay-sordo Thad (que tiene novio negro, como es obvio) y Everett (Dermot Mulroney), que llega trajeado y con novia ad hoc, Meredith (Sarah Jessica Parker). Tensa, huesuda, las venas del cuello hinchadas y el cabello recogido, Meredith parece una versión pacata de Madonna, y el hecho de que la interprete el icono de la desfachatada Sex and the City vendría a ser la gran broma de la película.
El problema es que no hay forma de entender cómo fue que el hijo de una familia como los Stone eligió casarse con una chica que parecería la hija del padre Lombardero, recurso dramático de lo más simplista. Ya habrá tiempo para arrepentimientos, segundas oportunidades y reconciliaciones. Y para enjugar todo en lágrimas, todo tendrá lugar en presencia del malo de la película: el cáncer de mama. No es que ello impida que el novio se enamore a primera vista de su inminente cuñada (Claire Danes) y cambie de prometida como de corbata. Ni que un par de porrones (no de porros) convierta a la ultramontana Meredith en una “frentera” de aquéllas. Todo es así en esta película, que por supuesto termina con todas las parejas armadas y la enferma terminal en el cielo, entre lágrimas y mocos de sus deudos.
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