Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
CINE › SOBRE EL EXITO DE “NARNIA”
Después de años de éxito moderado, el escritor inglés es, gracias al suceso en los cines, una superestrella.
Que el polifacético escritor C. S. Lewis (1898-1963) es un autor que resiste el paso del tiempo era cosa sabida, como lo prueba el hecho de que sus libros se sigan reeditando en inglés más de cuarenta años después de su muerte, ocurrida el 22 de noviembre de 1963, el mismo día en que mataron a Kennedy. Lo que sorprende más es que el cine actual haya encontrado en él un filón, tanto en un film muy serio de 1993, Tierras de penumbra, basado en el relato que Lewis escribió sobre la muerte de su esposa (Una pena observada), como en los cuentos de Las crónicas de Narnia, cuya primera entrega, El león, la bruja y el armario, está batiendo records de público, a la vez que vende miles de libros.
Es indudable que una de las claves del éxito actual de C. S. Lewis son las declaraciones de J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, que dijo que los libros de Narnia, y más en concreto ese mundo de fantasía al que se llega a través de un armario, le habían servido de inspiración para su personaje. Es más, siguiendo el modelo de Lewis, Rowling hizo que su serie conste de siete volúmenes, como Las crónicas de Narnia. Antes del estreno de la película de Disney, la editorial española Destino ya había vendido un millón de ejemplares de los siete libros. El éxito del cine hizo que en Navidad se vendieran otros 800.000 ejemplares. Sorprende comprobar este éxito de una serie de libros escrita hace más de cincuenta años, entre 1939 y 1954, cuando C. S. Lewis era profesor de filosofía en Oxford.
La vida de Lewis, amigo de Tolkien, estuvo marcada a partir de los 9 años por la pérdida de su madre y el tiempo que pasó en un duro internado inglés. Estas experiencias hicieron de él un convencido ateo, aunque en 1917, cuando fue herido en la Primera Guerra Mundial, la lectura de un libro de Chesterton hizo dudar a C. S. Lewis de sus convicciones sobre Dios. La conversión al cristianismo no llegaría hasta 1931, después de que, una vez terminados sus estudios en Oxford, Lewis se convirtiera en profesor de filosofía en el Magdalen College de esa Universidad. Allí Lewis presidió el Oxford Socratic Club, donde había debates entre cristianos y no cristianos, y frecuentó un pub en el que, junto con Tolkien y otros escritores, hablaban de fantasía y hacían lecturas de sus obras. El cristianismo de C. S. Lewis aflora a menudo en sus libros, en especial en la serie de ciencia ficción: Lejos del planeta silencioso, Viaje a Venus y Esa fuerza maligna, en los que aplica mitos cristianos y la lucha entre el bien y el mal en planetas como Marte y Venus.
C. S. Lewis fue profesor en Oxford entre 1925 y 1954, cuando se marchó a la Universidad de Cambridge para enseñar historia del inglés medieval y del Renacimiento. Fue, sin embargo, durante los años de Oxford cuando escribió Las crónicas de Narnia, publicadas en inglés entre 1950 y 1956 y compuestas de El sobrino del mago, El león, la bruja y el armario, El caballo y el muchacho, El príncipe Caspian, La travesía del viajero del alba, La silla de plata y La última batalla. Todos esos libros tienen en común que suceden en un país de fantasía llamado Narnia, en el que los animales hablan y hay seres mitológicos. El primero, El león..., se publicó en 1950, pero luego Lewis publicó un libro cronológicamente anterior, El sobrino del mago. En una carta a un niño norteamericano, escrita en 1957, decía el autor: “Cuando escribí El león... nunca pensé que escribiría más. Luego escribí El príncipe Caspian como una secuela y seguí sin creer que habría más libros. Y cuando terminé La travesía del explorador del amanecer, estaba convencido de que sería el último. Pero me di cuenta de que estaba equivocado. Tal vez no importe demasiado en qué orden sean leídos. De hecho, no estoy del todo seguro de que los otros libros fueran escritos en el mismo orden en que fueron publicados”.
En el libro De este y otros mundos, que reúne ensayos sobre literatura fantástica de C. S. Lewis, éste señala: “De una cosa estoy seguro: mis siete libros de Narnia y los tres de ciencia–ficción comenzaron cuando se me pasaban por la cabeza ciertas imágenes. Al principio, no había historia, sólo imágenes. El león empezó con la imagen de un fauno que llevaba un paraguas y unos paquetes por un bosque nevado. Llevaba grabada esa imagen desde que tenía 16 años. Luego cuando rondaba los 40, me dije: ‘Intentemos construir una historia a partir de esa imagen’”. En otros de esos ensayos, Lewis asegura que “a veces, los cuentos de hadas dicen mejor lo que hay que decir”, y muestra su entusiasmo por El Señor de los Anillos, de Tolkien. “Es como un relámpago en un cielo despejado”, escribe, y asegura que tras su lectura “ya no somos los mismos”.
Las crónicas de Narnia no fueron un éxito desde el primer momento, ya que chocaron con reticencias. En una carta de 1951, comenta Lewis a un admirador: “Me encanta que te gustara El león. Algunas madres, algunas maestras han decidido que puede asustar a los niños, por lo que no se vende muy bien. Pero a los niños les gusta, y estoy sorprendido de cómo lo entienden los muy pequeños. Creo que asusta a algunos adultos, pero a muy pocos niños”. La palabra Narnia es el nombre romano de una ciudad italiana cerca de Roma, Narni. Lewis, gran conocedor de los mitos clásicos, se encaprichó desde pequeño con ese topónimo. Por otra parte, la vida de Lewis, que fue durante muchos años un solterón, experimentó un gran cambio en 1952, cuando tenía 54 años y conoció a una admiradora estadounidense, Helen Joy Gresham, de la que se enamoró. Cuando años después Helen murió de cáncer, Lewis quiso expresar su desolación en el libro Una pena observada, llevado al cine en 1993 por Richard Attenborough. Este, sin embargo, es otro C. S. Lewis, muy distinto del que escribió Narnia.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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