CINE › CARLOS CASTRO, DIRECTOR DE ALICIA Y JOHN, EL PERONISMO OLVIDADO
El realizador habla de John William Cooke y Alicia Eguren, dos figuras que la historia del peronismo dejó más relegadas: “Ellos, desde algún lugar, fueron figuras límites”, señala. La película se estrena mañana en el Gaumont y el Tita Merello.
› Por Oscar Ranzani
La serie de documentales “Vidas Argentinas”, producida en conjunto por el Centro Cultural Caras y Caretas y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), suma un nuevo trabajo audiovisual sobre figuras políticas de la historia argentina, a los ya estrenados sobre Leopoldo Lugones, Norma Arrostito, Haroldo Conti y Ramón Carrillo: mañana se estrena Alicia y John, el peronismo olvidado, de Carlos Castro, en el Cine Gaumont Espacio Incaa Km 0 y en el Complejo Tita Merello. Inspirado en la vida de la pareja afectiva y política que entablaron John William Cooke y su compañera Alicia Eguren, el film de Castro incorpora las voces y la imagen de Carlos Portaluppi y Ana Celentano para pequeñas ficcionalizaciones dentro de la trama argumental. En Alicia y John... opinan intelectuales, militantes, escritores, historiadores y periodistas sobre esta pareja poco recordada por la historia.
El documental señala que no hay una única versión de cómo se conocieron el símbolo de la resistencia peronista del ’55 con aquella mujer formada en Filosofía y Letras, dueña de un gran temperamento, que llegó a convertirse en amiga del Che Guevara. De hecho, Eguren y Cooke participaron en la defensa de Bahía de los Cochinos frente a la agresión estadounidense. Sus vidas tuvieron sentido por y para la política. Basta recordar que Cooke llegó a ser el primer delegado de Perón y tuvo una mirada crítica sobre la dirección revolucionaria del movimiento peronista. Fue preso político en numerosas oportunidades y el gestor del pacto entre Perón y Frondizi. También, uno de los primeros en proponer un acercamiento entre el peronismo y la Revolución Cubana. Alicia Eguren también cayó presa en diversas oportunidades y fundó junto a su pareja una línea interna del movimiento: Acción Revolucionaria Peronista (ARP). Como mujer de letras, además de integrar distintas redacciones, intentó publicar un libro sobre su pareja en plena dictadura. Cooke murió joven, en 1968, mientras que Alicia fue desaparecida en enero de 1977 y arrojada al mar en uno de los vuelos de la muerte. “Me llamaba mucho la atención que eran dos personajes no sólo olvidados del movimiento peronista, sino también de la política argentina”, dice Castro en la entrevista con Página/12, sobre los motivos de la elección de este singular dúo.
–¿Por qué cree que fueron figuras del peronismo mucho menos recordadas que otras?
–En principio, ellos, desde algún lugar, fueron figuras límite. La crítica constante a la burocratización dentro del partido y del movimiento peronista, lo que hoy llamamos pejotización, John William Cooke lo venía profesando en 1952 en las discusiones con Perón: “Burócratas sí o no”, “quiénes son peronistas”. Entonces, esa discusión lo transformó en hereje dentro del movimiento y de la política. Para el movimiento era zurdo y para la izquierda era peronista. Fíjese que cuando se habla de autores nacionales se cita mucho más a Jauretche, a Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Puiggrós; es decir, intelectuales que muchas veces tuvieron posiciones más en contra de Perón que el gordo Cooke. Sin embargo, su crítica a los burócratas dentro del movimiento hizo que dentro de éste se le tuviera cierto resquemor.
–¿Esta pareja tenía rasgos similares a la de Perón y Evita?
–Recogen la leyenda y la mística de una pareja militante como fueron Perón y Eva, con características distintas. Eva era un diamante a pulir. Alicia era una intelectual, una poeta, una escritora. Había tenido una formación muy temprana en Filosofía y Letras. En esa época se era nacionalista o de izquierda, mientras que ser peronista era como ser leproso. Entonces, Alicia ya tenía una formación muy importante. Y el Bebe era un tipo carismático, pero la persona de acción y la que confrontaba era Alicia. Cuando sucedió la invasión de los norteamericanos a Bahía de los Cochinos, ellos dos estaban ahí. Quien tenía más rango era Alicia. El Gordo era más el intelectual, el tipo que teorizaba. Pero recogen esa tradición de pareja política del peronismo.
–¿Qué influencia tuvo Alicia Eguren en la formación de Cooke?
–Alicia fue quien, de alguna manera, radicalizó ciertas posturas de John. Había un John William Cooke muy lúcido como, por ejemplo, cuando ejerció como diputado: un gran orador que defendió la reforma de la Constitución de 1949, que contemplaba todos los derechos de los trabajadores. Defendió también la expropiación del diario La Prensa. Y había un Cooke, también muy lúcido, a partir de la segunda etapa del peronismo, en la que ya no era diputado. Y después había un Cooke símbolo de la resistencia peronista de 1956 a 1959. A partir de 1959, cuando Perón le sacó “el bastón de mariscal”, vino la etapa cubana, en la que Alicia tuvo una gran influencia sobre el Bebe. De alguna manera, fue también la voz determinante en esa relación política porque Alicia entabló una relación muy fuerte con Ernesto Guevara. Fue el brazo derecho del Che para que muchos jóvenes militantes argentinos fueran a formarse a Cuba, tanto política como militarmente.
–¿Cómo es que llegó a convertirse en el delegado de Perón, quien lo llegó a nombrar al mando del movimiento en caso de que el líder muriera?
–Bueno, en 1955, cuando se produjo el bombardeo, Cooke no estaba dentro del gobierno. Perón le ofreció dos o tres días después la Secretaría de Ciencia y Técnica. En ese momento, el Gordo le dijo: “General, no es el tiempo de la técnica, sino de la política”. Y lo llevaron al frente del Partido Justicialista de Capital, para empezar a reorganizarlo, porque era un nido de burócratas. Con el golpe del ’55, lo fueron paseando por distintas cárceles. Y en ese momento él significaba el icono de la resistencia peronista, mientras había un montón de dirigentes que ya estaban negociando con la Libertadora. Entonces, Perón creyó en ese momento que el peronismo era un movimiento insurreccional y que el liderazgo, o el tipo más capaz de llevar a cabo ese tipo de corriente, era el Gordo Cooke. Haciendo el documental, nos preguntábamos: “¿Quería Perón que si él moría, al peronismo lo encabezara John Willian Cooke?”. Es una pregunta que está abierta. Entonces, lo nombró delegado y en el caso de que Perón falleciera, Cooke sería el heredero, algo que nunca más hizo Perón con ningún militante.
–¿Cuándo y por qué el peronismo consideró que Cooke no era la persona indicada para liderar el movimiento?
–Para 1959, el pacto Perón-Frondizi, cuyo artífice fue Cooke, había fracasado. También habían pasado la etapa insurreccional y la etapa negociadora. Se produjo una huelga icono de la resistencia peronista, que fue la del frigorífico Lisandro de la Torre, donde los trabajadores perdieron porque finalmente el frigorífico fue privatizado por Frondizi. Y ahí se produjo una gran derrota política de Cooke y, dentro del movimiento, comenzó a haber un gran macartismo contra él.
–¿Por qué Perón le quitó el cargo de delegado?
–Quizá porque empezó a creer que la instancia insurreccional ya había pasado, que venía una nueva coyuntura de esa resistencia peronista y que Cooke no era el tipo más adecuado para conducirla. Además, el Bebe no era un personaje obsecuente. Era un tipo díscolo, discutidor. El señalaba las cosas con las que estaba en desacuerdo con Perón. En esa relación epistolar de las correspondencias Perón-Cooke, él decía, por ejemplo, “Jorge Antonio es un burócrata millonario”. Todo el tiempo estaba marcando diferencias. Y me parece que eso a Perón lo seducía desde algún lugar porque no estaba plagado de alcahuetes, pero al mismo tiempo le molestaba.
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