CINE › ENCUENTRO CON THIERRY FRéMAUX, DIRECTOR DEL FESTIVAL DE CANNES
A diferencia de otros años, esta vez Frémaux no llegó solamente para relacionarse con el cine argentino, sino también para presentar una Semana del Cine Europeo e inaugurar “Ventana Sur”, un emprendimiento conjunto del Incaa y el Marché du Film de Cannes.
› Por Luciano Monteagudo
Aterrizó ayer a primera hora de la mañana y unos minutos después de hacer el check-in en el hotel ya estaba atendiendo a la prensa. Thierry Frémaux es, desde el 2001, el director artístico y general del Festival de Cannes, el más influyente del mundo. Y como tal, no sólo vino a Buenos Aires a interiorizarse del estado de la producción del cine argentino, como otros años. Esta vez su compromiso es más fuerte con el país: llegó para presentar hoy una Semana del Cine Europeo y para inaugurar mañana “Ventana Sur-Negocios de Cine”, el primer mercado del cine de Buenos Aires, “una coproducción”, como él mismo la llama, entre el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina (Incaa) y el Marché du Film de Cannes. En la charla con Página/12 no sólo se refiere a “Ventana Sur” (del cual éste diario ofrecerá mañana información más completa) sino también al presente y futuro de Cannes, que es un poco como decir el presente y futuro del cine.
–¿Cómo se perfila Cannes 2010?
–Cada año es muy especial, como la cosecha de un vino. Estamos en noviembre y a esta altura, con seis meses de anticipación, no puedo “escribir” la selección. Tampoco puedo pensar que voy a elegir tal o cual tipo de cine. Yo suelo decir que no soy yo quien elige las películas, sino las películas las que piden que yo las elija. Esa es la magia de Cannes, o de cualquier buen festival. Hasta el último día del proceso de selección no se sabe qué va a pasar, yo personalmente no lo sé. Todo es posible. Por supuesto, tengo determinadas películas en mis pensamientos, pero sé que es una situación muy delicada, muy frágil, y antes de poner un título o un nombre en un papel prefiero esperar a que las películas se confirmen. Es casi una superstición. Yo sé que en este mismo momento hay un montón de directores en el Planeta Tierra que están trabajando con la meta puesta en Cannes: son películas que vamos a ver en febrero, marzo, a lo sumo abril. Son ellos los que hacen el cine mundial de cada año. Por supuesto, yo tengo una influencia, una responsabilidad, porque la elección final es mía. Pero mi trabajo es estar muy atento y muy abierto.
–En Cannes de mayo pasado impactó, entre otras, Independencia, del filipino Raya Martin. ¿El festival se abre a nuevos nombres?
–No conocía a este director, porque es muy joven, tiene apenas 25 años. Pero veo la película y la reconozco dentro de esta nueva generación del cine de su país, un movimiento fantástico que se está dando en Filipinas. Elegir esa película para Cannes es una manera de “escuchar”, de entender, de abrirse al movimiento y al estado, al “ruido” del mundo. Es que la selección de Cannes siempre es un viaje: un viaje a través del cine y a través del mundo. El próximo viaje recién está empezando, vamos a ver si la selección del 2010 estará a la altura. Pero ahora que el 2009 está terminando, podemos decir con orgullo que las películas más importantes de este año se estrenaron en Cannes. Es nuestro deber. Y el deber es también ser muy humildes y muy democráticos: hay directores muy conocidos, otros que recién empiezan, pero antes del proceso de selección todas las películas, para nosotros, nacen libres e iguales. Voy a ver unas 1500 películas, para elegir finalmente 50, de las cuales solamente 20 participarán de la competencia oficial. Claro, hay gente que me dice, “para qué vas a ver 1500 películas si al final vamos a tener Lars Von Trier, Pedro Almodóvar, los hermanos Coen...” Sí, seguro, pero es que los grandes autores por algo lo son, y no queremos prescindir de ellos, son quienes siguen haciendo las mejores películas. En fútbol, Lionel Messi es uno de los grandes, ¿por qué no habría de incluirlo en mi equipo? Pero también nuestra misión es descubrir y poner arriba de la mesa no sólo los grandes directores, sino también a los nuevos, o los nuevos movimientos, a los que tenemos que acompañar.
–¿La juventud importa?
–Me gustaría aquí lanzar una pequeña ironía: las dos películas más jóvenes de la selección 2009 fueron Les Herbes folles, de Alain Resnais, que tiene 87 años, e Iréne, de Alain Cavalier, que ronda los 80. Aquí hay que volver a recordar que Cannes no es una competencia deportiva y que la juventud de una obra de arte o de un director no es la del cuerpo o de la edad, sino la de la imaginación.
–Usted está a punto de cumplir diez años al frente de la dirección de Cannes. A la manera de un balance, ¿qué le parece que respetó de la tradición del festival y cuáles fueron sus aportes y novedades?
–Lo primero que respeté de la tradición de Cannes, con la cual estoy completamente de acuerdo, es que lo más importante del festival son siempre las películas, el cine. Cannes es muchas cosas al mismo tiempo: una feria de vanidades, un acontecimiento mediático... Pero si en Cannes alguien no ve dos, tres, cuatro películas por día, no existe, no tiene de qué hablar. Desde el desayuno hasta el último whisky a las tres de la madrugada, en Cannes sólo se habla y se discute de cine. Esta es la herencia que asumí de Gilles Jacob. En cuanto a mis aportes, puedo decir que me preocupé por incorporar el documental, la animación, el cine de género a la competencia oficial, bajo la idea de que no hay un solo tipo de cine sino muchos. Estuve en Bombay la semana pasada y la concepción que tienen allí del cine es muy diferente de la Occidental. Y Cannes no es solamente el cine europeo y el norteamericano. Cannes es un patrimonio mundial. Y hay que protegerlo. Y pensar cuál es el modelo a seguir, que nosotros creemos que es mundial. Los cines nacionales se van a articular en un modelo mundial. Hay que mirar en otras direcciones, hay que llamar la atención sobre cinematografías no tan conocidas globalmente, como las de México, Corea del Sur, China, Rumania, Israel, que hemos reflejado en nuestras últimas ediciones. Y Cannes es el testigo de la emergencia de estas cinematografías y eso es muy importante para mí.
–¿Y el cine argentino?
–Lo veo muy bien, porque a diferencia de otros cines, que apenas sobreviven, el argentino es un cine que está muy vivo, muy conectado con su gente, con su historia, pero también con el cine mundial. Es un cine lleno de promesas, del cual siempre estamos esperando algo nuevo. Es además un cine muy diverso, que se lo puede pensar en tres grandes bloques: están los autores, como Lucrecia Martel y Lisandro Alonso; hay también un camino intermedio, como el que recorren Pablo Trapero, Adrián Caetano (a quienes hemos sumado a la competencia oficial) y Fabián Bielinsky, lamentablemente fallecido tan joven (podíamos esperar mucho de él), y el tercer bloque es el cine popular. Y a mí me encantaría tener una comedia popular argentina en Cannes. Me encantaría tener comedias en Cannes... Pero es un género muy difícil. Al margen, hay un cineasta que yo considero uno de los padres del cine argentino, que es Pino Solanas. En Lyon, en el Instituto Lumière y en la Escuela Normal Superior, doy cursos de cine y mi curso sobre el documental incluye grandes nombres, como el de Solanas, que abrió un camino único y muy especial en este campo. Esa continuidad y esa diversidad del cine argentino es la que me llama la atención.
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