CINE › SEX & DRUGS & ROCK & ROLL, LA BIOPIC SOBRE LA VIDA DE IAN DURY
Quizá porque la historia sólo le dejó el lugarcito de su hit “Sex and drugs and rock’n’roll”, el director Mat Whitecross se propuso rescatar una figura que supo tender puentes entre el rock y el music hall, protagonista de la bohemia londinense.
› Por Jonathan Romney *
Es una de esas grandes frases pronunciadas alguna vez en el escenario, y pertenece a Ian Dury, hablándole a un pibe de las primeras filas. “Me gusta tu remera.” Pausa. “Pero no me gustás vos.” Suele decirse que el músico y cantante perteneció tanto al music hall como al rock and roll, y es verdad: tendió un puente entre George Clinton y Gene Vincent de un lado del estanque y Max Wall y Noel Coward en el otro. Y la manera en que utilizó su discapacidad –contrajo poliomelitis en la infancia– para parodiar y subvertir la habitual exhibición de un cantante de rock lo convirtió en un performer artístico por excelencia. Una vez, en el 100 Club de Londres, hizo una entrada inolvidable, atravesando la audiencia con su bastón hasta que un plomo lo llevó en andas hasta el escenario.
Sex & Drugs & Rock & Roll, la película dirigida por Mat Whitecross y escrita por Paul Viragh que se acaba de estrenar en Inglaterra, viene a recordar que Dury fue una figura bastante más compleja que ese personaje de voz ronca que lo convirtió en una estrella. Que fue producto del mundo de las escuelas de arte inglesas y un ciudadano de la bohemia londinense del jazz de los ’60 y ’70. Eso es al menos delineado en esta algo confusa pero de todos modos vibrante biopic que celebra a su protagonista sin dejar de capturar la esencia de su brillantez y sus rarezas.
El film es un patchwork de episodios dramáticos, una narración fellinesca con Andy Serkis como Dury e impactantes animaciones de Peter Blake. Se ve a Dury como en luchador líder de Kilburn and the High Roads, una banda de inadaptados demasiado extraños como para conseguir algún logro comercial. Contra todo pronóstico de éxito, Dury está dedicado a su arte, a veces a costa de sus seres amados: en el film se ve a su primera esposa, Betty (Olivia Williams), en trabajo de parto mientras Dury ensaya con su banda en el sótano. De pronto ella aparece, con el rostro enrojecido: “Acabo de parir. ¿Hay alguna chance de que bajen un poco el volumen?”. Hay que tomarlo con un poco de sal: como el mismo Dury remarca, “nunca dejes que la verdad te arruine una buena historia”.
En esta historia de-mendigo-a-millonario, Dury cambia el amor de una buena mujer por otra (Naomie Harris), encuentra un co-compositor (Chas Jankel, interpretado por Tom Hughes) que puede darle forma a un hit y se convierte en una estrella. Pero rápidamente la fama demostrará ser amarga para un hombre acostumbrado a la oscuridad. “¡Tocame!”, grita un fan. “No soy el fucking Papa, ¿o sí?”, responde Dury. Pronto se encontrará con todo su entorno en una casa de campo, y regodénadose en sus explosiones de carácter en el estudio.
Los flashbacks sirven para volver a las fuentes del espíritu desafiante, abrasivo del artista: su infancia en un hogar de dureza dickensiana, con Toby Jones como supervisor. Y no será una bioopic en toda la regla sin aflicciones paternas. El padre de Dury (Ray Winstone), que trabajaba de chofer, aparece en brumosas reminiscencias, un héroe que le enseña al joven Ian a pelear por sí mismo. Pero la película es más certera cuando echa un vistazo a las propias fallas de Dury como padre de Baxter (Bill Milner), el pibe que se puede ver en la tapa de New Boots and Panties!! A medida que la carrera de Dury se extingue, el film empieza a concentrarse cada vez más en la historia de Baxter, cuyos problemas empiezan cuando su padre lo deja al cuidado del temible Sulphate Strangler (Ralph Ineson), quien tiende a dejar sus pastillas tiradas por cualquier lado, al alcance de todos. La emotiva performance del joven Milner ayuda a que Sex & Drugs... deje una visión íntima más sobre las contras de tener padres famosos que sobre la fama en sí, o sobre el mismo Dury. Hay mucho de lo que hizo al hombre psicológicamente, y no suficiente sobre lo que lo hizo culturalmente: se puede tener un vistazo de sus años en la escuela de arte, y más de la escena hip en una secuencia en una fiesta.
Mat Whitecross codirigió El camino a Guantánamo con Michael Winterbottom, y de hecho Sex & Drugs recuerda al 24 Hour Party People de Winterbottom. Su presentación como una puesta en escena biográfica de Dury es apenas la estructura para una narrativa en fragmentos, sin aliento, y eso logra tapar los parches psicólogicos y alguna obviedad: he aquí otra biopic en la que, cuando la fama destruye al héroe, su novia anuncia gravemente: “Ya no sé más quién sos”. Aun así, Sex & Drugs & Rock & Roll es una buena celebración de Dury, la película pensada como tributo. Serkis –alguna vez célebre por ponerle el cuerpo a Gollum en El señor de los anillos– atrapa las maneras y consigue el modo perfecto para reproducir el estilizado lenguaje facial de Dury, los tics cómicos y sus revoleos de ojos. El mismo canta las canciones, acompañado por The Blockheads –la vieja banda de Dury– y lo hace con gusto y precisión, consiguiendo tanto su rugido como sus inflexiones de cantante lounge. La cara de Serkis incluso consigue que no haya una sola escena en la que no se lo vea considerablemente más perverso y amenazado que el mismo Dury. Es una fuerza que le da al film el poder que necesita. Aunque por momentos se siente más descuidado que punk, Sex & Drugs & Rock & Roll es un trabajo honesto, que hace un buen alegato para incluir el trabajo y la personalidad de Ian Dury en cualquier lista de la cultura británica.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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