CINE › DAYBREAKERS, VAMPIROS DEL DíA, DE LOS HERMANOS SPIERIG
Aunque el tema suene trillado, el dúo de realizadores australianos consigue un producto bastante digno: la premisa es un 2019 en el que casi todos son vampiros, y quedan tan pocos humanos que la batalla por sangre fresca es inevitable.
› Por Horacio Bernades
Una nueva pareja de hermanos mellizos que dirigen juntos, una nueva película de vampiros. A pesar de ello, si algo no se siente en Daybreakers, vampiros del día es el gusto rancio de la repetición. Nacidos en Alemania y radicados en Australia, los hermanos Michael y Peter Spierig no se dejan patotear en su película de presentación en Hollywood por las convenciones genéricas ni por las imposiciones del gran espectáculo, practicando nuevas variantes sobre un canon –el del vampiro cinematográfico– que a pesar del uso y el abuso sigue renovando su sangre. Sin llegar a ser una gran película, la segunda de estos twin brothers (tienen una previa en Australia, Undead, 2003) logra tomar distancia del típico producto-Hollywood, escapando por una de las tangentes de más probada productividad: la del espíritu clase B.
La primera variante (aunque ya lo había hecho Blade) es llevar a los vampiros al futuro, poniéndolos en un marco de cine de anticipación. Fiel a las mejores tradiciones, Daybreakers usa el futuro para hablar del presente. El año es 2019. “Se cumplen diez años del momento en que se desató el virus”, informa el noticiero, como para que quede claro. Vaya que el virus prendió, rápido y generalizado: el grueso de la población es vampírico, los políticos lo son y también los conductores de televisión, los científicos y hasta las top models. “Soy senador y vampiro, no me falta nada”, bromea uno de los vampiros “buenos”. Eso también estaba en Blade, tomado a su vez de X-Men: hay, en el mundo del futuro de Daybreakers, vampiros progres y vampiros fachos, para decirlo mal y pronto. Ver, por ejemplo, los miembros del Ejército Vampírico, todos blindados y de negro, como SS del futuro.
Y los que no son fachos son guachos. Básicamente, los representantes de la megacorporación dominante. Sobre todo su dueño, Charles Bromley, que permite la reaparición de Sam Neill y brinda, por lo tanto, uno de los grandes alegrones de la película. El tema es que ya casi no quedan seres humanos en ese futuro, y los pocos que quedan son cazados, para servir de alimento (o bebida) al conjunto de la población. Pero con lo que hay no alcanza, motivo por el cual la Corporación Bromley intenta desarrollar a las apuradas un sustituto hemoglobínico, proyecto a cargo del hematólogo Edward Dalton (Ethan Hawke). Edward, que se niega a beber sangre de humano (¡llega a rechazar, durante una cena, una botella añejada en cubas de roble!) descubrirá, sin embargo, que su jefe guarda en la manga ases bastante más sangrientos.
Mientras tanto, un pequeño grupo de resistentes se arma. Lo integra la bella Audrey Bennett (la australiana Claudia Karvan), lo lidera el mítico Lionel Cormac, más conocido como Elvis (Willem Dafoe), y los vamprogres están invitados a sumarse a él. Al mismo tiempo, la falta de alimento comienza a hacer retroceder a parte de la población a su estado más primitivo, con largos colmillos, grandes alas, orejas en punta y un hambre feroz de carne humana. O vampírica, lo mismo da. Daybreakers cultiva un retrofuturismo de edificios modernísimos y look vestimentario años 40, incurriendo en esa manía de tanto cine de anticipación contemporáneo, que parece creer que si no recurre al monocromatismo le van a retirar la tarjeta del Club Cool. En este caso, un gris acerado tiñe todo.
El relato despliega demasiadas líneas, con lo cual algunas de ellas, que daban para más (la de los vampiros animalizados, reprimidos por la policía como indeseables) quedan a medio camino. Aunque la película no lo cultive como línea básica, el costado pulp funciona bien, con picos de sangre, alguna escena de canibalismo, un par de descabezamientos y una ordalía ralentizada que parece El Bosco en versión coreográfica. Lo que no funciona tan bien son los toques de humor, esenciales a la clase B y depositados sobre todo en el personaje de Willem Dafoe, que queda en una extraña media agua, entre el comic relief y la solemnidad.
Sin llegar a alturas siderales, lo mejor de Daybreakers es el costado aventurero, con ese grupo de resistentes con ballestas lanzaflechas, cuya solidaridad en la acción remite a Howard Hawks, John Carpenter y el George Romero de Tierra de los muertos. Además de algunas líneas de diálogo que son como paráfrasis de Raymond Chandler. Como cuando Ethan Hawke reflexiona, con amargura: “La vida es una mierda, y encima no te morís nunca”. Suerte de vampiro.
7-DAYBREAKERS, VAMPIROS DEL DIA
EE.UU., 2009.
Dirección y guión: Michael Spierig y Peter Spierig.
Fotografía: Ben Nott.
Intérpretes: Ethan Hawke, Willem Dafoe, Claudia Karvan, Sam Neill, Michael Dorman e Isabel Lucas.
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