CINE › ENTREVISTA A SOLEDAD VILLAMIL, FLAMANTE GANADORA DEL GOYA COMO ACTRIZ REVELACION
La protagonista de El secreto de sus ojos dice que esa película le ha generado “una larga cadena de satisfacciones”, desde que leyó el guión hasta este presente de halagos internacionales. Y que quiere que gane el Oscar para ayudar al cine argentino.
› Por Oscar Ranzani
Sus conciertos en el Centro Cultural Torquato Tasso, donde está presentando Morir de amor, su segundo disco como cantante, le impidieron a Soledad Villamil viajar a Madrid a recibir el Goya a la Actriz Revelación que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España le otorgó el domingo a la noche, por su brillante labor en El secreto de sus ojos. Ni siquiera pudo estar pegada frente al televisor para conocer el desenlace de una noticia importante. “Me llamaron amigos que estaban viendo la transmisión”, cuenta en diálogo con Página/12, al tiempo que asegura que no lo esperaba, en parte porque desconocía el resto de los trabajos por los cuales estaban nominadas el resto de las actrices. “Uno tiene la referencia de los Goya como premios que son de un reconocimiento internacional. Nunca me imaginé que iba a tener uno de esos premios... Evidentemente, también es parte de todas las alegrías que he estado recibiendo de El secreto de sus ojos, desde la lectura del guión hasta este momento.”
La actriz recalca que El secreto... trazó “un camino largo de satisfacciones que se encadenan unas con otras”. En principio, volver a recibir una propuesta de Juan José Campanella (había sido la protagonista junto a Ricardo Darín de El mismo amor, la misma lluvia) la alegró “muchísimo”. Después de aquella primera experiencia, “me habían quedado muchas ganas de volver a trabajar con él”, confiesa. “Después leí el guión y me pareció completamente extraordinario. Luego vino el proceso de filmación, que fue superinteresante y que implicó para mí un gran desafío actoral. También todo lo que ocurrió después del estreno, lo que sucedió con los espectadores. Y ahora, los premios”, afirma.
–¿No es un poco incongruente por parte de la Academia de Cine de España que la hayan nominado en la categoría Actriz Revelación teniendo en cuenta su trayectoria?
–No soy quién para cuestionar ese aspecto. Quizás hubiese sido más raro aquí, en la Argentina. Pero también pienso que para ellos pudo haber resultado una revelación mi trabajo. Y la verdad es que lo recibo con una enorme alegría y con orgullo.
–¿Qué puertas le abre este reconocimiento?
–No lo sé exactamente, veremos qué ocurre a partir de ahora. En general, soy alguien que se toma su trabajo con bastante facilidad. Trato de no dejar llevarme por la ansiedad o por la especulación en relación con los resultados. Busco trabajar mucho y estar contenta con lo que hago, y los resultados los mido una vez que ocurren. En este caso es lo mismo. Si luego existe la posibilidad de trabajar en España o también darle curso a mi trabajo musical allá, son ideas o proyectos que me dan felicidad y veremos si se terminan concretando. Pero hoy estoy festejando esto.
–¿Qué cree que es lo que más gusta de El secreto de sus ojos?
–Algo muy particular de la película es esta combinación de géneros y de temáticas que están hechos de una manera magistral. Primero, desde el guión de Campanella y Eduardo Sacheri, y luego desde la dirección de Campanella. Permiten esta fluidez del policial a la historia de amor. También muestra una situación sociopolítica del país. Hay que tener mucha maestría técnica para poder plasmar todas esas ideas, esos climas y esas emociones y que sean tan fluidos unos con los otros. Eso es algo que observo como muy singular.
–¿Cómo vivió el fenómeno que El secreto... generó en la Argentina?
–Lo observo como algo que excede lo estrictamente cinematográfico. Evidentemente, la película ha tocado un punto de sensibilidad importante. Lo atribuyo bastante a todo esto que venimos hablando y también al aspecto más histórico-político de la película, que pone la lupa sobre un momento histórico que quizá no ha sido tan retratado por el cine. En general, el cine argentino se ha ocupado más de años posteriores a la dictadura. Pero ese momento previo tan caótico, tan confuso y tan tremendo está menos retratado. Y también creo que, en realidad un poco lamentablemente, las situaciones que se retratan siguen ocurriendo en algunos sentidos: esta sensación de que la Justicia tiene un alcance tan corto, que está tan a merced de otro tipo de intereses. La película ha tocado el lugar de verdad en el corazón del espectador. Estoy convencida de eso, hubo una sintonía muy profunda.
–¿Y por qué cree que siendo culturas diferentes, a pesar de los lazos que unen a los pueblos, El secreto... también fue muy valorada por el público español?
–Creo también que esto de “pinta tu aldea y pintarás el mundo” es un lugar común, pero también bastante cierto. Cuanto más profundamente y con más detalle uno se mete en una historia en particular, más universal termina tornándose, porque finalmente todos somos seres humanos. Y estos conflictos, cuando están pintados con tanta verdad (porque son tan particulares), terminan siendo reconocibles en cualquier lugar.
–¿Ese puede ser uno de los motivos en la decisión de nominar la película al Oscar, es decir, que cuente una historia universal, pero con sabor local?
–Sí, seguramente. Me resulta difícil imaginar los motivos que llevan a la Academia de Hollywood a nominar películas y también sé que son votaciones muy amplias, con muchos miembros. Me excede un poco esa especulación, pero calculo que algo de los valores que la película entraña tiene que ver, pero también con el tratamiento y la calidad como película en sí.
–¿Y qué expectativas le genera esa nominación?
–Obviamente espero que la película gane el Oscar. Y también tengo una expectativa sobre todo en relación con la industria de cine en la Argentina, que pueda promover la producción de films acá. Me interesa mucho ese aspecto: que la valoración de una película en particular como ésta pueda hacer más fluida la producción de largometrajes acá.
–Es una visión solidaria.
–Es que sería medio ignorante medirlo desde otro lugar. Uno no se salva solo. La idea es que el beneficio sea para todos. Por lo menos, que se pueda hacer una mayor cantidad de películas, acorde al talento y a las capacidades que existen hoy en día para hacer cine en nuestro país.
–¿Qué es lo que más admira del cine de Campanella?
–Por un lado, esta capacidad que tiene de combinar lo popular, la posibilidad de llegar a un número importante de espectadores con películas con mucho contenido. Esta cuestión de contar una historia con sustancia no está peleada con la idea de la popularidad, de lo masivo. Es un director generoso.
–¿En qué sentido?
–En que no ahorra en trabajo y en brindar elementos para que el espectador pueda involucrarse en una historia. Y en el caso de El secreto de sus ojos, ha sido tremendamente generoso en cuanto a la cantidad de elementos que plantó en la película y que se van desarrollando paralelamente, que se pueden disfrutar y que, además, dan justamente para lo que ocurre: que la gente la vea más de una vez.
–¿Cómo fue el reencuentro actoral con Ricardo Darín, diez años después?
–Como si hubiésemos interrumpido una conversación y la hubiéramos retomado en el mismo punto. Fue un placer total, hubo mucha comunicación, mucha afinidad. El es un actor enorme. Justamente tiene algo que a mí me interesa mucho, que es esta cosa de hacer que lo difícil parezca fácil. Entonces, también es muy fácil poder trabajar con él. Nos apasionamos mucho por las escenas, por los personajes, por lo que hay que contar. Lo conversamos y le damos para un lado o para el otro. También es muy buen compañero, muy divertido. Y eso colabora mucho porque son jornadas muy cansadoras, donde el buen clima es un aspecto muy relevante de la cosa.
–Ahora, con todo el camino recorrido, si tuviera que decir qué es lo que más le impactó del guión para aceptar el protagónico, ¿qué diría?
–Esa especie de prensa donde se van entretejiendo las historias, porque en la lectura del guión pude seguir perfectamente todas las líneas y emocionarme, reírme, enamorarme, y que en ningún momento una línea perdiera con respecto a las otras.
–¿Cómo fue trabajar el mismo personaje tanto en el suspenso como en el drama afectivo?
–El personaje planteaba muchos desafíos. Uno era que el contexto de la historia de amor era en casi todas las situaciones tan tenso y tan dramático que se tenía que dejar traslucir la historia de amor sin que realmente se pudiera darle curso. En esos términos es muy poco lo que los personajes se dicen. Es mucho más lo que cuentan justamente los ojos, las miradas y los subtextos que lo que las escenas desarrollan en cuanto a la historia de amor. Y eso fue un desafío importante. También los cambios de edad.
–¿Cómo es el momento de creación de un personaje? ¿Qué método emplea y cómo fue en el caso de El secreto...?
–Mentiría si dijera que tengo un método, porque para cada proyecto, película y personaje es distinto. En este caso hubo preparación y ensayos. Fui bastante a Tribunales, me metí un poco en ese mundo que desconocía completamente. No tenía idea de qué era una secretaria de juzgado, cómo estaba organizado el escalafón en la Justicia. Hablé con jueces, con secretarias que me contaron también cómo eran las pautas de la Justicia veinte o treinta años atrás y cómo son ahora. Traté de embeberme mucho porque mi personaje está continuamente en situación de trabajo. Es alguien que en casi toda la película se encuentra en funciones. Y era importante también poder pintar cómo esta mujer había entrado de una manera a la Justicia y cómo el recorrido adentro de ésta la habían transformado a ella y a su relación con la Justicia.
–De chica usted estudió piano, guitarra y flauta traversa. Si la música fue su primera vocación, ¿por qué surgió antes la actriz?
–Cuando terminé el colegio secundario, que paralelamente entrenaba en los dos aspectos, no me decidía por ninguna carrera universitaria. Así que empecé a estudiar en la Escuela Municipal de Arte Dramático y con Ricardo Bartís, que fue mi primer director. Empecé a trabajar con él en Ofelia, en el Teatro San Martín, en el año ’92. Y esa versión de Hamlet, que fue bastante renombrada en su momento, atrajo a muchos directores y productores, y empecé a trabajar a partir de eso. Pero siempre cultivé lo musical como el otro aspecto de mi vocación artística. Y hace unos años, por suerte, pude hacerlos confluir.
–Cuando canta, ¿también crea un personaje?
–Cuando canto son diversos personajes, ánimos, paisajes emocionales. Depende de la canción. Cada canción es una especie de pequeño guión de tres minutos o de pequeña historia. Eso es algo extraordinario que tiene la canción y que me permite muchas veces pintar un personaje, una emoción. Cada canción tiene su mundo.
–¿Qué puede expresar con el canto que no le permitía la actuación?
–No lo veo en ese sentido, porque no es que me sentía limitada en la actuación y por eso empecé a cantar. El canto tiene un aspecto de expresión primaria más contundente. Cantar libera mucho. Esto lo sabe cualquiera que cante, aunque sea en la ducha. Pero, además, poder hacer de eso un elemento de comunicación con el público me amplía como artista. Lo siento como parte de la misma búsqueda. No diría que está uno por encima del otro. Quizás es como el caso de un artista plástico que un día pinta en acuarela y otro en óleo. Son elementos expresivos y está bueno poder optar por uno o por el otro, de acuerdo con lo que uno quiera contar.
–Al igual que en el teatro, y a diferencia de lo que sucede con el cine, con el canto se enfrenta a un público. ¿Cómo vive ese momento? ¿Es un espacio de mayor libertad o es condicionante?
–El escenario es un espacio de mucha libertad. Lo siento así desde siempre. Digo de libertad en el sentido de que lo que ocurre ahí sucede por única vez. Por más que se repita la función, siempre es distinto y el público también. Es la sensación de ceremonia, de acto único y sagrado, sin ser solemne. Es muy expansivo.
–¿Su carrera actoral tiende a consolidarse en el cine o la televisión sigue interesándole?
–No hago distinción de medios, porque un buen proyecto se puede dar en cine, televisión o teatro, y un mal proyecto también se puede dar en los tres. Así que no tengo preferencia en cuanto al medio.
–A esta altura, ¿podría vivir sin actuar?
–¿Se refiere a una cuestión económica?
–No, más bien espiritual.
–No, no podría vivir sin actuar, ni sin cantar. No podría vivir sin encontrar un espacio de expresión.
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