CINE › STEVE BUSCEMI, ENTRE EL CINE INDEPENDIENTE Y LAS PELíCULAS MAINSTREAM
Su apostura física no le auguraba grandes oportunidades, pero Buscemi se abrió camino... aunque en varias de sus películas termina muerto, a veces de manera especialmente violenta. Ahora aparece en City of War: The Story Of John Rabe, de Florian Gallenberger.
› Por Stephen Applebaum *
Steve Buscemi nunca será recordado como miembro de la beautiful people de Hollywood ni podrá conseguir trabajos como protagonista romántico. Pero en su apariencia lejana a la perfección, su aspecto común y sin adornos reside gran parte del encanto de este actor nacido en Nueva York. En una era en la que hasta los políticos sucumben a la vanidad de batirse el pelo, da una sensación de autenticidad; aunque a menudo sus personajes quebrados, débiles, con algo de comadreja, son desagradables, al menos producen empatía por sus fallas, sus vulnerabilidades e inseguridades. Precisamente porque Buscemi parece un tipo cualquiera. Como su amigo y colaborador Jim Jarmusch observó una vez: “En los personajes que interpreta y en su propia vida, Steve representa esa parte de todos nosotros que no está al tope del mundo”.
A menudo, Buscemi se ha encontrado metido en personajes que a duras penas salen ilesos de la película, si es que salen con vida. En Fargo, de los hermanos Coen, su personaje de sinvergüenza Carl Showalter terminaba metido en una trituradora de madera, en una secuencia inolvidable. Su salida de Los Soprano fue dramáticamente facilitada por un balazo a cargo del mismísimo Tony Soprano. Aunque últimamente sus personajes han tenido mejor suerte, los golpes, cortaduras y asesinatos fueron en un punto tan frecuentes que, cuando recibía un guión, Buscemi empezó a mirar primero las últimas páginas para ver si su personaje terminaba vivo o al menos en una sola pieza.
Ahora aparece como una figura basada en la vida real en City of War: The Story Of John Rabe, una película de guerra del alemán Florian Gallenberger que ya ha cosechado algunos premios. Allí, Buscemi es un médico estadounidense en Nanking, en 1937, que forma parte de un grupo de extranjeros liderados por John Rabe (Ulrich Tukur), manager de una rama china de la empresa Siemens y miembro del partido nazi. Rabe utilizó sus influencias con los invasores japoneses para crear una zona segura para civiles chinos durante el saqueo de Nanking, salvando alrededor de 200 mil vidas. En ese contexto, la bandera nazi, en vez de ser un símbolo de muerte y opresión, se convierte irónicamente en un símbolo de seguridad. Este elemento le significó un dilema a Gallenberger, pero Buscemi dice que “nunca tuve ningún remordimiento sobre eso. Estuve realmente interesado en la historia desde el mismo comienzo, incluso antes de leer el guión. Amo las historias sobre personas complejas, y John Rabe, según creo, era una persona muy compleja”.
No es la primera vez que Buscemi aparece en una película que refleja las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. En 2001 interpretó a un prisionero en Auschwitz-Birkenau, en la perturbadora The Grey Zone, de Tim Blake Nelson: un desgarrador drama sobre el Holocausto que evitaba todo sentimentalismo al estilo La lista de Schindler. La película no pudo conseguir distribución cinematográfica en varios países, a pesar de tener un reparto de calidad, que incluía a Buscemi, Harvey Keitel, Mira Sorvino, Allan Corduner y David Arquette. Buscemi se toma con filosofía el destino del film. Con la experiencia de otras películas suyas que corrieron la misma suerte, aprendió “muy temprano que la experiencia que hay que atesorar es la misma filmación... quiero decir, es buenísimo que una película llame la atención. Pero ahora estoy agradecido con que sólo consiga estrenarse”. El actor ya tenía este pensamiento cuando se enganchó con un desconocido cineasta llamado Quentin Tarantino para un thriller de bajo presupuesto llamado Perros de la calle. Sería la película que convirtió a Buscemi en una figura reconocida.
Buscemi es hijo de un trabajador de sanidad y una recepcionista de hotel. Le empezaron a gustar las películas a través de su madre, que a menudo los llevaba a él y a sus hermanos al cine; más tarde desarrolló un gusto por el teatro. La actuación le interesó desde muy pequeño, “pero nunca creí realmente que fuera algo que pudiera hacer”, señala. Dos años después de terminar la secundaria, se anotó en el Lee Strasberg Theatre and Film Institute de Manhattan y se dedicó a estudiar actuación de día y hacer comedia stand up por las noches. Era lo suficientemente bueno como para conseguir un lugar en el prestigioso club de comedia The Improv, pero se dio cuenta de que quería ser más actor que comediante: “Me gustaba más trabajar con otra gente que estar parado ahí solo”.
De todos modos, no abandonó completamente el género. A comienzos de los ’80 formó un surrealista acto doble con Mark Boone Jr., que duró casi una década. Fue el mismo momento en que conoció a su futura esposa, Jo Andres, una innovadora coreógrafa y cineasta; sus ojos se abrieron al arte de performance y la escena de teatro experimental que estaba explotando alrededor suyo en el East Village. “Una vez que me involucré en eso, mi mundo se abrió”, explica. Su primer trabajo en pantalla llegó por cortesía de Eric Mitchell, quien lo seleccionó para The Way it Is. Pero fue su tercera película, Parting Glances, en la que encarnó a un músico de rock muriendo a causa del HIV, la que “mantuvo la pelota rodando”, según Buscemi: “Las primeras dos películas no fueron estrenadas hasta después de Parting Glances”.
Aunque trabajar con gente como Jim Jarmusch, Tom DiCillo, Alexandre Rockwell y los hermanos Coen lo convirtió en una especie de icono del cine independiente estadounidense, Buscemi se las arregló para no quedarse en ese casillero apareciendo también en películas mainstream, como el Armageddon de Michael Bay y Con Air, producida por Jerry Bruckheimer. “Yo sólo voy donde hay un trabajo interesante –describe–. Eso ha sido en primer lugar en el cine independiente, pero ciertamente no me opongo a hacer un trabajo más comercial.” La mejor paga que llegó con los vehículos comerciales también le dio el respaldo financiero para dirigir sus propias películas, como Entrevista (2007), protagonizada por Sienna Miller y él mismo. “Me ayuda a estar tranquilo con respecto a que después puedo hacer una película más grande y estará OK”, dice.
En honor a la verdad, una mirada al creciente curriculum vitae de Buscemi, que ahora incluye también un rol en el programa de HBO Boardwalk Empire (impulsado por Martin Scorsese), sugiere que probablemente lo esté haciendo mejor que simplemente “OK”. Entonces, ¿qué hay de esa cita de Jarmusch acerca de no estar al tope del mundo? “Creo que no es bueno estar en la cima –dice, en una frase muy anti James Cameron–. Debe ser muy solitario estar allí. Prefiero estar con todos los demás.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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