CINE › OS FAMOSOS E OS DUENDES DA MORTE Y LES BEAUX GOSSES CIERRAN LA COMPETENCIA OFICIAL
Ambos films de iniciación vienen de ser justamente premiados en varios festivales. El brasileño está ambientado en un pueblito “tirolés” de Rio Grande do Sul; el francés, en una pequeña ciudad de provincia, de clase media baja y racialmente integrada.
› Por Horacio Bernades
Cuando se habla de “cine joven” se habla también, a veces, de películas que tienen a jóvenes por protagonistas. Es lo que sucede con frecuencia en el Bafici. En la presente edición, un tercio de las películas de la Selección Oficial Internacional (el número se acrecienta en Cine del Futuro, otra de las secciones competitivas) hacen foco en jóvenes. Como queriendo remachar que ésa es una de sus líneas más fuertes, las últimas dos películas en competencia son films de iniciación. Opera prima del paulista Esmir Filho, Os famosos e os duendes da morte viene de presentarse en gran cantidad de festivales (Locarno, Pusan, Berlín, entre ellos) y de ser premiada en otros tantos (Río de Janeiro, La Habana, Valdivia). No difieren mucho los antecedentes de la francesa Les beaux gosses, presentada en Cannes, Londres y Pusan, y reciente ganadora del César a la Mejor Opera Prima. Ambas cierran una competencia que puede considerarse de las más compactas en la historia del Bafici, con varios puntos altos (Police, Adjective, La bocca del lupo, Putty Hill, Bummer Summer, Alamar) y ni un solo fiasco.
Basada en una novela y coescrita por el autor, Os famosos e os duendes da morte es una historia de pueblo chico. La película de Filho transcurre en un pueblito, como muchos de Rio Grande do Sul, fundado por alemanes. No hay mucho para hacer allí, más que dar alguna vuelta por los alrededores y darse un poco vuelta también, con un porrito que pasa de mano en mano. Tal vez por eso, y porque como buen adolescente no tiene casi diálogo con su madre viuda, el protagonista se refugia en Internet. Fan de Dylan, su nombre de fantasía (y el de su blog) es Mr. Tambourine Man. En el film, contado desde el interior del protagonista, los sueños y fantasías –incluyendo algunas de videogame– aparecen en continuidad con lo real. Esto se incrementa en el caso de cierta pareja fantasmal y sobre todo de su integrante masculino, que empieza siendo una figura amenazante y termina como posible objeto de deseo.
El riesgo del esteticismo, presente sobre todo al comienzo de la película –nocturnal y lujosamente fotografiada–, se ve contrapesado por el fuerte sentido de localización que el realizador imprime al relato. Ese pueblito como del Tirol, incrustado en medio de los morros, es como una postal de la alienación que se hace cada vez más sofocante. Dos largas escenas llevan al extremo ese angst adolescente y pueblerino. Una es una conversación entre el protagonista y su mejor amigo, que evalúan un posible suicidio parados sobre el puente desde el que la gente del pueblo suele tirarse, casi como costumbre local. La otra es la escena final, con el pueblito celebrando su fiesta anual. Todos vestidos de tiroleses, es como si se hubieran atrapado a sí mismos en una Selva Negra trasplantada. Si alguna clase de angustia se respira en Les beaux gosses es, en cambio, la simple ansiedad sexual. La ópera prima del descendiente de árabes Riad Satouff va a lo básico, y con ello logra no sólo hacer reír, como buena comedia sexual que es, sino también pintar una Francia que el cine francés no suele mostrar: una de pequeña ciudad de provincia, de clase media baja y racialmente integrada, que parecería ignorar hasta el sentido mismo de la palabra chic.
Son feos los barritos que tachonan los rostros de los protagonistas –cuatro de los chicos más comunes de un colegio secundario–, es fea la ropa que usan, algunas de las cosas que hacen o les pasan (despreciar a una chica porque es, justamente, fea, masturbarse con medias, eyacular precozmente) y es fea, muy fea, la banda de sonido, compuesta por el propio Satouff. Sin embargo, Les beaux gosses quiere decir “los chicos lindos” y está muy bien que la película se llame así, porque la cámara observa todo eso con tanto cariño y complicidad, con un buen humor tan contagioso, que todo ese feísmo se vuelve, a sus ojos, irresistiblemente lindo. Con algunas de las escenas más divertidas de todo el festival (la consulta sexual al espíritu de Hitler, durante una sesión de espiritismo casero, es una de ellas), Satouff pasa de una rusticidad visual que le sienta de perillas a alguna que otra torpeza narrativa que se disculpa, así como se le disculpan a los protagonistas sus metidas de pata.
* Os famosos e os duendes da morte se proyecta hoy a las 18.15 y mañana a las 13, en ambos casos en el Atlas Santa Fe 1. Les beaux gosses, hoy a las 22.45 en el Atlas Santa Fe 1 y mañana a las 14.45 en el Teatro 25 de Mayo.
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