CINE › WOODY ALLEN PRESENTO SU NUEVA PELICULA EN EL FESTIVAL DE CANNES
You Will Meet a Tall Dark Stranger, su largometraje número 41, no lo encuentra en su mejor forma como cineasta, pero Woody se lució ante la prensa como un stand up comedian.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
“Mi perspectiva de la vida siempre ha sido la misma: tengo una visión muy agria, muy negativa. Desde mi adolescencia pienso que la vida es una experiencia oscura, dolorosa, dañina. Y que la única manera de ser feliz es mentirse, engañarse a uno mismo. No soy el primero en decirlo: ya lo dijeron Nietzsche, Freud, Eugene O’Neill. Lo dijeron antes y mucho mejor. Si uno mira la vida de frente, con honestidad, es algo intolerable.” Quien habla de esa manera, más en serio que en broma, a pesar de las risas del auditorio, es Woody Allen, que ayer llegó al Festival de Cannes a presentar, fuera de competencia, su nueva ¿comedia?: You Will Meet a Tall Dark Stranger, su largometraje número 41.
Siempre se supo de esta concepción de la vida de Allen, con la que él ha venido divirtiendo al mundo desde los tiempos de Dos extraños amantes, hace ya más de treinta años. Pero se diría que Woody está últimamente –desde Match Point y El sueño de Cassandra– más pesimista que nunca. Sus personajes se han vuelto más cínicos, más egoístas, más dañinos, capaces de matar por mera ambición incluso. Y sus películas, hay que reconocerlo, no se han vuelto necesariamente mejores.
Es el caso ahora de este vodevil triste y desesperanzado que vino a lanzar en la vidriera de Cannes y que no lo encuentra precisamente en su mejor forma.
Como tantas otras veces en su obra, en You Will Meet a Tall Dark Stranger también hay una multiplicidad de personajes, parejas y matrimonios de distintas edades, que deben lidiar con sus frustraciones, sus amores contrariados, sus deseos insatisfechos y sus pequeñas mezquindades, que en este caso no llegan a ser particularmente graves. Ni tampoco causan demasiada gracia. Las escasas risas y el tibio, apenas respetuoso aplauso que recibió ayer la película en su primer pase de prensa en la sala de Grand Théâtre Lumière no hicieron sino reflejar la falta de pulso y el decaimiento general de la película.
De hecho, fue mucho más rica y entretenida la conferencia de prensa, en la que Woody –pese a un resfrío que lo dejó al borde de la disfonía– se comportó un poco como aquel stand up comedian que fue en sus comienzos, un personaje que nunca llegó a abandonar del todo. Rodeado por parte del elenco de su nueva película –Naomi Watts, Gemma Jones y Josh Brolin– disparó algunos de esos oneliners, esas frases cortas y punzantes que son parte del oficio y que él improvisa con la naturalidad de quien lleva ya muchos años arriba del escenario.
“Mi relación con la muerte sigue siendo la misma: me opongo terminantemente”, lanzó cuando un periodista le preguntó por uno de los temas de la película. Salió también entonces el tema de la vejez y hubo quien recordó que el día anterior había estado por aquí, presentando su nueva película, el gran maestro portugués Manoel de Oliveira, de 101 años. “¿Llegar a los cien años? Si yo pudiera llegar a la edad a la que llegó Oliveira de la manera en que él lo hizo, me encantaría, por supuesto. Pero lo que no quisiera es llegar en silla de ruedas, ni babeando por ahí.”
Y siguió con el tema: “Volverse viejo no es ningún negocio. No hay ninguna ventaja en eso. Ahora tengo 74 años y les puedo asegurar que uno no se vuelve ni más inteligente, ni más sabio, ni más dulce, ni más amable. Nada bueno sucede. Te duele más la espalda, tenés más indigestiones, empezás a perder la vista, hay que usar audífonos... Insisto: volverse viejo es un mal negocio. Yo les aconsejaría que lo evitaran si pudieran”.
Según Allen, además, en el cine ser viejo no tiene ninguna cualidad heroica ni romántica: “En las películas, los personajes mayores de edad son abuelitos, viejos gruñones o el portero de la entrada de artistas de un teatro. Mejor es ser el muchacho de la película y quedarse con la chica”.
¿Es por eso que ya casi no trabaja como actor? quiso saber alguien. “Sí, claro. Durante años interpreté a los protagonistas románticos, pero después ya no lo pude hacer, porque me volví demasiado viejo. Y no tiene ninguna gracia actuar si uno no se queda con la chica. Pueden imaginarse lo frustrante que es cuando hago estas películas con Scarlett Johansson o Naomi Watts y son otros quienes se quedan con ellas. Yo sólo soy el director, ese viejo que está sentado ahí atrás. Y eso no me gusta. Yo quiero ser el que está sentado delante de ellas en el restaurante, mirándolas a los ojos y diciéndoles piropos y mentiras. Si ya no puedo hacer eso, bueno, ya no le encuentro la gracia a eso de aparecer delante de la cámara.”
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