CINE › MICK JAGGER PRESENTó EL DOCUMENTAL STONES IN EXILE EN EL FESTIVAL
El cantante de los Rolling Stones produjo el film de 60 minutos que acompaña la reedición remasterizada y ampliada del clásico Exile on Main St. Ese disco esencial de la historia del rock fue grabado en 1971, en una villa muy cercana a Cannes.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes
“Eramos jóvenes, bellos y estúpidos... Ahora sólo somos estúpidos. Nixon estaba en la Casa Blanca y se luchaba en Vietnam, pero no sabíamos nada de todo eso porque estábamos encerrados en un sótano de la Costa Azul grabando Exile on Main St.” A Mick Jagger le bastó una pasada rasante por el Festival de Cannes para alterar el ritmo de la Croisette. De saco gris, pantalón negro, camisa y zapatillas blancas, el cantante de los Rolling Stones –pura sonrisa– se trepó ayer al escenario del Palais Stephanie, sede de la Quincena de los Realizadores, para presentar personalmente el estreno de Stones in Exile, el documental que da cuenta de la gestación de uno de los álbumes más famosos e influyentes de la historia del rock.
Como sucedió hace un par de años en la Berlinale, cuando toda la banda acompañó a Martin Scorsese en la presentación de Shine a Light, Jagger se ocupó de dirigir el show, que ayer fue mucho más breve y sencillo, porque esta vez viajó solo. Al fin y al cabo, he’s the boss. Hizo bajar el volumen del audio porque acoplaba y repitió amablemente en su micrófono las preguntas de los periodistas que a pesar de los gritos llegaban ahogadas desde el fondo de la sala. Y hasta dijo palabras en francés, como para quedar bien con sus anfitriones, pero que prueban que en aquel exilio en la Costa Azul a comienzos de los ’70 lo que menos hizo fue estudiar el idioma de Molière.
Stones in Exile, el documental que dirigió Stephen Kijak y produjo el propio Jagger, no es otra cosa que uno de los bonus que acompañan la versión remasterizada de Exile on Main St. La edición que acaba de lanzar al mercado la compañía Universal incluye, además de los 18 temas originales del disco doble, temas extra, un vinilo y un libro. El asunto es que el documental viene a confirmar que la Côte d’Azur era una fiesta cuando los Stones la hicieron suya. Fue en el verano de 1971, mientras escapaban de una caótica situación financiera en Inglaterra, donde tenían serios problemas impositivos y peleas con su manager por los derechos de sus canciones. Lejos de esas preocupaciones, en Nellcôte, una impresionante mansión de Villefranche-sur-Mer, a muy pocos kilómetros de aquí, los Stones componían por la tarde y grababan toda la noche hasta la mañana siguiente, en un estudio improvisado en el sótano. “La verdad es que teníamos una dieta de alcohol y drogas en el desayuno, el almuerzo y la cena”, cuenta en el documental la voz de Anita Pallenberg, la compañera de Keith Richards en aquella época. Es que la nueva película sobre los Stones se cuida mucho de caer en la rutina de las cabezas parlantes. “Quisimos recuperar el espíritu de la época”, afirmó Jagger, como si él fuera el director. “Fue hace mucho tiempo y ese período fue muy especial, así que por eso evitamos los reportajes en cámara.”
Los 60 minutos de duración se nutren entonces de algunas pocas filmaciones caseras y de cientos de fotos de Dominique Tarlé, un fotógrafo francés que fue a Nellcôte por una tarde y se quedó a vivir allí durante seis meses. El mismo Tarlé describe en la película al ambiente como “una tribu”, en la que estaban no sólo los Stones, sino también sus mujeres, sus hijos, sus amigos, sus músicos (el saxofonista Bobby Keys, el pianista Nicky Hopkins) y también sus dealers, como un cocinero marsellés que parece que tenía mano para todo tipo de manjares y placeres.
“Sobrevivimos, no digo que eso haya sido genial, pero fue una buena época, que ya pasó”, recordó ayer Jagger, quien durante unos pocos minutos hizo de una sala de un millar de butacas casi el living de su casa. “Buscamos material de aquel momento en todos los archivos y revolvimos todos los cajones”, reconoció Sir Mick sobre el documental, que también incluye fotos de Jim Marshall y filmaciones inéditas de Robert Frank, de cuando los Stones fueron a terminar el álbum al legendario estudio Sunset Sound, de Los Angeles. Cuando le preguntaron por los Beatles, que se acababan de separar un año antes del exilio francés de los Stones, Jagger se sorprendió: “No sé exactamente qué pensábamos en aquella época, pero estoy seguro de que nos entristeció”. Tampoco le resultó fácil elegir entre dos directores famosos que filmaron a los Stones: “¡Qué dilema! Scorsese hizo un gran trabajo en Shine a Light y One plus One, la película de Godard, es buenísima... pero que por favor me expliquen de qué se trata”.
Mientras tanto, en el otro extremo de la Croisette, en el Palais des Festivals, donde se lleva a cabo la competencia por la Palma de Oro, apareció el primer gran film de un concurso oficial que no tiene el nivel de otros años. Se trata de Poetry, del coreano Lee Chan-dong. El gran director de Peppermint Candy (2000), Oasis (2002) y Secret Sunshine (2007) –que fue ministro de Cultura de su país, en coincidencia con el apogeo del Nuevo Cine Coreano– vuelve a sus personajes extremos, golpeados en lo más profundo por una tragedia. Aquí se trata de una abuela que debe criar sola a su nieto adolescente, implicado en la violación y el posterior suicidio de una compañera de clase. Nadie a su alrededor –ni su nieto, de una apatía patológica, ni los padres de otros varones involucrados en el hecho, ni la misma escuela– se hace cargo de la situación, cuya solución parece depender apenas de una compensación económica a la madre de la víctima, para tapar el escándalo. Pero esta abuela sola y en apariencia frágil, conmovida por la posibilidad de empezar –a su edad– a escribir poesía, llega a subvertir ese pacto de silencio a partir de la tácita obstinación que le dicta su conciencia.
Con esa intensidad tan propia de su cine, que exige el máximo de sus intérpretes (la protagonista de Secret Sunshine se llevó de aquí de Cannes, hace tres años, el premio a la mejor actriz, que ahora puede repetirse con Yun Junghee), el film de Lee Chang-dong va cobrando paulatinamente un espesor dramático notable. Será esa anciana quien, ante la indiferencia de la sociedad, intente reparar el daño, reconstruir el orden del mundo, abrazando ella misma la tragedia, con la que consigue su primer poema, que será también su último.
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