Vie 11.06.2010
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CINE › EL REFUGIO, DE FRANÇOIS OZON, CON ISABELLE CARRE

Maternidad en crisis

El director de Ricky trabaja sobre la sensualidad del embarazo al mismo tiempo que rechaza la idea de que el instinto maternal es un sentimiento universal en todas las mujeres.

› Por Luciano Monteagudo

7

EL REFUGIO
Le refuge
Francia, 2009.

Dirección: François Ozon.
Guión: Mathieu Hippeau y François Ozon.
Fotografía: Mathias Raaflaub.
Música: Louis-Ronan Choisy.
Intérpretes: Isabelle Carré, Louis-Ronan Choisy, Melvil Poupaud, Pierre Louis-Calixte, Claire Vernet, Marie Rivière.

Isabelle Carré y Louis-Ronan Choisy, un vínculo que excede el concepto habitual de familia.

Cineasta tan prolífico como ecléctico e inasible, François Ozon puede ir de una adaptación de una obra de teatro de Fassbinder (Gotas que caen sobre rocas calientes) a un thriller psicológico (La piscina), pasando por una comedia frívola deliberadamente kitsch (8 mujeres). Sin ir más lejos, Ricky, su película inmediatamente anterior, estrenada en Buenos Aires apenas un par de meses atrás, era capaz de desconcertar con su extraña mezcla de realismo proletario y fábula social con ribetes fantásticos. Allí, a partir de la extraña historia de un bebé/ángel con alas de pollo, ya rondaba el tema de la maternidad que ahora en El regreso se convierte en el núcleo duro de su nueva película, donde Ozon trabaja sobre sensaciones contradictorias sin necesidad de simplificarlas: por un lado, la sensualidad y el misterio del embarazo, al mismo tiempo que su rechazo a la idea de que el instinto maternal es un sentimiento universal en todas las mujeres.

Como ya sucedía en Bajo la arena (2000), uno de los mejores films del director francés, El refugio construye su estructura dramática a partir de una ausencia, que deja un vacío difícil de llenar. En la primera escena, que por su intensidad en otra película cualquiera podría ser la última, una pareja de “yonquis”, Louis y Mousse, se inyecta hasta los huesos, sin saber que la heroína que les vendieron estaba cortada con Valium. El muere por la sobredosis, pero ella, milagrosamente, sobrevive. El refugio será la historia de su duelo y de su difícil proceso de curación. Embarazada de Louis (interpretado por Melvil Popaud, un actor a quien Ozon ya había “matado” en Tiempo de vivir), Mousse decidirá tener a su bebé no tanto porque quiera ser madre, sino como una forma de exorcizar la muerte, de mantener viva la memoria de Louis, de rebelarse contra su suegra, de la alta burguesía parisiense, que la insta a abortar, para no seguir manchando el nombre de la familia. El rechazo a las normas establecidas siempre fue una constante en el cine de Ozon.

Si antes el refugio de Mousse era la droga, después de la muerte de Louis será una casa de playa en Guétary, en la frontera con España, allí donde los Pirineos bajan directamente hacia el mar. Aislada voluntariamente del mundo, Mousse (interpretada por Isabelle Carré, una actriz espléndida, embarazada realmente durante el rodaje, con unos ojos tristes que recuerdan a la primera Catherine Deneuve) intenta aprender a valerse por sí misma y a luchar contra su adicción. No parece necesitar a nadie ni cuidar especialmente su panza, pero cuando aparece Paul (Louis-Ronan Choisy), el hermanastro de Louis, no le queda más remedio que alojarlo. Al principio desconfía (puede ser un enviado de la familia), pero pronto se dejará acompañar por ese chico bello y melancólico. Paul es gay y hace su vida, pero no deja de interesarse por la memoria de su hermano y por su descendencia.

A diferencia de un veraneante obsesionado con las embarazadas y que pretende llevar a Mousse a su cama, o de una mujer madura (interpretada por Marie Rivière, como si se hubiera quedado a vivir en la costa vasca, desde los tiempos de El rayo verde) empeñada en celebrar su maternidad, todos menos Paul parecen querer tocar la panza de Mousse, acariciar ese orbe obeso que crece en su cintura. Pero El refugio propone una erotización del vientre materno, a la que Paul no podrá sustraerse.

Hay una dulzura parca, seca, jamás edulcorada en El refugio. Las decisiones de los personajes nunca parecen las mejores posibles, pero Ozon tiene la virtud de no juzgarlas. Como autor, los deja hacer: no les impone un mandato ni un discurso. En todo caso, se muestra curioso, como si Paul fuera su alter ego: ¿qué significa ese cuerpo que crece dentro de otro cuerpo? ¿Cómo sería ser padre sin haber concebido a ese hijo? El director parece haber filmado toda la película para intentar contestar a estas preguntas, a las que deliberadamente deja sin respuesta.

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