CINE › PLAN B, óPERA PRIMA DE MARCO BERGER
Despechado ante el abandono de su novia, uno de los personajes decide, como venganza, levantarse a la nueva pareja de la dama, de quien sabe que tuvo una “canita al aire” gay.
› Por Horacio Bernades
Una película no es lo que son sus personajes. Si así fuera, Plan B, ópera prima de Marco Berger (Buenos Aires, 1977), sería vueltera, dubitativa, histericona e infantiloide. Pero eso es lo que son –con sus matices, con sus diferencias– los protagonistas, Bruno y Pablo. Que quieren pero no se animan, hasta el punto de resultar exasperantes. ¿Será eso lo que busca Plan B? ¿Exasperar al espectador, obligarlo a convivir hasta la molestia con dos tipos que se pasan la película (casi) entera coqueteando con curtir y sin hacerlo? ¿Verá Plan B en Bruno y Pablo a dos encarnaciones vivas de una histeria nacional, contra la que se buscaría que el espectador reaccione? Si fueran tan brechtianas las intenciones de esta película –que fue parte de la competencia argentina del Bafici 2009–, ¿no debería terminar de una manera distinta a cómo lo hace? ¿Una manera más chocante, menos happy end? El cronista debe confesar que Plan B le resulta desconcertante. Será cuestión de desmenuzarla para el lector, a quien tal vez desconcierte menos.
En una comedia de intrigas amorosas, el punto de partida encajaría perfectamente. Pero Plan B no es eso y entonces no encaja tanto. Loco de celos porque su ex sale con otro, Bruno (Manuel Vignau) urde el plan al que el título alude, y que en verdad no termina de quedar del todo claro. Maquiavelo de barba descuidada y pelo recogido, Bruno se entera de que antes de robarle a la novia, el pintón de Pablo (Lucas Ferraro) habría tirado al aire alguna canita gay. Entonces decide levantárselo. Se supone que para que Laura (Mercedes Quinteros), despechada, lo deje y vuelva con él. Ahora bien: de ser ése el plan de Bruno, ¿por qué no se lo curte de una vez y listo? ¿Porque no se anima o –opción clásica de comedia– porque le empezó a tomar cariño y no quiere perderlo? En la medida en que disuelve hasta perderse, da toda la sensación de que esa intriga –llena de cabos atados con alambre– es una mera excusa argumental, y nada más que eso.
Jugada a un registro naturalista, Plan B está llena de casas chorizo, mates en la cocina, confraternidad y azoteas. Mucha remera de fútbol (la del seleccionado brasileño, otra que dice “Kempes”), diálogos de todos los días y actores que no parecen estar actuando. Otra vez la duda: ¿se trata de una apuesta, estéticamente chata, a que todo luzca “como la vida misma”, o, por el contrario, de una elección estética sumamente inteligente? En efecto, ¿qué mejor manera de naturalizar el deseo homosexual, de volverlo cosa de todos los días, que naturalizar la película que lo contiene? Sería la mejor forma de que el espectador se reconozca en ella. De que se sienta parte, la viva como espejo. Ciertos infantilismos (el jueguito de “si fueras un color, ¿qué serías?”) y cursilerías adolescentonas que Bruno y Pablo se intercambian (“en ese regalo estoy yo”) dan a pensar que la película se ríe de ellos. Un poco a la manera de los sospechosos charros tejedores de Tiempo de morir, en la que Arturo Ripstein le tomaba el pelo al machismo mexicano.
En ese caso, la burla, demasiado soterrada tal vez –tener más datos de ambos permitiría una perspectiva más certera–, funcionaría como toma de distancia, permitiendo que el espectador les falte el respeto tanto como lo hace la muy desprejuiciada Ana (Ana Lucía Antony). Personaje clave, Ana tal vez marque el punto de vista o, si se prefiere, el eje moral de la película. “Ustedes son unos maricones, porque no se animan a ser maricones”, les dice la muy lúcida Ana antes de tirarse encima de su nuevo novio, que le gusta porque la tiene grande. Cuando lo que empezó como comedia haya derivado a melodrama naturalista de género, quizá la voz de Ana resuene en ellos, dándoles una pista para tirarse a la pileta de una vez. De ser así, Plan B sería una película bastante más inteligente y rigurosa de lo que parece. De lo que le pareció a este cronista, mejor dicho. En ese caso, el 6 de arriba debería leerse como 7.
6-PLAN B
Argentina, 2009.
Dirección y guión: Marco Berger.
Fotografía: Tomás Pérez Silva.
Intérpretes: Manuel Vignau, Lucas Ferraro, Mercedes Quinteros, Damián Canduci y Ana Lucía Antony.
Se exhibe exclusivamente en malba.cine, los sábados a las 20 y los domingos a las 18.
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