CINE › A 35 AÑOS DEL ESTRENO DE TIBURON, LA PELICULA QUE CAMBIO A HOLLYWOOD
En junio de 1975, un joven Steven Spielberg inauguraba una nueva categoría dentro de Hollywood. Los años siguientes darían varias películas memorables, pero el tiempo hizo su trabajo: hoy el llamado blockbuster parece en franca decadencia.
› Por Guy Adams *
Han pasado 35 años, pero la gente aún tiene miedo de entrar al agua. Ese es el legado de una película estrenada en junio de 1975 por un entonces casi desconocido director llamado Steven Spielberg. Una película que convirtió el acto hasta entonces banal de ir a la playa en un fantasma destructor de los nervios, caracterizado por el zumbido, a velocidad cada vez mayor, de apenas dos notas musicales.
La película, claro, es Tiburón. Y además de envenenar para siempre nuestra relación con los peces predadores, también dejó un impacto indeleble en la cultura moderna como el primer “tanque de verano”: la primera película que marcó el record de superar los cien millones en la taquilla, la primera en ser promocionada por un gran estudio de Hollywood como un evento cultural y no sólo un film. Antes de Tiburón, las nuevas películas solían ser estrenadas en un puñado de cines, a menudo en la noche del lunes, antes de extenderse a más pantallas si la gente acompañaba. Después de Tiburón, el campo de juegos de la industria cambió: al descubrir que una sola película podía conseguir cien millones, los estudios empezaron a pensar mayores apuestas. Llenaron los cines con producciones caras, montando una suerte de número circense que había un jueves o viernes en cientos de cines a la vez. Si conseguían llamar la atención, el margen financiero era sideral. Si no, las pérdidas eran igualmente espectaculares.
Para bien o para mal, ésa fue la revolución que dio pie a los films más influyentes de las pasadas tres décadas y media. Sin Tiburón, las películas de Star Wars e Indiana Jones nunca hubieran obtenido la luz verde. No habría Batman, ni Hombre Araña, Transformers o Misión Imposible. No por nada Spielberg es visto como el padre del “tanque” moderno. Aun así, últimamente aparecieron signos de que ese género tantas veces honrado podría estar cayendo en decadencia. Hay cada vez más fracasos por parte de esas extravagancias cinematográficas hechas de mucha acción y efectos especiales, mientras títulos más raros, más pequeños, desmienten toda apuesta en contra y triunfan. La evidencia que apunta al ocaso de los blockbusters fue escrito no sólo en los Oscar, donde en los últimos años tendieron a dominar los productos independientes, sino también en las cifras de taquilla de 2010. En meses recientes, proyectos ambiciosos como Príncipe de Persia, Lucha de Titanes y el Robin Hood de Ridley Scott cayeron con un sonoro golpe, consiguiendo sólo una fracción de lo que esperaban recaudar. El fin de semana del Memorial Day, que tradicionalmente es uno de los momentos más lucrativos en la taquilla estadounidense, fue el peor de los últimos 17 años.
Universal, el estudio que lanzó Tiburón en 1975, está en la lamentable posición de no haber producido un solo éxito en el último año. MGM, que solía sacar un tanque detrás de otro, lucha con la bancarrota. Mientras Hollywood sigue fabricando películas de acción de alto costo, los éxitos más resonantes de los tiempos recientes parecen estar cortados de una tela diferente. “A través de los años, los términos ‘tanque de verano’ pasaron a denominar un tipo muy específico de película, orientado mayormente a chicos adolescentes o familias”, dice Tim Gray, editor de la revista especializada Variety. Aun así, según dice Gray, las películas de moda en veranos recientes fueron títulos como ¿Qué pasó ayer? –una comedia adulta sin estrellas en los roles principales– y el extraño musical Mamma mia! El año pasado, películas inesperadas como Distrito 9 y Bastardos sin gloria consiguieron grandes resultados. “Los estudios se están enterando de que hay gente más allá del típico público Transformers”, agrega Gray. “El año pasado hubo siete u ocho auténticas sorpresas, incluyendo cosas como Actividad paranormal y Taken, que consiguieron grandes sumas. En el pasado no se podían esperar más de dos o tres.”
La gran ironía respecto de Tiburón es el hecho de que debe buena parte de su éxito a un feliz accidente. Con sólo 27 años, Spielberg aseguró un presupuesto de siete millones de dólares para su adaptación de la novela de Peter Benchley y decidió gastar el dinero filmando escenas clave en la costa de Martha’s Vineyard en lugar de un tanque bajo techo más barato y seguro. Fanático de los efectos especiales, Spielberg también decidió crear un tiburón movido de manera hidráulica y bautizarlo Bruce. Desafortunadamente, Bruce sufrió problemas técnicos. Primero se hundió. Después, el agua salada afectó sus mecanismos. La filmación sobrepasó lo agendado: aun cuando funcionaba, Bruce se veía muy falso. Con lo que, cuando Spielberg entró al cuarto de edición, tomó quizá la decisión más importante de su carrera: levantó el hacha y la aplicó a su película, dejando afuera casi todas las escenas con el tiburón, con lo que sólo aparecía, y de manera fugaz, hacia el final de la película, cuando el público ya había suspendido su incredulidad. Paradójicamente, el cambio hizo que la capacidad de aterrorizar de Tiburón creciera exponencialmente. El público vio el resultado del trabajo del escualo: los veraneantes que gritaban y el agua teñida de rojo. Pero el villano permanecía oculto.
Dándose cuenta del potencial comercial que tenía en sus manos, Universal retrasó el lanzamiento hasta el viernes 24 de junio de 1975. Lo promocionaron fuertemente, con cantidad de comerciales y trailer con un slogan memorable: “¡No entre al agua!”. Se estrenó en 400 cines, un número poco común para la época. El margen de beneficio fue del 1500 por ciento. En la noche de estreno, filas de adolescentes se formaron afuera de las salas. En las semanas siguientes, muchos de ellos estuvieron listos para pagar por ver Tiburón varias veces. Se había convertido en la primera película-evento.
Esto enseñó a los estudios dos cosas: con la edición, aun un material fallido podía convertirse en una película brillante; y si se apuesta alto, se consigue la chance de obtener recompensas igualmente altas. El modelo Tiburón trajo a Star Wars y Top Gun, y algunas de las películas más taquilleras y recordadas de los últimos 35 años. Pero también se convirtió en una licencia para hacer films malos. A medida que los estudios hacían mayores apuestas, tendieron a quitarles las rarezas provocativas a sus productos, con lo que tendían a dejarlos artísticamente neutros.
En Tiburón, también, se ve el comienzo de la desalentadora tendencia de las interminables secuelas sin ninguna imaginación: la película tuvo tres –en 1978, 1983 y 1987, cada una peor que la anterior–. En estos días, incluso la clase de agenda de lanzamiento en la que Tiburón fue pionera ha sido abusada una y otra vez. Una típica película nueva de Hollywood llega a entre dos mil y tres mil cines en su primer fin de semana. Para los cínicos, esto permite que una mala película sea vista por muchísimo público antes de que se corra la voz de que no vale la pena. Pero el público parece empezar a estar más atento a estos astutos trucos. Si se quiere, es más difícil tentarlos a que entren al agua.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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