CINE › SE RODO LA ULTIMA PARTE DE MESOPOTAMIA, EL SONIDO DEL VIENTO
El documental de Nahuel Lerena busca mostrar músicas, costumbres e historias propias de las comunidades guaraníes.
› Por Cristian Vitale
Desde Puerto Iguazú
El hombre es un punto en la inmensidad. Cataratas del Iguazú, 3 de la tarde y el Salto San Martín, un mirador ideal que enfrenta valiente a las cascadas del lado argentino, está atiborrado de puntos. Turistas en su mayoría, algún que otro guía, y cuatro jóvenes artistas extranjeros que, escondidos en pilotos amarillos, no pueden evitar el asombro. “Es bonito, placentero, estremecedor”, se alcanza a escuchar de Natalia Lafourcade. No encuentra más palabras. La cantante y compositora pop mexicana –26 años, cuatro discos y premio Grammy en su haber– está rodeada por el resto: Dani Martin, cantante español del grupo pop-rock El Canto del Loco; su paisana –cantante y actriz– Dolores Beltrán y Ana Cañas, la simpática brasileña que irrumpió en la world music con versiones de Bob Dylan y Caetano Veloso, y se quedó, cómoda, con una voz sensual plasmada en temas como “Sempre com voce” o “Esconderijo”. “Nosotros podemos hacer algo por el mundo, por la gente y la naturaleza”, sigue Lafourcade, dispuesta a dejarse acariciar por las gotas de rocío que el viento trae de las cascadas.
El entorno mezcla coatíes presurosos por robarle la comida a la gente, tucanes –escondidos a esa hora– y pájaros campana, una de las 488 especies de aves que habitan la selva subtropical. El sol radiante lucha contra un frío inhabitual para esta zona, donde las fronteras se besan y el arco iris terreno completan el marco ideal para las últimas tomas de un documental que incluirá diferentes escenas de interacción entre los cuatro artistas y pobladores autóctonos. Mesopotamia, el sonido del viento, que así se llama, está casi consumado, listo para ponerse a punto para su estreno en España y toda América latina. Se trata de una iniciativa conjunta entre el Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur) que, dirigido por Leonardo Boto, promociona las bondades turísticas argentinas por el mundo, y Sony Music de España. Inspirado en el libro Viaje a la América Meridional, escrito por el naturalista francés Alcide D’Orbginy en 1820, el trabajo contempla músicas, costumbres e historias propias de la naturaleza tribal y espiritual de las comunidades guaraníes, con los jóvenes artistas y sus canciones como nexo ante el globo.
“Estar descalzos, con los pies llenos de barro, sin ver lo que pisás y escuchando una música que parece no tener tiempo, te conecta con algo vital. No necesitás nada más para ser feliz”, comenta Beltrán, luego de pasar una noche de música y conversaciones a la luz de la luna ante el chamán de la comunidad Andresito, ubicada en el poblado indígena Kaaguy Porá (“Mi espacio agradable”). “Cuando íbamos en la barquita hacia la comunidad –interviene Dani Martin– se me ocurrió preguntarle una cosa al chamán, pero después no me animé. Le iba a preguntar si no tenían miedo de vivir así, en este lugar, y después supuse la respuesta: ‘Para mí, el miedo sois vosotros’”, se sonríe el español, que también tiene una carrera paralela como actor en películas como Sin vergüenza (de Joaquín Oristrell), Yo soy la Juani (Bigas Luna) y Los abrazos rotos (Almodóvar). “Enseguida lo relacioné con mi experiencia en el Borda, donde estuve grabando algunas cosas con la gente de La Colifata el año pasado. Lo relacioné porque creo que hay más locos fuera que dentro. Los indígenas son conscientes de que los blancos los jodimos, pero aun así siguen considerándonos sus hermanos.”
La travesía fílmica, dirigida por el argentino Nahuel Lerena, anduvo además por los esteros del Iberá, los saltos de Moconá, las ruinas de San Ignacio y Caa Cati, entre interminables plantaciones de yerba mate, leyendas guaraníes y troncos de ambó, peteribí o tarumá, cuyo registro en imágenes adorna el humano. Lo colorea, bien verde, y le imprime una sensación de vuelta a las raíces que, pese a cierto esnobismo for export no deja de contemplar la bella impronta de una región. “Hay mucho discurso indígena por ahí, pero el del chamán era de verdad”, sostiene Martin, mientras Lafourcade, la mexicana nacida en el poblado rural de Cuatepec, le saca jugo al viaje por el lado del retorno. “Estos viajes, más allá del trabajo específico de hacer un documental, te hacen recordar. Te hacen reflexionar que la vida es bien simple, y que estas personas la viven así felices, con sus trances y rituales, casi sin ambiciones. Está bueno poder mostrarlo, como sea, porque es la raíz, es el origen”, determina ella, otra vez con la mirada perdida entre los 270 saltos que mojan las fronteras.
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