Mié 21.07.2010
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CINE › SE EXHIBIRáN EN LA CASA NACIONAL DEL BICENTENARIO DOS PELíCULAS DE LA PERUANA CLAUDIA LLOSA

“Los puristas se vieron afectados”

En el marco del Mes Cultural del Perú, hoy se verá Madeinusa, ópera prima de la cineasta. El miércoles próximo se proyectará La teta asustada, film premiado en Berlín y nominado al Oscar. Llosa señala que en sus películas quiso mostrar los contrastes de su país.

› Por Oscar Ranzani

El año pasado, durante el desarrollo del Festival de Berlín, el film La teta asustada, de la cineasta peruana Claudia Llosa, causó tal impacto en el jurado que terminó premiándolo con el Oso de Oro, uno de los galardones más importantes del mundo cinematográfico. Ese acontecimiento terminó por consagrar a la sobrina del escritor Mario Vargas Llosa y, a la vez, le permitió a la película un recorrido internacional que la llevó a ser una de las cinco candidatas al Oscar al Mejor Film Extranjero (que terminó conquistando finalmente El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella). Llosa, radicada en Barcelona pero creadora de historias cinematográficas muy propias de la cultura andina peruana, dice que el premio de la Berlinale le terminó abriendo “puertas inimaginables” y que fue algo que ni ella ni su equipo esperaban. “Le dio una visibilidad y una presencia que agradeceremos siempre”, reconoce desde el otro lado del teléfono, mientras asegura que la nominación al Oscar “fue el final de algo que tampoco esperábamos, porque prácticamente la película había finalizado su recorrido y estaba en un período de cierre, y de pronto estuvo la oportunidad de presentarla”. Señala entonces que la nominación “fue un complemento perfecto del premio en Berlín”.

Tanto La teta asustada como la ópera prima de Llosa, Madeinusa, se exhibirán en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), como parte de las actividades planificadas en el marco del Mes Cultural del Perú, organizado en conjunto con la Embajada de Perú en Argentina. Madeinusa podrá verse hoy a las 19, luego de la proyección del corto El vestido, de Evelyn Pegot; mientras que La teta asustada se proyectará el miércoles 28 de julio en el mismo horario, después de la exhibición del corto Memorias de Salmo Trutta, de Cayetana Carrión y Camila Valdeavellano.

En ambos largometrajes, la protagonista es Magaly Solier, una joven peruana dueña de una expresión realmente contundente, que conoció la fama casi por casualidad. Es que cuando Llosa buscaba locaciones para empezar a filmar Madeinusa, la conoció en la Plaza de Ayacucho (Perú), donde Solier vendía comidas tradicionales. La cineasta se le acercó. “Empezamos a conversar”, recuerda Llosa. “Le propuse hacer un casting que terminé concretando un año y medio después, porque en ese entonces todavía no había conseguido financiamiento para la película y faltaba mucho por hacer y avanzar.” Otro dato impactante: Solier nunca había pisado un cine. “Ahora, ya, es una mujer hecha y derecha que está trabajando con los mejores directores”, se enorgullece la realizadora.

El título de la ópera prima de Llosa hace referencia al nombre de la protagonista: Madeinusa es una joven de catorce años, cuyo padre es el alcalde de un pueblo (ficticio) ubicado en las sierras peruanas. Desde que su madre partió a Lima, Madeinusa convive con su hermana Chale y su padre, quien la acosa sexualmente. En ese contexto, llega el Viernes Santo y, según la tradición de sus habitantes (también ficticia), como ese día representa la muerte de Jesús, se inicia el “Tiempo Santo”. Esto significa ni más ni menos que desde entonces y hasta las seis de la mañana del domingo de Resurrección, la gente puede hacer lo que quiera: en ese período no hay pecado porque “Dios está muerto y no ve”. Entonces, todo es aceptado y permitido. En esos días, llegará accidentalmente al pueblo un joven limeño que entablará una relación con Madeinusa. Y todo derivará en una tragedia.

El argumento de La teta asustada, en tanto, es más conocido: hace referencia a una creencia andina, según la cual, durante la violencia política sucedida en Perú en los ’80, las mujeres que eran violadas por los militares transmitían su miedo a sus pequeños hijos al amamantarlos. La madre de Fausta –la protagonista– le cuenta a través de un canto que ha sido abusada en aquellos años. Luego muere. Y Fausta se queda con un miedo tan terrible que se introduce una papa en la vagina para impedir ser penetrada, a pesar de que en la actualidad ya no sucede lo que ocurría en los años de senderismo y represión militar. Llosa comenta que después de dirigir Madeinusa, tenía un interés particular en abordar el impacto que había producido en su país “la época de Sendero Luminoso”, pero que le interesaba “el hoy más que el pasado”. “Pensé cómo eso está supurando hoy. Yo solía leer testimonios de mujeres de los Andes peruanos y me interesaba mucho la palabra y la memoria hecha testimonio. Y en uno de esos testimonios se mencionaba muy por encima la idea de `la teta asustada’ como enfermedad”, describe Llosa.

–¿Lo que narra La teta asustada es una creencia andina o tiene sustento científico?

–Es una creencia andina reconocida en el universo psicoanalítico, pero desde la empatía, desde la intención de acercarse y no tanto como un diagnóstico sino como un modo de entenderse y de trabajar el trauma. Se trabaja con las víctimas a partir de la aceptación de la enfermedad. O sea, el terapeuta debe aceptar el síndrome para poder tratarlo.

–¿Cómo investigó la época del conflicto armado en los Andes peruanos?

–Lo poco que hay está registrado en el documento de la Comisión de la Verdad que se publicó hace unos años. Obtuve testimonios e indagué en estudios de universidades. Y me aportó mucho la memoria de la gente que me rodea y la mía.

–¿Cómo trabajó con Magaly Solier esa burbuja de miedos y de traumas en que se sumerge la protagonista?

–Fue largo y lento. Yo le iba pasando las historias y le iba acercando el personaje en cada lectura. Fueron cuatro meses de ensayo, con lo cual hubo una entrada cuidadosa, nada forzada. Fue un proceso bastante habitual al del cine en general, donde a partir de ensayos se va ajustando. Yo creo que el punto clave y relevante del proceso fue el momento en que ella empezó a musicalizar las letras que yo había escrito en el guión. Fue el momento en que las dos comprendimos que por ahí íbamos a entender el personaje, a través de esa música que hablaba por sí sola.

–El film también refleja las diferencias entre la burguesía blanca urbana y las personas de un pueblo indígena-rural. ¿Qué tan marcadas están esas diferencias en la realidad? ¿El film se ajusta a lo que sucede en el Perú de la actualidad?

–Son muy marcadas. Y están en la película mostrando esa Lima encerrada en sí misma que no se atreve a mirar lo que la rodea, lo que en el fondo la hace ser quien es. Y cómo conviven puerta con puerta de manera tan rotunda y contrastante. Me interesaba mucho hablar de eso porque, además, gran parte de la razón por la cual no se observó a tiempo la problemática fue precisamente por esa mirada ausente de la capital hacia la sierra.

–¿Un punto en común entra ambas películas es que son ficciones con una fuerte carga simbólica?

–Ambas trabajan desde la metáfora y desde la simbología, pero también toman como punto de partida la realidad. Hay una ficción que se entremezcla con la realidad, creando una especie de sensación de saber si lo que se está viendo es verdad o mentira. Eso cuestiona y pone en alerta al espectador y lo hace sentirse más impotente y con mayor necesidad de hurgar en la historia.

–¿En Madeinusa se propuso crear un micromundo aislado de una mirada juzgadora sobre la culpa?

–Lo que pretende Madeinusa es hablar de la utopía de la libertad. No existe esta idea utópica de que todos estamos libres de la mirada de nosotros mismos o del otro. Madeinusa se escapa de ese lugar, pero al mismo tiempo no sabe si se va más libre o más cargada.

–Teniendo en cuenta que Madeinusa aborda un tema polémico desde lo religioso como la ausencia del castigo, ¿cómo fue tomada la película por los sectores más conservadores?

–No fue tan cuestionada en su temática religiosa, sino más bien en lo referente al uso de costumbres ficcionadas. Los más puristas se veían afectados, en términos de cómo era posible que se retratara algo inexistente. No entendían el componente ficcional de la historia.

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