Viernes, 3 de marzo de 2006 | Hoy
CINE › “CANDIDO LOPEZ, LOS CAMPOS DE BATALLA”
El documental de José Luis García se interna con maestría en la historia del Paraguay.
Por Luciano Monteagudo
Hay una riqueza, una complejidad, un alcance en Cándido López, los campos de batalla, ópera prima como director de José Luis García, que no se intuye al comienzo del film, pero que se va revelando poco a poco, a medida que el documental va internándose en su tema y va descubriendo en su recorrido aquello que Joseph Conrad llamó El corazón de las tinieblas: la guerra, la locura, la muerte.
El punto de partida es prosaico, casi banal: a partir de una exposición en el Museo Histórico Nacional, la película se interroga por la vida y obra del pintor porteño Cándido López (1840-1902), que participó como teniente segundo de la llamada Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y la dejó documentada en una magnífica serie de óleos que en su momento sólo fueron reconocidos por su valor testimonial y hoy se consideran entre los puntos más altos de la pintura argentina del siglo XIX.
El realizador, convertido también en narrador del film, da cuenta de su azaroso encuentro con un nieto del pintor, profundo conocedor de su obra, con quien se propone iniciar un viaje de relevamiento por la Mesopotamia, con la intención de reconocer los paisajes que en su momento fueron los campos de batalla pintados por López. Pero el hombre enferma y García debe emprender el viaje sin él, acompañado en cambio por un historiador paraguayo –llamado, paradójicamente, Cirilo Batalla Hermosa– y por un libro de reproducciones de Cándido López, que utilizará primero a la manera de una guía topográfica, de una hoja de ruta, y luego también como el guión o storyboard que lo llevará a zonas más profundas.
“Al principio del viaje no me importaban mucho las razones de la guerra ni sus consecuencias”, admite García en el film, mientras –trepado a una escalera– se dedica a tratar de reproducir con su cámara el famoso “punto de vista de altura” con que Cándido López, con una técnica muy cinematográfica, recreó las escenas de batallas como si se tratara de un gran plano general, pleno de acciones simultáneas. Pero a medida que José Luis García se va familiarizando con el terreno no sólo empieza a encontrar restos oxidados de metralla que aún se encuentran a orillas del río Paraná, sino también a desenterrar las historias personales y las razones de Estado que oculta esa guerra de exterminio que la alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay libró contra el Paraguay.
Equilibrando los testimonios de sus ocasionales anfitriones en el camino con la voz en off de sus propias reflexiones, como si se tratara de un diario de bitácora o un libro de crónicas viajeras, García va trazando un retrato cada vez más preciso no sólo del pintor Cándido López (que perdió la mano derecha en la batalla de Curupaytí y se obligó a aprender a pintar con la izquierda, con la que realizó casi toda su obra). La película también comienza a esbozar la silueta de su tocayo, el mariscal Francisco Solano López, el líder paraguayo que había logrado iniciar un desarrollo autónomo para su país, pero que en su megalomanía desató la furia de las tres potencias vecinas, azuzadas a su vez por el imperio británico, que no veía con buenos ojos el surgimiento de un polo industrial independiente como era entonces el Paraguay, que disponía de fundiciones propias y llegó a fabricar la primera locomotora a vapor de Sudamérica.
La película incluso se permite ir más allá de donde llegó Cándido López y llega hasta Cerro Corá, donde Solano López –ya delirante, como el Kurtz de Apocalypse Now!– fue ejecutado, y hasta Asunción, donde descubre que esa guerra sigue, aún hoy, causando víctimas y determinando la identidad del país, donde el idioma guaraní estuvo oficialmente prohibido hasta 1991. “La guerra del Paraguay concluye por la simple razón –horror referens– de que hemos muerto a todos los paraguayos de diez años para arriba”, consignó en su momento Domingo Faustino Sarmiento. Con esa frase, de una elocuencia aterradora, concluye Cándido López, los campos de batalla, un film argentino que puede ser considerado, también, quizás, el primer film paraguayo, en la medida en que se interna en la historia y la conformación del país vecino como nunca se había hecho antes.
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