CINE › GUEST, DE JOSé LUIS GUERíN, EN EL FESTIVAL DE TORONTO
El documental presentado por el catalán fue producto de sus viajes por los más distantes festivales de cine del globo, de Lima a Macao pasando por Nueva York. Lejos de regodearse con los rituales del ambiente cinematográfico, Guerín puso el foco en la gente común.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Toronto
Tres años atrás, el gran cineasta catalán José Luis Guerín, autor de clásicos como Tren de sombras (1997) y En construcción (2001), y de gran influencia en su país desde su cátedra en la Universidad de Pompeu Fabra, de donde salió la denominada Escuela Documental de Barcelona, fue a la Mostra de Venecia a presentar el que entonces era su nuevo film, En la ciudad de Sylvia. Junto con él, llevó una sencilla cámara digital y comenzó a registrar pequeños momentos cotidianos: los obreros preparando la alfombra roja, la melancolía de la playa del Lido por la tarde, un acordeonista callejero... Y a partir de esos primeros apuntes se propuso –como método, como principio ordenador– aceptar todas y cada una de las invitaciones que le hicieran de los más distantes festivales de cine del globo, de Lima a Macao pasando por Nueva York y La Habana, entre muchísimos otros, hasta terminar, un año después, de manera circular, en la siguiente Mostra. Después de dos años de montaje y reflexión sobre los materiales obtenidos, el resultado se titula Guest (Invitado), iluminó el primer fin de semana del Toronto International Film Festival (TIFF) y es sorprendente por varios motivos.
Lejos de regodearse con los repetidos rituales y vanidades del mundillo de los festivales, Guerín en cambio aprovecha esas invitaciones para escaparse del hotel hacia las plazas y los barrios populares de cada ciudad, allí donde quizá ni siquiera tienen idea de la existencia de un festival de cine, y se dedica a observar y a escuchar a la gente común, a los vendedores ambulantes, a los artistas callejeros, a hombres y mujeres que la película viene a recordar (en tiempos de muros, fronteras y xenofobias) que no son tan distintos unos de otros, a pesar de vivir en las antípodas.
“La película nació libre, sin ideas preconcebidas”, reconoció Guerín en la charla con el público. “Al principio filmaba todo, pero poco a poco me fui limitando, hasta quedarme con unas pocas imágenes. Uno va encontrando motivos que reaparecen sin que uno los busque y nace una estructura, nace una película y no simplemente un catálogo de películas posibles.” Entre las “relaciones transversales” de las que habla Guerín que fueron apareciendo en Guest, la primera que salta a la vista es la idea del retrato, de trabajar con las luces, sombras y surcos del rostro humano. En este sentido, es crucial la decisión de haber realizado toda la película en el clásico monocromo. “¿Por qué habiendo recorrido lugares tan coloridos eligió filmar en blanco y negro?”, quiso saber alguien del público, que quizá pensaba encontrarse con un documental turístico. La respuesta de Guerín fue clarísima: “A mí me parece que el color en el cine no es un elemento neutro. O se lo trabaja o va en contra de la naturaleza de la película. Y como en estas circunstancias no podía controlar el color, elegí el blanco y negro porque me daba la posibilidad de encontrar un principio homogeneizador. Además, la película está trabajada desde el retrato, y el rostro humano tiene mucha fuerza en blanco y negro”.
Hay una escena en particular que sostiene esas palabras de Guerín. Mientras registra el trabajo de un retratista callejero en una plaza de Santiago, en Chile, el hombre habla de su admiración por los grandes pintores españoles: menciona a Velázquez y a Ribera, y la cámara concentra su objetivo en los rostros de un grupo de curiosos, hombres de rasgos fuertes y marcados. Y en los matices y claroscuros que consigue parece dialogar con esa fuente de inspiración.
Reconocido cinéfilo, Guerín también encuentra sus referentes en la historia del cine. Como le recuerda a ese mismo retratista callejero, los primeros camarógrafos enviados por los hermanos Lumière a recorrer el globo también viajaban solos con su trípode al hombro, como si fuera un caballete. Y Guerín mismo sigue ese ejemplo, el del cronista solitario a la caza del mundo, al punto que en las afueras de Jerusalén, recorriendo junto a unos niños palestinos una escuela en ruinas, por la guerra que no cesa en la región, se produce, a falta de intérprete y de un idioma común, un divertido malentendido. “Me gustó dejar esos problemas de comunicación en la película, porque hacen a su esencia. Es una película que se ha hecho al andar y que he ido redescubriendo en el montaje”, afirmó Guerín.
Más allá de alguna cita fugaz pero reveladora, como la de un televisor que emite imágenes del cineasta devenido mendigo viajero de Sullivan’s Travels (1941), la cáustica comedia sobre Hollywood de Preston Sturges, hay otro referente insoslayable en Guest y es Jonas Mekas. El legendario fundador del New American Cinema Group es prácticamente el inventor del formato “diario cinematográfico”, que procede de su magnífico libro No tengo adónde ir (Caja Negra Editora), donde evoca, en forma de diario, los muchos caminos de su exilio. Y Guerín encuentra a Mekas en un bar de Nueva York, donde intercambian unas palabras y se filman mutuamente. “Mekas es para mí como un oráculo”, confesó el director español en el TIFF. “Quedamos muy amigos y ahora estamos trabajando en un proyecto de correspondencia cinematográfica, nos enviamos cartas en forma de imágenes.” Otra “relación transversal” que Guerín fue encontrando en su recorrida por el mundo fue el de los predicadores religiosos, que se le fueron apareciendo en casi todas la plazas que visitó, sobre todo en América latina, pero también en Asia. “Son narradores populares, gente que cuenta historias y que mete miedo con sus relatos de plagas e inundaciones”, afirma Guerín. “A veces solamente los borrachos les responden y les discuten y uno no puede dejar de pensar –como sucede en esa plaza de San Pablo– que son los borrachos quienes tienen la razón. La razón es de los frágiles.”
Para Guerín, la realización de Guest fue también motivo de otras reflexiones. “En mis viajes por ciudades que no conocía encontré una vida popular, unos personajes, unos sonidos que en Europa ya no existen. El espacio público ha enmudecido en Europa. Los personajes populares –tal como los conocimos en el cine de Jean Renoir o el cine neorrealista italiano– han desaparecido completamente. Se han extinguido. El primero en verlo fue Pasolini, él anticipó la desaparición del mundo rural.” Los desplazamientos, las pérdidas, las migraciones también aparecen una y otra vez en los relatos conseguidos por Guerín en ferias y suburbios. “Es un fenómeno mundial”, constata Guerín. “Y como el cineasta errante en el que me convertí para esta película, fui solidarizándome con la gente que encontraba a mi paso y fui escuchando sus historias.”
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