CINE › PABLO OSORES, NICOLáS WAINSZELBAUM Y SU DOCUMENTAL FLORES DE SEPTIEMBRE
El dúo de realizadores se propuso retratar la desaparición de tres estudiantes del colegio Carlos Pellegrini, pero también el modo en que la dictadura afectó a todo el universo de docentes y estudiantes, signados por la persecución y la paranoia.
› Por Oscar Ranzani
La relación de Roberto Testa con el colegio Carlos Pellegrini tiene muchos años: actualmente es regente del turno vespertino, pero hace más de dos décadas que está ligado a la institución donde cursó sus estudios secundarios entre 1979 y 1984. Es decir, Testa tuvo casi toda su formación durante la dictadura. Cuando retornó la democracia, un grupo de alumnos de la escuela investigó su funcionamiento durante la etapa más oscura del país y descubrió que en el Pellegrini hubo estudiantes desaparecidos. Basándose en esos datos, Testa retomó el tema en 1995 y realizó su propia investigación, que se publicó en una revista interna del Centro de Estudiantes de aquel entonces. Seis años después, en 2001, los documentalistas Pablo Osores y Nicolás Wainszelbaum –que dictaban cursos sobre cine e imaginario social en el Pellegrini– decidieron motorizar un proyecto cinematográfico sobre este emblemático colegio, uno de los más prestigiosos del país. A poco de iniciada la investigación, conocieron a Testa. Desde entonces, el trío se abocó a elaborar el documental Flores de Septiembre, que se estrenará este jueves en la cartelera porteña, justo cuando se cumplen 34 años de La Noche de los Lápices.
Flores de Septiembre aborda los efectos de la dictadura en el Pellegrini, pero mucho más que eso. Es una historia sobre la vida cotidiana en los patios del colegio durante el terrorismo de Estado, en la que emergen los recuerdos de aquellos alumnos de los ’70 y sus valores: el amor, la amistad, las ilusiones, pero también las pérdidas de aquella comunidad educativa. A lo largo de casi dos horas, desfilan testimonios de ex alumnos, ex profesores y ex autoridades que trazan un panorama de lo sucedido en las aulas, signadas por un férreo método de control disciplinario. Claro que hay diferencias: mientras el ex rector de los años oscuros se muestra preocupado porque en la actualidad ve a las chicas tomando gaseosa en las escalinatas del Pellegrini, nada dice acerca de los desaparecidos durante su gestión. Hay otros testimonios que no indignan como el anteriormente mencionado, sino todo lo contrario: el de algunos ex alumnos que, por momentos, embellecen el documental con sus relatos recordatorios. Si bien Flores de Septiembre focaliza en tres casos de de-saparecidos –Mauricio Weinstein, Juan Carlos Mártire y Rubén Benchoam–, el documental se abre hacia testimonios de sobrevivientes de aquella etapa, compañeros de ellos, hayan sido militantes o no. Presentado en el Bafici 2003, Flores de Septiembre se estrena recién este año, luego de haber atravesado problemas presupuestarios.
El documental arranca en el año 1971. “La idea con esto fue mostrar cómo era el clima previo al auge de masas que se hizo muy visible en 1973, pero que en otros ámbitos había arrancado desde 1968 y 1969 con el Cordobazo”, señala Testa sobre el inicio temporal del documental. “La historia central es sobre un grupo de chicos que ingresó a la escuela en 1973. Ellos estaban en primer año en el ’73, en medio de un auge de masas. A sus trece años despertaron a la política con esa sensación de Ahora o nunca, de Vamos por el cambio social y la revolución, etcétera. Así es cómo ellos ingresaron al colegio. Por eso arranca desde un poco antes”, agrega Testa.
Roberto Testa: –Ese es uno de los aspectos. Nosotros creemos que retratar un pequeño universo como el Pellegrini ayuda a pensar qué fue lo que pasó en el país en esa época.
Nicolás Wainszelbaum: –Se centra ahí, pero hay muchos relatos que muestran también la pintura de época. En realidad, es un grupo de cinco amigos, de los cuales ellos tres están desaparecidos. Alejandra Naftal estuvo desaparecida, pero luego fue blanqueada. Y Gustavo Frojan fue un militante que dejó de militar a poco de iniciado el golpe. Esto por un lado. Pero por el otro, hay relatos de los ex alumnos de la misma división que no tenían que ver con la militancia y que también componen este pequeño relato.
R. T.: –Ampliar el espectro de lo que se muestra. Si bien la desaparición de personas es un hecho tan monstruoso que es ineludible a la hora de hablar de la dictadura, la idea era poder caminar un poco por los márgenes de esta historia para poder ver otros sujetos. Es decir, cómo estaba, por ejemplo, aquel que no militaba pero que también sentía miedo porque la situación general era de temor y, a la vez, tenía una relación medio tensa o de no mucha comprensión respecto del que sí militaba. También se muestra cómo estaba el profesor que tenía que dar clase y que tenía miedo no sólo de lo que las autoridades pudieran decirle, sino de lo que los chicos pudieran contar en sus respectivas casas de lo que él decía en clase. Es decir, la idea fue ver todo este marco donde la dictadura afectó, más allá de las de-sapariciones, hasta el último rincón de este pequeño universo que es la escuela.
N. W.: –Lo pensamos así porque la trama que buscábamos era esa cosa sobre la adolescencia como gran tragedia y con toda la intensidad y pasión con que se vivía.
R. T.: –Para mí es una película de amor en sus distintas facetas: está el amor de pareja, el amor de amigos, el amor de la familia, el amor a la causa. Es decir, distintas formas de compromiso emocional e intelectual, pero sobre todo emocional, que son la sal de la vida y del relato. Si nosotros hubiéramos intentado una explicación política del Proceso, habríamos hecho un ensayo. Pero no podía haber una película. La película existe desde el momento en que existe todo eso que usted dice.
R. T.: –Hay una cosa que es insoportable y hay que decirlo: la idea de que los directores de escuela deben mandar a la policía listas con los alumnos que son militantes es una idea propia de la dictadura. Y a pesar de que se pierdan días de clases, que es una pena, está muy bien que haya una respuesta social fortísima contra semejante grado de hijaputez. Está bueno que haya esas respuestas. Así como, en algún momento, también se paró la designación de Abel Posse gracias a una respuesta social muy fuerte. Ahí se ve cuál es el orillo de la política del Gobierno de la Ciudad respecto de la educación. ¿A quién se le puede ocurrir pedirle a los directores de escuelas que denuncien a chicos de 13, 14, 15 o 16 años a la policía? ¡Es enervante!
R. T.: –La música de la película se la habíamos encargado a un productor muy conocido que es Rafael Arcaute, que también es un ex alumno de la escuela. En aquel momento, Rafael estaba trabajando con Spinetta. Y el día que apareció con la canción del Flaco fue increíble. Nosotros no lo podíamos creer. Cuando Rafael me puso los auriculares y me dijo que escuchara sin mencionarme que era de Spinetta, de pronto escuché la voz del Flaco y lo miré sin poder creerlo.
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