Vie 19.11.2010
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CINE › ESSENTIAL KILLING Y SHEKARCHI, PUNTOS ALTOS DE LA COMPETENCIA

Luchando solos contra el mundo

La película del director polaco Jerzy Skolimowski (que ayer sorprendió con su presencia en el Auditorium) y la del iraní Rafi Pitts tienen sendos protagonistas enfrentados contra todo lo que los rodea y confirman el buen nivel del concurso internacional de este año.

› Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

Sorpresas te da Mar del Plata. Así como la otra noche de pronto “pintó” Eusebio Poncela, sin previo aviso, para presentar la mítica Arrebato –como si en lugar de haber viajado unos 15.000 kilómetros se hubiera hecho una escapada, nomás–, ahora uno sale de ver una película de Jerzy Skolimowski y se encuentra, en el foyer del Auditorium, con... Jerzy Skolimowski. El realizador de Barrera, de El grito, de Moonlighting, de Proa al infierno, desde hace casi medio siglo una leyenda viviente del cine de autor, recorrió una distancia aún mayor que la de Poncela, llegando hasta estas remotas playas para presentar Essential Killing, con la que viene de ganar en Venecia nada menos que tres premios (uno de ellos, el Especial del Jurado, segundo en importancia de ese festival). Sin embargo, la estructura del Ficmdp no parece haber caído en la cuenta de que su presencia ameritaba una adecuada difusión. De tal modo que uno salía de ver la película y se lo topaba, como si más que el director de una de las mejores películas de la Competencia Internacional fuera un paseante cualquiera de Mardel, con anteojos de sol y aspecto lejanamente europeo. Peculiaridades de un festival que a veces parece no entenderse a sí mismo.

“Es la historia de un hombre solo contra todos”, sintetizó el gran director polaco en la conferencia de prensa posterior a la proyección. “Mi intención inicial era filmar la película en un bosque, por la sencilla razón de que yo vivo en un bosque, y por cuestiones de comodidad quería filmar cerca de casa”, confesó, en el foyer del Auditorium, un Skolimowski de impertérrito sentido del humor. “Después la producción se agrandó y terminamos filmando en Israel y Noruega, así que aquella película fácil y perezosa dio paso a una laboriosa y difícil.” Película absolutamente atada a los hechos, casi como si se tratara de un documental de supervivencia, Essential Killing narra la persecución –la cacería, sería preferible– de un miliciano árabe, por parte del ejército de ocupación estadounidense. Todo transcurre en un país que, según el realizador, “podría ser Irán, Afganistán o cualquier otro”. Dos datos aconsejan preferir la segunda opción. Uno es la geografía, que combina desierto y bosque nevado. Otro, que en un momento dado el perseguido atraviesa la frontera y va a dar a un territorio en el que se habla una lengua eslava: Afganistán limita, al norte, con varias ex repúblicas soviéticas.

Pero hay una evidente voluntad de abstracción en Essential Killing, que su realizador no hizo más que confirmar durante la conferencia de prensa. Ateniéndose a la descripción de los hechos más físicos y concretos, la película de Skolimowski crece hasta ribetes de parábola filosófica, lo cual no es precisamente una novedad en su obra. Atrapado, liberado de sus captores gracias a un accidente al que podría calificarse de providencial, escapando a través de un bosque helado (“filmamos con temperaturas de hasta 30 grados bajo cero”), luchando con perros de ataque y alimentándose de hormigas y cortezas de árbol, el protagonista –que no tiene nombre ni habla una palabra en todo el metraje y a quien interpreta el estadounidense Vincent Gallo– se va convirtiendo, de acuerdo con el autor, “en algo parecido a un animal salvaje”. Pero es también, como muchos héroes de Skolimowski, un hombre perdido en un mundo que se le vuelve cada vez más extraño. Como en un sueño, pasa de la arena a la nieve, del desierto al bosque, de Medio Oriente al Asia. Muerto de hambre, mama del pecho de una madre que amamanta a su hijo. Es salvado por unos pecaríes y atacado por unos ovejeros. Tiene extraños sueños premonitorios. Cree ver el fantasma de una mujer árabe en medio del bosque ruso. Es cuidado por una mujer eslava, muda como él (la interpreta Emanuelle Seigner, pareja de Roman Polanski, “mi amigo de ayer, de hoy y de toda la vida”). Cine en estado puro, Essential Killing es Kafka al revés: el mismo absurdo que allí condenaba, acá salva.

Lo curioso es que la definición que Skolimowski da a su película permite describir también la película del iraní Rafi Pitts, que se presentó en la siguiente función. Interpretado por el propio Pitts, el protagonista de Shekarchi (The Hunter) también está “solo contra el mundo”. Cuando la esposa e hija mueren, en medio de los recientes enfrentamientos poselectorales entre la policía del régimen y manifestantes opositores, el hombre –experto cazador y ex convicto– toma su fusil con mira telescópica y se apuesta sobre una colina, esperando que pase el primer patrullero. Más sugerente que la peripecia de este solitario vigilante nocturno y los dos policías que lo persiguen y capturan, más incluso que las referencias políticas (que el realizador introduce con el clásico recurso del informativo de radio y televisión) es el modo en que todo lo que rodea al protagonista lo empequeñece y lo vuelve anónimo: la línea de producción de la fábrica en la que trabaja, el caos de tránsito del centro de Teherán, túneles interminables, enrevesados cruces de autopistas. Es allí, en términos puramente visuales, donde Shekarchi adquiere su mayor dimensión política. Y donde se universaliza, casi tanto como la película de Skolimowski.

Tercera de las películas que la Competencia Internacional presenta en estos días, la taiwanesa Di si zhanghua (The Fourth Portrait) es algo así como un cuento de hadas realista, que narra el hallazgo de un niño consigo mismo. Cuando muere su padre, la madre viene en busca del pequeño Xiang, para llevárselo a vivir con él. Producto de un casamiento por conveniencia, la mujer resulta ser unos cuarenta años menor que su ex marido, además de vivir con otro hombre desde hace rato. Como éste no trabaja, la chica se ve obligada a prostituirse. Y el hombre es todo un ogro, que además de tratar para el demonio al pequeño intruso guarda un secreto terrible en relación con el hijo mayor. Lujosamente fotografiada, lo interesante de The Fourth Portrait es la levedad, el humor (dado en buena medida por la presencia de un ladrón de tres por cuatro, del que el niño se hace amigo) y la empatía con que el realizador Mong-Hong Chung trata un material que pudo haber dado para el más tortuoso de los melodramas disfuncionales. Cuando restan presentarse apenas un par de concursantes (la argentina Aballay, el hombre sin miedo y la serbia White White World, que lo harán hoy) puede afirmarse que la Competencia Internacional de la 25ª edición de Mar del Plata es ya la más digna y pareja que este evento haya mostrado, de 1996 para acá.

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