CINE › UN MUNDO MISTERIOSO Y MEDIANERAS, LA REPRESENTACION ARGENTINA
Un mundo..., de Rodrigo Moreno, va a la Competencia Oficial. Medianeras, de Gustavo Taretto, se verá en la sección Panorama. Junto con el productor Hernán Musaluppi los directores cuentan sus expectativas y los límites de la “vidriera” que proyectan los festivales.
› Por Oscar Ranzani
El cine argentino pisa fuerte en Berlín: este martes y el miércoles se llevarán a cabo las premières mundiales de Medianeras, de Gustavo Taretto, y Un mundo misterioso, de Rodrigo Moreno, respectivamente. Moreno es la gran esperanza argentina en la Berlinale, dado que su film integra la programación de la Competencia Oficial, mientras que la ópera prima de Taretto lo tiene debutando no sólo detrás de cámaras sino también en uno de los festivales más prestigiosos del mundo, más precisamente en la sección no competitiva Panorama. Moreno, en cambio, tiene buenos recuerdos de la Berlinale: en 2006 se alzó con el Premio Alfred Bauer, destinado al film más innovador de la competencia, por su ópera prima solista El custodio, que contó con el protagónico de Julio Chávez. El Alfred Bauer es el mismo galardón que Lucrecia Martel conquistó en 2001 por La ciénaga, unos años después de que el denominado Nuevo Cine Argentino surgiera con mucha intensidad, trazando un camino de gran riqueza artística. Tanto Un mundo misterioso como Medianeras contaron con la producción de Rizoma, empresa de Hernán Musaluppi y Natacha Cervi, quienes también habían producido El custodio. Ambos también guardan buenos recuerdos de la capital alemana, ya que produjeron Gigante, el largometraje del argentino radicado en Uruguay Adrián Biniez, que conquistó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2009.
“Prolonga la vida comercial de la película o la proyecta, la impulsa, lo cual promete seguramente un año de bastantes festivales porque todos los programadores de otros festivales van a Berlín”, dice Moreno acerca del significado de la selección de su largometraje. Gustavo Taretto, en tanto, comenta que no tiene experiencia festivalera, “así que no sé mucho qué me espera”. Eso no significa que no vaya a disfrutarlo. Todo lo contrario: a Taretto se le llena la cara de felicidad ante la inminencia del estreno mundial de Medianeras y asegura que va a disfrutarlo. Pero desgrana ante el grabador la inquietud que más ocupa su cabeza en estos momentos: “la relación con el público. Me da mucha curiosidad saber qué pasa con un alemán, por ejemplo, que va a ver mi película, que transcurre en Buenos Aires y que aborda problemas que me resultan familiares”.
Musaluppi manifiesta estar contento de que las dos películas producidas por Rizoma estén en la Berlinale, aunque reconoce que los festivales “son un poco engañosos porque no es que uno hace una película para ir a un festival y con eso se da por satisfecho. Lo tomamos como un reconocimiento a las películas, al esfuerzo y a las capacidades de los directores por haberlas hecho. Pero, en general, los festivales son la puerta de entrada a la posibilidad comercial de una película en el exterior. Y después, obviamente hay un rebote con la prensa argentina que, en ese sentido, ayuda. Pero un festival no es un fin en sí mismo. Nos ponemos contentos porque nos toca a nosotros y le damos la importancia que tiene”, asegura el productor.
Un mundo misterioso narra la historia de Boris, un joven al que Ana, su novia, le pide un tiempo; a partir de ese momento, su vida queda suspendida, como si los días no transcurrieran. Pero Boris no lo vive con angustia sino que comienza un peregrinar por la ciudad que incluye encuentros y desencuentros amorosos, la compra de un automóvil y una actitud celebratoria, casi fiestera, antes del intento de recuperar a Ana. Moreno no cree que el núcleo central de Un mundo misterioso sea lo que genera una separación en un tipo de hombre sino más bien todo lo contrario: “No es tan causa-efecto. No es una demostración de lo que genera una separación sino que la idea fue tratar de escapar a cualquier tipo de demostración. Es perderse, como la errancia”, señala. Por otra parte, relata Moreno, “se cuenta la intimidad de la soledad de una persona sin que eso sea necesariamente un motivo de tristeza. O sea, la soledad puede ser la posibilidad de encontrarse de manera existencial con uno mismo, pero ese existencialismo no tiene que ser un monólogo interior ni algo solemne”. Para Moreno, “un tipo comiendo un pan con ketchup es un momento de enorme profundidad, de encuentro consigo mismo también. O puede no ser eso. Así que la película va con la idea de perderse como un periplo errante. Un poco a la deriva, como posibilidad de descubrir nuevas experiencias, nuevos horizontes; y ese encuentro con uno mismo en un momento en el que no hay reglas, porque el matrimonio, la pareja o el concubinato proponen una serie de reglas. Y cuando esas reglas se desactivan por causas de la separación está la posibilidad de construir nuevas reglas o de brindarse a que no haya ninguna. Y Boris lo que busca es eso: brindarse como es”.
Moreno explica que el método de construcción de Un mundo misterioso fue totalmente diferente al de El custodio, una película “bastante estricta en el sentido más formal porque estaba muy planificada. Y aquí me dieron ganas de perderme un poco más. Fue más una necesidad expresiva que otra cosa”. También observa una diferencia sustancial con su ópera prima solista en la construcción del personaje principal: “En Un mundo misterioso no pensé en qué tipo de personalidad debía tener el personaje. Es algo más anónimo. Yo no podría describir mucho a Boris. Son personajes que nacen y mueren dentro de los límites que propone la película. Es como algo autosuficiente que se genera ahí. Son, en tanto transcurren a lo largo de la película en esa forma, en ese tono, en ese código. Como para esta película no me interesó configurarle una personalidad al personaje, diría que es casi el procedimiento opuesto a El custodio, donde justamente se configura una personalidad y, a partir de esa configuración, se arma el conflicto”, analiza Moreno.
Medianeras nació a raíz del corto homónimo que Gustavo Taretto estrenó en 2005. “En algún momento usé el corto como boceto de un largo”, admite el director. “Tenía ganas de hacer un largo, pero era muy perezoso para realizarlo. Entonces, siempre hice cortos.” El film recupera la esencia de aquel trabajo audiovisual: la historia de Martín y Mariana. El es un muchacho fóbico que gasta sus días yendo al psiquiatra. Casi como una metáfora de su aislamiento, vive buena parte del día en una realidad virtual, producto de su rol: diseña páginas web. Justo enfrente del departamento de Martín está la ventana del departamento de Mariana, una joven arquitecta que culminó una relación afectiva de cuatro años y que trabaja como decoradora de vidrieras. Ambos viven cerca pero no se conocen. Y el juego de la película consiste en mostrar esas vidas paralelas que deberían unirse pero que, en principio, no lo hacen.
Taretto destaca que Medianeras es una mezcla de géneros porque, por un lado, “es una comedia romántica pero, por otro, es como una especie de ensayo ligero, social, sobre la vida en las grandes ciudades y la soledad de vivir en ese contexto con un montón de gente. Es algo que, por un lado, me parece muy curioso y, por otro, muy dramático”, analiza.
En buena parte de su estructura narrativa, el film se sostiene con las voces en off de los protagonistas, buscando explicitar el mundo interior de los personajes. “Son dos personajes psicoanalizados que tienen mucho diálogo con ellos mismos y son muy racionales. Por eso tienen problemas muy reales y la soledad los obliga a estar todo el tiempo dialogando con ellos mismos. Piensan mucho, son carne de diván.” Taretto pensó a Medianeras “como un triángulo entre el chico, la chica y el eventual espectador. Esa es la razón de ser de la voz en off. En ese sentido, Medianeras tiene una construcción artificial y un tono de fábula. Y yo necesito la complicidad del que está mirando la película para que funcione. Por eso, ellos cuentan abiertamente todo lo que les pasa, casi no hay misterio. Dialogan en esta propuesta un poco artificial con el espectador porque necesitan la complicidad. Si el espectador no sintiera la necesidad de que él y ella se conozcan creo que la película no funcionaría”, admite el cineasta.
¿Hasta qué punto la Berlinale, por su dimensión, permite que la película adquiera proyección internacional? Musaluppi ensaya una respuesta: “Es un aparato un poco más complejo. Las películas que están en los festivales más importantes, además de sus coproductores y otras personas que las financian y que participan un poco de todo el aparato tienen empresas que venden los films y que utilizan estas muestras como plataforma para la distribución comercial fuera del país”. Para Musaluppi, el festival “se transforma en la vidriera para que las películas existan. Aunque esto es un poco engañoso porque también está la idea de que si no ganás el Oso de Oro te fue mal. Nosotros tomamos los festivales, primero para disfrutar el momento que nos toca. Y segundo, nos interesa que nuestras películas, más allá de que se vean, tengan una vida comercial, independientemente de si ganan un premio o no”. De hecho, Medianeras no está en una sección competitiva y, para Musaluppi, Panorama es una sección muy buena “porque nos va a servir para el objetivo final: que la película tenga una vida comercial internacional”, analiza el productor.
Los festivales de Berlín y Cannes son propicios para darles a las películas visibilidad en el exterior. Pero, ¿qué pasa con un film nacional que fue programado para alguna de estas dos muestras cuando se estrena en Argentina? ¿El público tiene en cuenta esto al momento de pagar una entrada en una sala? “Para mí, un ejemplo es el de Los labios –analiza Moreno–: es una película que estuvo en Cannes y las actrices ganaron un premio importante, y ¿qué pasa con Los labios? Es raro. A veces, en general se señala tanto ‘Vino de Cannes’, ‘Entró a Berlín’. Y después, qué sé yo. A veces, una película estuvo ahí, ganó todo y después no pasó nada. Lisandro Alonso fue a Cannes con sus tres películas y acá fueron mil espectadores a verlas. Y es, probablemente, uno de los mejores directores que haya dado la historia del cine argentino, no que tengamos hoy. O sea, es raro. No sé si el festival tiene un impacto directo en los espectadores.”
Para Musaluppi, el asunto “depende un poco de la película. El problema es cuando uno se cree que es importante porque va a un festival. Es como una cuestión que tiene que ver con las modas, con la inmediatez, con creerse que uno llegó a un lugar. En realidad, uno tiene que tener claro que el festival puede colaborar un poco más en la cuestión internacional que en la cuestión local”. Y lo argumenta de la siguiente manera: “Si te ganaste el Oso de Oro o la Palma de Oro capaz tenés un poco más de prensa, pero la cuestión con el estreno en tu país tiene más que ver con qué tipo de cine quiere ver la gente, cuándo estrenás, cómo es tu campaña de lanzamiento, qué necesitas de la película también”. Según Musaluppi, hay películas que están hechas para que las vean 500 mil espectadores y otras para que las disfruten 40. “Y dentro de ese rango podés hacer un éxito o un fracaso. En el caso de Medianeras, me parece que no va a significar nada respecto del estreno. Digo Medianeras porque uno tiene un poco más de expectativa comercial que con Un mundo misterioso y porque necesita los espectadores, también en términos de producción y de recuperación de la inversión. Por ahí, con Un mundo misterioso nos podemos dar el lujo de estrenarla como queramos: generar un sistema para ver si estrenamos con una copia, con diez o cinco, y sentirnos libres de hacer lo que queremos con la película. Pero a Medianeras (que por ahí es una película que depende más de la gente), Berlín la va ayudar a que se venda afuera.” Pero el éxito o el resultado en Argentina, según Musaluppi, “van a tener que ver con el esfuerzo y las alianzas que hagamos para que las películas tengan la vida que nosotros queremos que tengan. Pasa que es difícil que un productor estrene después una película como quiere. En general, uno tiene obligaciones económicas, deudas que lo obligan a tirar las películas al mercado, literalmente. Y eso es una ventaja de estas dos películas”.
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