Mié 23.03.2011
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CINE › PABLO YOTICH, DIRECTOR Y ACTOR DE EL ABISMO... TODAVíA ESTAMOS

Los efectos de la dictadura

La película concentra en una familia de los ’70 todas las posturas ideológicas respecto del gobierno de facto: los que no sabían, los religiosos, los represores y los militantes. Se estrena mañana, en coincidencia con los 35 años del golpe.

› Por Oscar Ranzani

No tiene familiares desaparecidos pero, en su infancia, sus padres le inculcaron el valor de la militancia. Pablo Yotich nació en 1981, en plena dictadura, y viene de una familia de artistas: su abuelo interpretaba personajes de radioteatros y su padre también fue actor. Tal vez por esas dos razones decidió unir la política con el arte. Y el resultado es su ópera prima, El abismo... todavía estamos, largometraje también protagonizado por Yotich que, en clave de ficción, pone el acento en los efectos de la dictadura, básicamente en una familia. La fecha de su estreno es también muy simbólica: se exhibirá por primera vez este jueves 24 de marzo en el Espacio Incaa Km 0 (Rivadavia 1635), justo cuando se cumplan 35 años del golpe de Estado.

La idea de hacer esta película nació del compromiso que Yotich tiene con la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. “Desde chico, me sentí identificado con su causa”, afirma. No es casual: tiene la edad de algunos nietos apropiados. Hace unos años, Yotich comenzó a esbozar un guión que abordara la temática “dictadura y derechos humanos”. Para concretarlo, sumó a sus colegas Alejandro Reinhold y Rodrigo Peralta. Pero al tener sus primeros encuentros con las Abuelas, aquello que el trío había escrito en un comienzo fue borrado de un plumazo. “La historia que ellas nos contaban era ampliamente superadora”, reconoce Yotich. “Aquel primer guión fue una causa muy noble, pero la visión que nosotros teníamos de lo que queríamos contar era algo muy redundante. Consistía en mostrar dos puntos ideológicos distintos: el centro clandestino, una tortura y ahí se terminaba la historia”. Luego del relato de las Abuelas, el trío encontró otros aspectos que valían la pena relatar en el nuevo guión, en relación a los efectos colaterales de la dictadura. Por ejemplo, cómo irrumpía la ideología en una familia, cómo un amigo traicionaba a otro, cómo se producía el desmembramiento de una familia por distintas posturas políticas. “Y tratamos de hacer mucho hincapié en cómo seguimos pagando hoy las causas y los efectos de la dictadura”, explica Yotich.

El abismo... cuenta con un elenco más que interesante, encabezado por Juan Palomino, Alejandro Fiore y Raúl Rizzo, entre otros. Y la dirección musical quedó en manos de Víctor Heredia. La historia se sitúa temporalmente, en principio, en 1978. Ernesto (Yotich) está contento porque falta poco para que nazca su primera hija y entonces planea irse a vivir con su novia, Paloma (Belén Santos). Ernesto es militante. Y las cosas no son sencillas en su familia, sobre todo porque su hermano Felipe (Fiore) es un militar del riñón de los represores. El tercer hermano, Alejandro (Palomino), es sacerdote. Todo indica que esta familia es de una diversidad ideológica que sintetiza, de algún modo, las distintas posturas sobre el tema que había en la sociedad argentina en los años de plomo. En la historia, Ernesto y su novia son secuestrados por un grupo de tareas y recluidos en un centro clandestino de detención. Y para certificar que la perversidad de los represores no tenía límites, el teniente coronel Felipe le entrega el bebé recién nacido de su hermano Ernesto y de Paloma a un general del Ejército (Raúl Rizzo), cuya sobrina no puede tener hijos. Narrada en dos tiempos, la historia muestra en la actualidad al cura Alejandro, quien parece ver la cara de Natalia, la hija de su hermano Ernesto y Paloma, en una joven (Agustina Posse). A su vez, esta chica deberá enfrentarse a la realidad tormentosa de su apropiación y a su decisión de saber la verdad. Y, en consecuencia, ante la disyuntiva de recuperar su derecho a la identidad.

–En el film están concentrados prácticamente todos los casos en una misma familia: los que no sabían, los religiosos, el represor y el militante. ¿Por qué lo decidió así?

–Es un poco el juego que busca la película, porque creo que en muchas familias argentinas se ve reflejado eso. Hablo políticamente. Y lo saco de 1978. Hoy en día, en las familias argentinas sigue pasando lo mismo. Esa juventud de los ’70 proponía el debate y la militancia. Y en la Argentina hoy se les ha devuelto la militancia a los jóvenes. Hay muchos jóvenes que se están animando a cuestionar a sus padres o a sus hermanos mayores porque conocen lo que es ir a la Plaza y lo que es la militancia. Gracias a Dios no tenemos una dictadura militar para que las consecuencias vuelvan a ser las mismas. Pero es parte del aprendizaje.

–¿Cómo analiza el abordaje cinematográfico de la temática “dictadura y derechos humanos” y qué cree que le aporta su película al tema?

–Cuando contamos de qué se trata la película, hay un comentario frecuente que es: “Otra vez una película sobre la dictadura”. Se escuchan mucho esas palabras. Y yo digo que hasta que no encontremos el último nieto que estamos buscando hay que seguir haciendo estas películas. Y después de que se encuentre el último nieto, si es que se logra, hay que seguir haciéndolas para que no vuelvan a pasar los hechos del pasado. Traté de buscarle otro enfoque a la peli, más dentro de las relaciones humanas. No me interesaba tanto mostrar lo que pasaba en un centro clandestino con las torturas.

–¿Fue una manera de evitar caer en golpes bajos?

–Totalmente. Es algo que nos dijeron las Abuelas cuando ellas nos avalaron el proyecto. Dijeron que la película no está abordada ni con morbosidad ni con golpes bajos. Antes que mostrar a Ernesto y a Paloma siendo torturados en el centro, preferí mostrarlos cuando se juntan y cuando quizá son conscientes de que es el último momento en que se van a ver, y qué se dicen, o cómo expresan por última vez su amor. Tratamos de enfocarlo por ahí. Y después, uno ya sabe lo que pasaba en el centro clandestino. Entonces, mostramos qué le pasaba al cura cuando estaba afuera, qué les pasaba a los padres y cómo buscaban a sus hijos. Ese es el otro enfoque que ojalá logremos que llegue a la gente.

–¿Sentía que debía haber una coincidencia ideológica de los actores con la mirada que tiene la película? ¿Era imprescindible un compromiso que trascendiera lo artístico?

–Sí, era fundamental. Este es un elenco militante. Es un elenco que tiene la militancia a flor de piel y tomó el proyecto como si fuese propio, como un desafío. Fue una producción muy rara porque, generalmente, a uno lo llaman para hacer un personaje, actúa, se va a su casa y vuelve el día del estreno. En este caso no fue así. Primero, fue un proyecto muy largo, porque tardamos más de cinco años en poder concretarlo. Pero nadie se desmotivó. Y si yo me desmotivaba, los mismos actores me empujaban para seguir adelante, o viceversa. Un día vino a casa Raúl Ri-zzo para hablar del personaje y terminamos hablando tres horas de la política nacional. Era eso: militancia, militancia y militancia. Y desde ahí, empezamos a construir todos los personajes, teniendo claro todos en qué modelo de país queremos vivir y comparando la política nacional actual con la de los ’70. Todo eso nos ayudó a enriquecer el laburo.

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