CINE › LAS DUPLAS DE ACTOR Y DIRECTOR, UNA ASOCIACION QUE HIZO HISTORIA
La gran pantalla dio parejas de actuación célebres, pero el del intérprete y el cineasta es el dúo quizá más enigmático. Un repaso de algunas combinaciones de trabajo que dieron títulos clásicos, y más de una anécdota detrás de cámara.
› Por Leigh Singer *
Para un trabajo tan en equipo como la realización de películas, hay mucha atención puesta en las parejas. Co-estrellas como Astaire y Rogers o Bogart y Bacall fueron una definición de la química en pantalla. Incluso detrás de cámara, donde ciertos nombres se volvieron sinónimos. Imagínese las películas de Spielberg, de las ominosas dos notas de tuba en Tiburón a las grandiosas partituras de los tanques de Hollywood, sin las orquestaciones de John Williams. O los primeros planos de Ingmar Bergman sin la luminosa cinematografía de Sven Nykvist. Aun así, de todas las dinámicas de dúo en el arte del cine, ninguno es más intrigante que el de actor y director. En ese fascinante eje de la estrella al frente y el control detrás de escena, ¿quién tiene el poder en los de la “Lista A” del cine? ¿Es la estrella un títere del cineasta, o viceversa? ¿Es la fluidez o la turbulencia del trabajo lo que los vuelve a unir?
Algunas de las más enigmáticas parejas están actualmente en cartel o comenzando planes. El ganador es la tercera colaboración entre Mark Wahlberg y el director David O. Russell, luego del film sobre la Guerra del Golfo Tres Reyes y la comedia metafísica I Heart Huckabees. Considerados como dos personas que difícilmente podrían trabajar juntos, ninguno como Russell consiguió un trabajo tan poderoso de Wahlberg (dejando a un lado, claro, a Scorsese con Los Inflitrados). Ni tan variado, como demuestra el hecho de que vuelvan a juntarse para la adaptación del videojuego Uncharted: Drake’s Fortune.
También puede considerarse a Tony Scott y Denzel Washington, cuyo reciente thriller-sobre-rieles Imparable es su quinto esfuerzo y probablemente el mejor desde su primera película, Marea Roja. “Nos entendemos”, dice Washington. “Yo sé lo que él quiere, y él sabe cómo me gusta trabajar, con lo que dejamos cada uno al otro en paz.” Esa relación confortable puede calzarles bien, pero cada una de sus películas es una típica catarata de acción. Seguramente los cuatro films de Washington con Spike Lee, incluyendo Malcolm X, ofrecieron desafíos un poco más grandes. Problemas similares comenzaron a desarrollarse en la línea de producción de Tim Burton y Johnny Depp, no las suficientes como para disuadirlos de hacer otra fantasía juntos, Dark Shadows, basada en una serie de culto de la TV de los ’60. El aburguesamiento por la familiaridad es potencialmente un problema más para el director, usualmente atado a un proyecto por un par de años, mientras que el actor puede flirtear con otros directores antes de volver al “hogar” (siete de las once películas que dirigió Burton desde El joven manos de tijera, de 1990, están protagonizadas por Depp, que en ese período actuó en 35 films).
Quizá es mejor una asociación del estilo George Clooney-Steven Soderbergh (que trabajarían juntos para la adaptación de El agente de Cipol), que a la vez buscan otras sociedades. O, mejor aún, Scorsese y De Niro, que vuelven a trabajar juntos después de 16 años en una de gangsters llamada The Irishman. Algunos están hechos el uno para el otro.
Es quizá el dúo que define al equipo actor-director en el cine estadounidense, quizá en el mundo. La relación entre Ford y Wayne comenzó cuando “Pappy” convirtió al Duke en una estrella en La Diligencia (1939), y perduró durante 50 años, 14 películas y una tormentosa amistad (Ford aborreció que Wayne se escapara del servicio militar en la guerra). Juntos forjaron el retrato arquetípico de la masculinidad estadounidense, del individualismo de La diligencia a la desilusión culposa de Más corazón que odio, cuestionando incluso el mito que su cine había abrazado. Quizá no están de moda hoy, pero estén destinados a ser redescubiertos: Como decía el antihéroe de The Searchers con voz cansina, “ése será el día”.
Película clave: Más corazón que odio (The searchers, 1956)
Travis Bickle en Taxi Driver, Jake LaMotta en Toro Salvaje, Rupert Pupkin en El rey de la comedia... la galería construida en ocho películas por De Niro-Scorsese de locos sueltos, hombres brutales y brutalmente inseguros, fueron el epítome del renacimiento de las películas americanas en los ’70 y ’80: un examen de su propia herencia de clase trabajadora ítalo-americana. Con el más reciente acólito Leonardo DiCaprio como ladero de Scorsese en la última década (aunque, de verdad, ¿alguien cambiaría Buenos Muchachos por El Aviador?), la separación profesional del dúo solo estimula el apetito por lo que vendrá, un nuevo thriller sobre la mafia titulado El irlandés. Seguramente, aun una mediocre performance puede ayudar a redimir al actor de su saga con los Fockers.
Película clave: Taxi driver (1976).
Hay un libro titulado The Emperor and The Wolf (El emperador y el lobo) que retrata esta legendaria colaboración japonesa: no hay otra combinación de actor–director –una majestuosa maestría cinematográfica con una fuerza emocional primaria– que haya hecho más para que la atención occidental se posara en el cine extranjero. Dramas históricos (Rashomon), sagas modernas de gangsters (Stray dog) y, por supuesto, las grandes películas de samurais (Los siete samurais, Yojimbo): en 16 películas, Mifune sirvió a Kurosawa con una deslumbrante gama en un cuerpo de trabajo que lamentablemente se cortó de manera abrupta, debido a agravios personales. Aun así, su trascendente legado perdura, llevando a Kurosawa a declarar que “no me siento orgulloso de nada de lo que haya hecho sin él”.
Película clave: Los siete samurais (1954)
Dadas sus circunstancias personales, es imposible imaginar a esta ex pareja reuniéndose, pero por diez años y más de trece películas Farrow fue la mayor musa de Allen. Diane Keaton tuvo las primeras películas y personajes más relajados, pero el rango de Farrow del drama bergmaniano (Septiembre), la comedia absurda (Broadway Danny Rose) y todo lo que puede entrar en el medio es sorprendente. En la carrera se verificaron obras maestras como Zelig, Hannah y sus hermanas y el más emocionante homenaje de Allen a las películas en sí, La rosa púrpura del Cairo: quizá su trabajo más subvalorado, protagonizado por su más subvalorada protagonista femenina, por desgracia nunca considerada para una nominación al Oscar.
Película clave: La rosa púrpura del Cairo (1985)
Empezaron como un par de outsiders con un mutuo amor por descastados de aspecto infantil y macabros cuentos de hadas. Pero hace un tiempo que el eje Burton-Depp empezó a preferir el mainstream como fuente de ingreso artístico... y financiero. Luego de siete películas, se han vuelto (demasiado) familiares como la primera opción para tanques fantásticos livianamente góticos. Cada vez más, sus esfuerzos parecen encaminados a ser el envase para las pantomimas de Depp (Willy Wonka en Charlie y la fábrica de chocolate, el Sombrerero Loco de Alicia en el País de las Maravillas) y la ornamentada dirección de arte de Burton, a expensas de aquello que hizo tan especial a su sociedad: historias hermosas y personales, perfectamente contadas, de personajes realmente extraños y en el borde, como Edward Scissorhands (El joven manos de tijera), Ed Wood y una ganadora mixtura de maravillas y corazones heridos.
Película clave: El joven manos de tijera (1990)
Dos lunáticos más grandes que la vida que parecían empujarse uno al otro a aventuras cada vez más espectaculares y excesivas en remotas partes del globo, Herzog y Kinski parecían hechos el uno para el otro. Fueron cinco películas y un documental. Las historias del detrás de escena llenas de peleas tirándose de los pelos, experiencias cercanas a la muerte y discusiones a punta de pistola son tan entretenidas como las mejores de sus épicas colaboraciones en la jungla sudamericana, Aguirre, la ira de Dios y Fitzcarraldo: dos clásicos tocados por una genuina sensación de insania. Herzog compiló (y alimentó) con gracia ese “grandes éxitos” en y fuera de la pantalla en su fascinante documental sobre la relación entre ambos, apropiadamente titulado Mi mejor enemigo.
Película clave: Fitzcarraldo (1982)
El más grande “autor” español vivo es justamente reconocido por crear fuertes roles femeninos, interpretados por una falange regular de protagonistas (Carmen Maura, Marisa Paredes). Su musa más reciente, y la más exitosa a nivel internacional, es Penélope Cruz, autodefinida como fan del director. En cuatro títulos, Almodóvar la liberó de las películas de mero lucimiento frívolo con una serie de mujeres desafiantes: una monja embarazada (Todo sobre mi madre), una desesperada, acosada ama de casa (Volver), una estrella de cine condenada (Los abrazos rotos), sin dejar de celebrar su voluptuosa belleza. ¿La respuesta de Cruz? Su mejor trabajo en pantalla hasta ahora, proveyendo la esencia emocional necesaria para que el estilo del director fluya. Su mutua admiración promete otros sensuales descubrimientos cinematográficos por venir.
Película clave: Volver (2006)
Juntos en seis películas desde su ensayo sobre el crimen Un romance peligroso (o “Tarantino para principiantes”), el soltero más codiciado y el cinéfilo intelectual ayudaron a resucitar la carrera del otro, embarcándose en una serie de colaboraciones mientras le daban facilidades a otros creadores a través de su compañía Section Eight. Siempre hubo una sensación de que la búsqueda de experimentación de Soderbergh podría afectar la afinidad de Clooney por las películas elegantes y de prestigio, pero su más ambicioso trabajo en conjunto –la remake de Solaris de Tarkovsky, el algo fallido melodrama de guerra Intriga en Berlín– mostraron suficiente pasión por el riesgo como para oficiar de contrapartida de la lustrosidad de tantas estrellas en la trilogía de La gran estafa.
Película clave: Un romance peligroso (1998)
Marido y mujer, socios en el crimen, fundadores del movimiento de cine independiente en Estados Unidos, el trabajo conjunto de Cassavetes y Rowlands en pantalla (siete películas) exhibe la cruda intensidad de las películas hogareñas. Quizá por lealtad al matrimonio, Rowlands nunca tuvo roles tan complejos o demandantes como aquellos que escribió su marido, notablemente en películas como Una mujer bajo influencia y Noche de estreno. A más de veinte años de la muerte de Cassavetes, el formidable talento de Rowlans sigue sin ser utilizado como corresponde.
Película clave: Una mujer bajo influencia (1974)
Scott y Crowe confían en su fuerte relación para producir chispas suficientemente creativas como para imprimir sus películas en la conciencia colectiva. Eso está muy bien para un visceral festín de testosterona como Gladiador, pero no tanto para un film algo más torpe como Un buen año. Otras colaboraciones de peso pesado como Ganster americano y Body of lies dividió la atención de Scott entre Crowe y otras estrellas de la “Lista A” (Washington, DiCaprio), mientras que Robin Hood fue simplemente mala y sin sentido del humor. Pero tampoco hay que menospreciar a dos tipos tan ferozmente comprometidos el uno con el otro.
Película clave: Gladiador (2000)
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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