Lunes, 25 de abril de 2011 | Hoy
CINE › EL DIRECTOR MARCEL GONNET Y SU DOCUMENTAL CLAUDIA
En su film aborda la historia de una mujer que lleva 27 años detenida en la Unidad 3 del Penal de Ezeiza. “Me interesó reflexionar sobre el sistema penitenciario, a partir de un caso personal que me iba a ayudar a llevar la discusión hacia el tema de la reinserción”, dice.
Por Oscar Ranzani
Claudia Sobrero tiene el triste record de ser la mujer que más tiempo hace que está presa en la Argentina: lleva veintisiete años detenida en la Unidad 3 del Penal de Mujeres de Ezeiza. En 1990 fue condenada por complicidad en los asesinatos del dibujante Lino Palacio y su esposa, producidos en 1984. Después de más de dos décadas, Sobrero logró tener salidas transitorias y le encontró un sentido al devenir del tiempo: estudió sociología en la cárcel, a través del Programa UBA XXII. Su nombre circuló por los medios con miradas muy diversas. Hace doce años, Página/12 publicó una nota sobre su historia. Así fue como se enteró de su existencia el cineasta Marcel Gonnet, quien después de varios años, realizó el documental Claudia, que podrá verse este jueves a las 20 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). A lo largo de este mes se proyectó también en Arte Cinema (Salta 1620).
Luego de leer la nota, Gonnet se acercó a visitar a Sobrero a la cárcel. Se hicieron amigos. Y esa confianza construida permitió que la película no se transformara en una invasión a su vida. El director complementó el relato de la cotidianidad de Claudia en la cárcel y sus salidas transitorias con testimonios de los sociólogos Alcira Daroqui y Löic Wacquant y del juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, quienes aportan la mirada más teórica sobre el sistema carcelario argentino. El documental navega entre el aspecto más íntimo (si es que es posible lograrlo plenamente en una cárcel) de Claudia y el más público, donde, a través de un caso, se intenta indagar sobre la factibilidad de la resocialización. “Me interesó reflexionar sobre el sistema penitenciario, a partir de un caso personal que tenía relevancia y que iba a ayudar a llevar la discusión hacia el tema de la reinserción”, afirma Gonnet en diálogo con Página/12.
–¿Qué fue lo que más le impactó de la vida de esta mujer para abordarla cinematográficamente?
–Lo que más me sigue impactando de Claudia es la energía. Tiene una energía que, en su momento, evidentemente fue desaprovechada o tal vez combatida por la familia. Ella nunca encontró su lugar en el esquema familiar ni en el social. De todo el laburo de investigación, lo que surge es que nació en un hogar complicadísimo. Y es imposible que el sistema penal lo evalúe de alguna forma. Lo que hacen es juntar en un pabellón a personas con historias muy distintas para que, básicamente, se hagan daño entre sí o estén ahí quietos. Nada más.
–El documental no se ciñe exclusivamente al relato de la vida de Claudia en prisión y a sus salidas transitorias, sino que también analiza el sistema carcelario argentino. ¿Por qué lo pensó de esta manera?
–Por ejemplo, para la película, no conseguimos a ningún funcionario que defendiera el sistema penitenciario. Simplemente porque es indefendible. Me interesaba un abordaje sociológico que diera cuenta de la cárcel como dispositivo de control social. Y eso es lo que es en cualquier país. Si ve las cifras de encarcelados en Estados Unidos, casi el 70 por ciento son negros y el otro 30 son latinos. Y hay un 2 por ciento de blancos.
–¿Cómo percibió la vida intramuros?
–Hubo dos etapas. Durante los diez primeros años la fui a ver a Claudia como un amigo. Eso implicaba una hora para que me revisaran, otra esperando que abrieran la puerta siguiente porque es una cosa bien kafkiana, y después estaba en un gimnasio con un patiecito tratando de compartir un tiempo con una persona. Y al lado había como cuatrocientas personas con otros dramas. Después me separaban de los presos y estaba una hora esperando para salir. El trato que se le da a la gente que se toma el trabajo de no dejar solo a un preso parece un castigo. Entonces, esa fue la primera etapa. En la segunda, como entrábamos a filmar, había un esquema más relacionado con los talleres del área cultural de la cárcel y sobre todo el de la UBA con el programa que tiene en las cárceles. Claudia lo estaba terminando.
–¿Entonces, a través de testimonios de especialistas y del relato de la cotidianidad de Claudia, la idea fue reflexionar sobre el encierro y la reinserción social?
–Reflexionar pero no dar respuestas, porque la película, en realidad, no da muchas respuestas. Ni siquiera se propone eso. Sí deshacer varios preconceptos. Uno se imagina a un delincuente y no complejiza sobre la vida y la historia de un delincuente. La imagen de Claudia para los medios era la de un monstruo. Entonces, por un lado, me interesó deconstruir al monstruo para obtener una persona real. ¿Cómo una persona real llega a una situación así? ¿Y qué siente? Y como Claudia es una militante, el tema de la reinserción y de la crítica al sistema penitenciario estuvo presente desde que nos conocimos. Así que me pareció que podía juntar una evolución personal (que podía ser interesante en imágenes) con una reflexión.
–Claudia se recibió de socióloga en la cárcel a través del Programa UBA XXII. ¿Cree que la educación allana el camino hacia la resocialización o es una opción que no se condice con la realidad?
–Ni una cosa ni la otra. Yo lo veo más como oportunidades que se generan a partir de la lucha de los internos. El Centro Universitario de Devoto, por ejemplo, no surgió porque se le ocurrió al Gobierno hacer un centro universitario sino por una demanda, por una organización. Es muy importante que ellos no pierdan su identidad política. Cuando entran en una cárcel, por definición judicial, pierden todos sus derechos como ciudadanos. Entonces, el aprendizaje tal vez no está en el estudio en sí mismo, sino en poder organizarse para enfrentarse a una institución total que tiene armas y que, cotidianamente, te dice cuándo te tenés que bañar, cuándo te tenés que ir a dormir, cuándo te tenés que despertar y quién te puede visitar. No estoy hablando de lo que se entiende por crimen, que sería otra discusión. Me interesa más lo que se entiende por el remedio del crimen, que no es un remedio; en general, es peor, porque muchas veces en esas estrategias de resistencia de la gente, surgen grupos enfrentados y pequeñas mafias. También hay que saber ver eso, pero lo que está clarísimo es que el responsable de eso es el Estado.
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