CINE › 8 MINUTOS ANTES DE MORIR
› Por Horacio Bernades
En su primera y magnífica película –Moon, 2009, editada aquí en DVD con el título En la luna–, el británico Duncan Jones abordaba, con sólo un hombre en el espacio, lo que podría llamarse “tragedia de la distancia”, que es también distancia de uno mismo. Ahora, Mr. Jones –que acaba de cumplir 40 y no es otro que el hijo de David Bowie– vuelve a abordar cuestiones semejantes, otra vez desde un formato de género pequeño y modesto, casi íntimo. Pero en esta ocasión trabaja sobre un guión ajeno, típico mecanismo de relojería estilo “juegos de la mente”, a la manera de películas como Abre los ojos, Memento o El origen. Como la última de ellas, el “rompedero de cabeza” de 8 minutos antes de morir empieza resultando atractivo e intrigante, pero va quedando irremediablemente atrapado en su propia mecánica.
El comienzo es bien raro. Como en un episodio de Dimensión desconocida, un hombre (Jake Gylenhaal) se despierta de golpe en un tren, sin saber quién es ni dónde está. En el asiento de enfrente hay una chica (Michelle Monaghan) que, se supone, viaja con él y lo conoce bien. Pero lo llama por el nombre de otro. Desesperado, el tipo va al baño a lavarse la cara, y cuando se mira al espejo... allí hay otro. Mientras busca en los otros pasajeros respuestas al intríngulis, la chica le sonríe con sospechosa insistencia. En medio de todo eso, una bomba explota. ¿Murió el protagonista? ¿Qué pasó, quién era, cómo y por qué fue a parar a ese tren? Como si se tratara de un cuento de Philip Dick leído a los saltos, las respuestas a esas preguntas dan por resultado preguntas bastante más enrevesadas. Estas tienen que ver con experimentos secretos científico-militares, la supervivencia cerebral a la muerte, la implantación de identidades ajenas y el reiterado traslado hasta una suerte de situación-matriz, “código de origen” al que el título original hace referencia.
Para que esta clase de mind games funcione, debe despertar preguntas más interesantes que el propio jueguito. Jueguito que, por muy oscuro que sea el planteo de arranque, a la larga debería resultar inteligible. Ninguna de ambas cosas sucede aquí. Mientras intentamos entender, sin mucho éxito, cómo funciona el asunto, sabemos que –versión explosiva de Hechizo del tiempo– habrá que volver una y otra vez a la misma situación, para intentar, en esos ocho minutos contrarreloj que indica el título, que el vagón no vuele por los aires. Para eso hay que descubrir quién pone la bomba y desactivarla. Es como jugar al Clue, un sábado a la tarde en casa, pero fusionando física cuántica y cálculos parabólicos (de todo eso habla el director del experimento) con el coronel Mostaza y la señorita Escarlata. La única forma de desbanalizar el asunto sería darle desarrollo al factor humano, encarnado aquí en dos personajes trágicos: el protagonista y la capitana de uniforme que le da instrucciones (Vera Farmiga, lo mejor de la película). Pero ellos no crecen lo suficiente y la versión cuántica del Clue termina por imponerse.
6-8 MINUTOS ANTES DE MORIR
Source Code,
EE.UU./Francia, 2011
Dirección: Duncan Jones.
Guión: Ben Ripley.
Intérpretes: Jake Gylenhaal, Michelle Monaghan, Vera Farmiga.
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