Sáb 25.06.2011
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CINE › PETER FALK MURIó EN SU CASA DE BEVERLY HILLS, A LOS 83 AñOS

El último caso del teniente Columbo

Detrás de ese detective de impermeable raído y lógica implacable estuvo durante 35 años un actor de una sola cuerda, pero que supo hacerla vibrar con una simpatía y una calidez tal que lo convirtieron en una leyenda de la historia del cine y la televisión.

› Por Luciano Monteagudo

El impermeable siempre lucía arrugado y sucio, la camisa daba la impresión de no haber conocido jamás el calor de una plancha y de la corbata... bueno, mejor ni hablar. Así –como si hubiera dormido vestido y a la mañana se hubiera peleado primero con la almohada y después con el espejo– aparecía rigurosamente el teniente Frank Columbo en la escena del crimen, habitualmente alguna lujosa mansión en los alrededores de Hollywood. El asesino –que solía ser una estrella en su ocaso, desde Ray Milland hasta Faye Dunaway, pasando por Johnny Cash– nunca pensaba que ese policía impresentable, torpe, que se rascaba permanentemente la cabeza como si se hubiera olvidado su propio nombre y que dejaba caer la ceniza de su eterno cigarrillo sobre las alfombras más caras, podía siquiera encontrar la más mínima pista del crimen. Pero detrás de esa apariencia engañosa, el teniente Columbo siempre se las ingeniaba –apelando a la más rigurosa lógica cartesiana– para ir acorralando al sospechoso de turno hasta que no le quedara más remedio que confesar. Y detrás de Columbo estuvo durante 35 años Peter Falk, un actor quizá de una sola cuerda, pero que supo hacerla vibrar con una simpatía y una calidez tal que lo convirtieron en una leyenda de la historia del cine y la televisión. Afectado de Alzheimer, Falk murió el jueves en su casa de Beverly Hills, a los 83 años; algunas columnas de Hollywood sugieren que ni siquiera recordaba qué significaba el apellido Columbo.

Desde el impermeable, que sacó de su propio guardarropas, hasta el desvencijado Peugeot convertible que eligió entre la chatarra del estudio Universal, Falk moldeó personalmente al personaje, aportando todos y cada uno de los detalles que le dieron su marca distintiva. Pero Falk tuvo otras vidas además de Columbo. Fue nominado dos veces al Oscar de la Academia de Holly-

wood; protagonizó en Broadway estrenos de Paddy Chayefsky, Neil Simon y Arthur Miller; filmó bajo las órdenes de cineastas de la talla de Frank Capra, John Cassavetes, Steven Spielberg, Blake Edwards, William Friedkin, Robert Aldrich y Wim Wenders, y se lució como partenaire de Frank Sinatra, Bette Davis y Jason Robards, entre muchos otros.

Nacido en pleno Manhattan el 16 de septiembre de 1927, Peter Michael Falk sufrió apenas tres años después la pérdida de su ojo derecho, a causa de un tumor, lo que no le impidió destacarse primero como beisbolista y después como actor de teatro, en Broadway, a partir de 1956. Su primer golpe de suerte en Hollywood lo tuvo con Murder Inc. (1960), una producción de la Fox dirigida por Stuart Rosenberg que le valió a Falk su primera candidatura al Oscar al mejor actor secundario, por su cuidada composición de un joven mafioso. Recibió tantos elogios que al año siguiente el legendario Frank Capra lo convocó para interpretar a otro gangster, pero más amable, en la que sería la última película de la carrera del director, Milagro por un día (1961), por la cual Falk fue nominado por segundo año consecutivo en la categoría de mejor actor de reparto. Luego, repitió un poco el mismo personaje junto al clan Sinatra en Robin Hood de Chicago (1964), fue uno de los ambiciosos taxistas de El mundo está loco, loco, loco (1963) y, otra vez al volante, se divirtió junto a Tony Curtis y Jack Lemmon en La carrera del siglo (1965), de Blake Edwards.

Pero el personaje que le cambiaría la vida llegó en 1968, cuando –después de haber sido rechazado por Bing Crosby y Lee J. Cobb– le ofrecieron el papel del teniente Columbo en un telefilm titulado Prescription: Murder. Allí ni siquiera era el protagonista y aparecía a los 30 minutos de película, pero el personaje dejó su marca, al punto de que la NBC encargó un segundo telefilm, Rescate por un muerto (1971), que se convirtió en el capítulo piloto de Columbo. El primer episodio de la serie propiamente dicha salió al aire ese mismo año y tuvo como director a un joven de apenas 24 años llamado... Steven Spielberg. Desde entonces, la serie conocería infinidad de temporadas y programas especiales, hasta el año 2003, que marcó la última aparición de Falk como Columbo, personaje por el cual ganó cuatro premios y diez nominaciones para el Emmy, el Oscar de la televisión estadounidense.

Mientras tanto, Falk nunca abandonó el cine. Dos de sus trabajos más importantes fueron bajo la dirección de su gran amigo John Ca-ssavetes, para quien, junto a Ben Gazzara y el propio Cassavetes, fue uno de los inmaduros maridos de Husbands (1970), un film que con el tiempo probó ser tremendamente influyente. Nuevamente con dirección de Cassavetes, fue el coprotagonista de ese espléndido estudio sobre la locura que es Una mujer bajo influencia (1974), un trabajo consagratorio de Gena Rowlands, sostenida por Falk que, como su marido, aportó una sensibilidad extraordinaria.

En un plano más ligero, Falk se entretuvo componiendo a un detective hard-boiled a la manera de Sam Spade en Crimen por muerte (1976), una comedia policial con un elenco estelar en el que sobresalían Alec Guinness, David Niven, Maggie Smith y Peter Sellers. Otra parodia policial que explotaba su veta cómica-detectivesca fue El detective barato (1978), sobre guión de Neil Simon. Del otro lado de la ley, Falk fue el protagonista de ¿Y dónde está el ladrón? (1978), de William Friedkin, sobre un ratero de poca monta que de pronto da el gran golpe de su vida.

La década del ’80 fue menos prolífica en materia de cine, pero Falk se las ingenió para seguir activo, a pesar de cargar con la sombra de Columbo. Para el veterano Robert Aldrich fue el protagonista de Las muñecas de California (1981), una road-movie injustamente olvidada, en la que se desempeñaba como el manager de un par de mujeres luchadoras sobre barro, que van recorriendo los rincones menos pensados de los Estados Unidos. Y en un par de escapadas se corrió hasta Berlín, para aparecer primero en una escena de Las alas del deseo (1987), de Wim Wenders, y luego, bastante después, en su continuación, Tan lejos, tan cerca (1993). Para entonces todavía seguía siendo Columbo, un detective que hizo historia.

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