Sáb 08.04.2006
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CINE › MAÑANA, CON PAGINA/12, UN DVD DE EL GORDO Y EL FLACO

Aquel viejo dúo inolvidable

Tontos de altura, cuyo DVD puede conseguirse mañana con la edición de este diario, proviene de un momento cumbre de la carrera cinematográfica de los inmortales Laurel y Hardy.

› Por Oscar Ranzani

París. Tomas de sus iconos arquitectónicos: Torre Eiffel, Catedral de Notre Dame y Arco de Triunfo. En el interior de un bar, Ollie, en un gesto de arrogancia y, a la vez de devoción, le regala una foto suya a Georgette, una chica que lo vuelve loco. Pero para no parecer tan arrogante, el obsequio incluye un frondoso ramo de flores. La apuesta es arriesgada y traerá sus consecuencias. “Es muy amable, pero nunca podrá pasar”, le dice su pretendiente y Ollie no sabe poner otra cara que ésa, de rotundo fracaso. Como si fuera poco, la negativa a la consumación del amor se completa con la llegada de François, esposo de George-tte que viene de hacer una tarea militar en Marruecos. Ollie no se la puede sacar de la cabeza. “¿Por qué no pruebas con un bife?”, le sugiere Stan, tratando de calmar su hambre antes que su angustia, como si la comida le devolviera al menos una sonrisa en su panza. En medio de una situación tragicómica abundan los gags y Ollie planea el suicidio. Pero cuando decide arrojarse al río Sena junto a su compañero, un policía los sorprende y les propone una solución: “¿Por qué no se alistan en la Legión Extranjera?”. A partir de entonces, los dos inician una ¿misión? en Africa que incluirá una nutrida seguidilla de aventuras desopilantes. Tontos de altura, protagonizada por los inmortales Laurel y Hardy o, en buen criollo, El Gordo y El Flaco, se trata de un largometraje que provocará lágrimas de alegría y, a la vez, de nostalgia, gracias a estos dos seres entrañables que hicieron reír a generaciones enteras. Mañana podrá adquirirse el DVD con la edición de Página/12.

Si el pasaje del cine mudo al sonoro trajo como consecuencia la deserción de una numerosa cantidad de artistas que habían evolucionado profesionalmente a través de gestos, muecas y un gran despliegue de destreza física, el género de la comedia marcó una excepción con Stan Laurel y Oliver Hardy, quienes no solamente supieron resistir a la novedad tecnológica (y artística), sino que vivieron su momento de esplendor con esta innovación ya asimilada por la industria del cine.

Tontos de altura pertenece a la etapa gloriosa de la dupla cómica y a través de ella puede contraponerse la opinión de parte de la crítica de aquel entonces que veía en los largometrajes (la película dura 67 minutos) la pérdida de espontaneidad de estos comediantes que, en principio, hicieron furor con los cortos.

Sin embargo, la película no pierde consistencia en el relato, a través del cual pueden apreciarse los recursos actorales que desplegaron Laurel y Hardy durante la etapa sonora del cine.

Para hablar de Laurel y Hardy hay que mencionar un tercero en cuestión que fue determinante para la consagración: el productor Hal Roach, un visionario de la exitosa combinación de esta dupla despareja físicamente, cuyo ingenio y creatividad recaía más bien en la figura de Laurel. La visión de la potencialidad de estos dos artistas, Roach la observó mientras Laurel –que venía de reemplazar nada menos que al genio del cine cómico mudo, Charles Chaplin– dirigía una película que tenía como protagonista a Hardy, un desconocido por aquel entonces.

El nacimiento del dúo fue narrado magníficamente por Osvaldo Soriano en su libro Artistas, locos y criminales: “En un momento de la filmación, Oliver Hardy, que personificaba a un repostero, cometió una de sus torpezas habituales y se volcó una olla de aceite hirviendo sobre un brazo. Stan corrió en su ayuda: juntos armaron un alboroto que fascinó a Roach. Enseguida supo que estaba en el comienzo de un gran negocio”.

Desde entonces (1927), Laurel & Hardy lograron imponerse en el corazón del multitudinario público que acudía a verlos a la pantalla grande. El Gordo y El Flaco filmaron 109 películas (sumando cortos y largometrajes y apariciones especiales) y reinaron holgadamente en la comicidad cinematográfica durante la década del 30, época en la que hicieron películas como Ojo por ojo, Dos fusileros sin balas, Allá en el lejano Oeste, Marineros de agua dulce y la que ofrece Página/12, Tontos de altura, entre otras.

Si bien trabajaron para grandes compañías, como la MGM y la FOX, terminaron sin dinero en los últimos años de sus vidas, que también fueron muy tormentosos por el agravamiento de la salud de ambos comediantes. Pero esa pobreza económica que sufrieron no les impidió conservar la riqueza de espíritu que sostuvieron hasta el último día de sus vidas.

Y esa gloria repentina –sostenida con su eficacia artística durante los años ’30 y los ’40– es recordada aún hoy a través de las sonrisas de quienes siguen creyendo en la inmortalidad de sus gestos y chistes.

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