Mié 24.08.2005
espectaculos

CINE › FRITZ LANG DESCONOCIDO

Los seriales y las aventuras exóticas

Desde mañana, en la sala Lugones, se verá el costado más pulp del maestro alemán.

› Por Horacio Bernades

“Hay que defender estas películas del tosco sentido común”: allá por los ’70, el crítico francés Serge Daney lanzó este grito de guerra. El objetivo: abroquelarse en torno de El tigre de Eschnapur y La tumba hindú, díptico exótico que el austríaco Fritz Lang filmó a fines de los años ’50, en las postrimerías de su carrera. Realizadas por el legendario realizador de Metrópolis y M en la India, Daney llamaba a defenderlas del embate de la crítica de su época, que vio en ellas el inconfundible signo de decaimiento de un cineasta por entonces septuagenario. Reivindicadas más tarde como dos gemas de aventuras en estado puro, en buena parte del mundo (Argentina incluida) no había ocasión de ver este dueto indio prácticamente desde el momento de su estreno. Casi medio siglo más tarde, un ciclo a celebrarse a partir de mañana en la sala Lugones permite recuperar este Lang maldito, en el contexto de un ciclo dedicado al costado más pulp de uno de los autores de mayor prestigio en toda la historia del cine.
Fritz Lang: en busca del tiempo perdido es el título del ciclo organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires, el Goethe Institut y la Fundación Cinemateca Argentina, al que se le adjunta el muy descriptivo subtítulo Los seriales y las aventuras exóticas. Desde mañana y hasta el jueves 1º de septiembre, a El tigre de Eschnapur y La tumba hindú se les sumarán varios títulos de la primera época del realizador, cuya fiebre aventurera y estética casi de comic les permiten entroncar perfectamente con aquéllos. Así desfilarán por la sala Lugones la saga completa del infame doctor Mabuse (incluyendo la muy poco vista Los mil ojos del Dr. Mabuse, que es de 1960) y dos desaforados seriales mudos, Las arañas y Spione (ver detalle aparte). Tanto el díptico indio como Spione se presentan en copias nuevas, aportadas por el Filmmuseum de Berlín, la Cinemateca Alemana y la Fundación Murnau. Acompañando este envío ha llegado al país Eva Orbanz, curadora del Filmmuseum Berlin-Deutsche Kinemathek y presidenta de la Federación de Archivos de Films (FIAF).
“Lang había escapado de Alemania en 1932, huyendo de la presión personal de Josef Goebbels, que quería convertirlo en el cineasta oficial del régimen nazi”, recuerda Orbanz ante Página/12. “Tras haber estado radicado durante un cuarto de siglo en Estados Unidos, un ofrecimiento del productor Arthur Brauner le dio la oportunidad de regresar a su país. Era algo que Lang anhelaba desde hacía tiempo y fue ésa la razón por la cual abandonó Hollywood para encarar la realización de estas películas indias primero, y la última Mabuse después. A la larga, terminaron siendo las últimas películas de su carrera, ya que en Hollywood no volvieron a darle trabajo.” Es curiosa la historia de la realización de El tigre de Eschnapur y La tumba india, que terminarían siendo éxitos considerables en varios países europeos, pero en Estados Unidos se estrenaron como una única película y reducidas a la mitad del metraje (la duración original, que es como se exhibirán en la Lugones, es de 100 minutos por película). Lang y su esposa y coguionista de entonces, Thea von Harbou, la escribieron como una sola historia en 1920. Pero en lugar del realizador de Metrópolis fue su productor, Joe May, quien terminó filmando La tumba hindú. Con lo cual el ofrecimiento de Brauner le permitió saldar aquella deuda, casi cuarenta años después.
“Me pareció como un círculo que empezaba a cerrarse: una especie de fatalidad”, le confesó Lang a Peter Bogdanovich poco antes de su muerte. La afirmación es particularmente llamativa, teniendo en cuenta que la fatalidad y los círculos que se cierran son dos de las constantes de su obra. Ver hoy estas aventuras en una India de tigres, marajás, cultos secretos, bailarinas exóticas, catacumbas y serpientes gigantes (todo fotografiado en un eastmancolor de esos que ya no se consiguen) es comoretroceder hasta una época ya en ese momento a punto de caducar: la de la aventura sin vueltas, que pronto cedería su lugar en el reino del gran espectáculo ante épicas bíblicas, desérticas e históricas. Por supuesto que el protagonista de El tigre... y La tumba... –un arquitecto de acción que jamás se saca su chaqueta cazadora– recuerda inevitablemente a cierto arqueólogo de látigo, varias décadas posterior. En efecto, después de esta India de Lang viene Indiana Jones. Pero hay un cuarto de siglo de silencio, entre uno y otro.

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