CINE › FLAMENCO Y MUSICA POPULAR BRASILEÑA PARA TERMINAR LA FIESTA DEL CINE
La leyenda del tiempo, favorita para la premiación de mañana, se nutre de la leyenda de Camarón de la Isla, mientras que María Bethania, música é perfume es un magnífico retrato de la bahiana.
› Por Karina Micheletto
Dentro y fuera de la sección “Música”, el Bafici aparece cruzado por personajes de la música popular que despiertan magnetismo. Distintas películas proponen un acercamiento que no hace pie exclusivamente en el personaje, sino más bien en lo que significa y genera su obra. La leyenda del tiempo, del español Isaki Lacuesta, está sobrevolada por el espíritu del mítico cantaor Camarón de la Isla. María Bethania, música é perfume, del francés radicado en Suiza Georges Gachot, es un documental más interesado en el proceso creativo y la potencia interpretativa de la brasileña que en la información que se pueda aportar sobre ella.
En La leyenda del tiempo (ver aparte), el rastro de Camarón aparece a través de dos personajes: Israel, un chico gitano que nació en San Fernando, la isla de Camarón, y que por distintos motivos no puede cantar, y Makiko, una japonesa que llega hasta las tierras flamencas con una idea inocente: aprender a cantar como Camarón. La película está centrada en estas dos historias, atravesadas por la experiencia del crecimiento, de la pérdida y el desarraigo, de amores sugeridos o imposibles. Los mismos ingredientes básicos que abonan las raíces del flamenco.
Atravesando la película está también la música flamenca y, claro, el tema La leyenda del tiempo, que dio nombre a un disco de Camarón editado en 1979 y que aquí termina siendo reversionada por los mismos que acompañaron al cantaor, veintisiete años después: el guitarrista Raimundo Amador, el productor discográfico Ricardo Pachón, los músicos Joan Albert Amargós, Carlos Benavent, Jorge Pardo y Rubén Dantas. Todos reunidos en una jam sesion que aparece sobre el final de la película, mientras transcurren los títulos. El cante, en este caso, está a cargo de Montse Cortés. “Podría haber sido Diego El Cigala u otro gran cataor de renombre. Pero pensamos que tenía que ser una mujer porque no queríamos ungir a nadie con el título de ‘heredero’”, explica Lacuesta, y revela un dato entre risas: “Esa jam sesion costó más dinero que toda la película. Así que, cada vez que se proyecta y la gente se para y se va en los títulos... ¡el productor me quiere matar!”
Lacuesta nació en Gerón, Cataluña, un lugar “de lo más antiflamenco”. “En Cataluña un cantaor de flamenco es alguien a quien le duele el estómago. Mi madre hasta el día de hoy no puede entender por qué me gusta esta música”, cuenta el director. La película comenzó a delinearse en un viaje de vacaciones por el sur de España, cuando Lacuesta llegó hasta San Fernando, la isla de Camarón. “Me impactaron el paisaje, la bahía, las marismas, las salinas. Esos espacios tan extensos junto al mar en donde se recoge la sal a mano, en forma artesanal, con un trabajo pesadísimo.” Esas marismas y salinas que aparecen en las canciones de Camarón de la Isla (“qué me importa a mí que se sequen las salinas, mientras yo te tenga aquí”, recita Lacuesta) dominan algunas de las escenas más bellas de La leyenda del tiempo.
Moviéndose entre el documental y la ficción, Lacuesta realizó su película con una técnica particular: sin actores profesionales, con castings en los que todos terminan haciendo de sí mismos y muchas situaciones en las que se improvisó a partir de algunas pautas previas. Agotadas las instancias de los castings, Lacuesta logró convencer, por ejemplo, al hermano real de Camarón, Pijote (su sobrenombre remite a un pez, pero también tiene el mismo doble sentido que en la Argentina), para que haga de profesor de cante de Makiko.
–¿Cómo fue el proceso de preproducción?
–Lo primero fue llegar a San Fernando, un lugar que tiene la tasa de desocupación más alta de España y donde la gente vive con una energía que contagia. Con un primer bosquejo de lo que quería que fuera la película, empecé a hacer una serie de entrevistas. Para llegar hasta el personaje de Makiko, entrevisté a muchas japonesas que llegan allí para tomar clases debaile flamenco, algo que, tengo entendido, también ocurre aquí con el tango.
–Sorprende el personaje de Israel, el niño gitano. ¿Cómo llegaron hasta él?
–Yo quería hablar de un fenómeno bastante común en esa zona: el de los niños cantores prodigio, que todos imaginan como el próximo Camarón a los 12, 13 años, y que cuando crecen y les cambia la voz terminan siendo cantores mediocres. Hicimos varios castings con niños gitanos y payos, hasta que finalmente llegamos a él, y fue una revelación.
–¿Todo eso es real?
–Absolutamente. De hecho, la madre no aparece en la película porque no puede hacerlo por el luto. Es más: cuando filmábamos en su casa ella se iba a un descampado, para que todos vieran que no estaba participando. Lo mejor fue que cuando presentamos la película en el festival de Las Palmas nos invitaron a todos. Así que fuimos con Israel, dos de sus hermanos y su madre. Era la primera vez que salían de Cádiz. ¡Y allí Israel terminó ganando el Premio al Mejor Actor! Les ganó a Gael García Bernal y a Jeff Daniels, a quienes él no conocía ni de nombre.
(La leyenda del tiempo se exhibe hoy a la 21 en el Hoyts 12 y mañana domingo a las 20.15 en el Hoyts 6.)
María Bethania, música é perfume tiene todos los ingredientes de un documental clásico alrededor de un personaje de la música: entrevistas a colegas, seguimiento por ensayos, shows y grabaciones. Eso, si se toman estos elementos por separado. Pero Gachot eligió estructurar su obra de forma tal que la música va guiando el relato, casi como una sinfonía. “Para mí es más importante la estructura del film que la información que pueda poner adentro”, advierte el director. En el medio, aparecen Nana Caymmi, Miucha, Chico Buarque, Caetano Veloso y Gilberto Gil, entre otros integrantes de la gran familia de la música brasileña.
A Gachot no le interesa rastrear la biografía de Bethania o los detalles de su vida privada. La estructura del documental hace que la que reine, junto al personaje central, sea la música. Así, la cámara de Gachot se detiene en las búsquedas creativas, en el momento del ensayo en el que se define por qué la versión de Bom dia tristeza tiene que empezar como un blues, para sorprender revelándose como samba, o por qué sería erróneo recargar Tarde em Itapoa (“es como una conversación entre amigos donde uno de ellos comenta que está enamorado, no una escena romántica”, explica Bethania).
Pianista especializado en música clásica y autor de documentales como Martha Argerich, Conversation nocturne (2003), éste es el primer acercamiento de Gachot a la música brasileña. En todo sentido. “En 1996 un amigo me llevó a un concierto de Bethania en Montreaux. Me impresionó su música y la forma en que se movía en el escenario, sin zapatos, casi volando. Nunca antes le había prestado atención a la música brasileña, había escuchado un poquito de bossa nova, Joao Gilberto, nada más”, cuenta el director. Para Gachot ese desconocimiento inicial, más que una falencia, enriqueció su película.
–Bethania, Martha Argerich... No elige personajes fáciles de convencer para hacer una película.
–Las dos son encantadoras. Si no suelen aceptar entrevistas, es porque los grandes artistas se tienen que proteger, prepararse para el escenario, encontrar ese micromundo que les permita momentos de inspiración. Pero esa gente da mucho, es muy generosa. Sabe exactamente qué es bueno para ellos en cada momento. Eso sí: si tratás de forzarlos a hacer lo que no quieren... pueden explotar.
(María Bethania, música é perfume se verá hoy por última vez hoy a las 21.45 en el Atlas Santa Fe 2.)
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