CINE › ANDRéS WOOD HABLA DE VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS
El director chileno, que viene de ganar con su película el premio más importante del Festival de Sundance, explica de qué manera abordó genio y figura de una de las artistas más notables y, a la vez, secretas de la música latinoamericana.
› Por Oscar Ranzani
Hacer una biopic sobre una figura de trascendencia siempre tiene sus riesgos. El cineasta chileno Andrés Wood lo tenía muy claro, pero como el que no arriesga no gana, decidió animarse con una biografía no convencional sobre la cantautora Violeta Parra, figura fundamental de la música popular chilena. Como Wood prefería un recorrido más emocional que informativo, Violeta se fue a los cielos es ante todo una exploración por el universo interior de la autora de “Gracias a la vida” que, paradójicamemte, se terminó suicidando a los 49 años. A través de un complejo trabajo de ingeniería cinematográfica, Wood elaboró una estructura narrativa que no es lineal ni sigue un orden cronológico, pero que refleja muy bien el sufrido mundo espiritual de Violeta: torturado, contradictorio, pero a la vez combativo y, por sobre todo, inmensamente creativo.
Mostrarla en distintas facetas, más allá de las conocidas, es uno de los grandes méritos del film. Que la película haya sido un éxito en su país se debe también a la notable interpretación que hace Francisca Gavilán, una actriz chilena desconocida por los argentinos, pero que se compenetró tanto con el personaje que hasta ella misma interpreta las canciones que se escuchan en la película. Y pronto, después de los riesgos, llegaron los reconocimientos: el sábado pasado Violeta se fue a los cielos ganó el galardón más importante del prestigioso Festival de Sundance (denominado Gran Premio Internacional del Jurado) y el domingo 19 de este mes competirá por un Goya a la Mejor Película Iberoamericana, categoría en la que también está nominada la argentina Un cuento chino, dirigida por Sebastián Borensztein y protagonizada por Ricardo Darín. Mientras tanto, Violeta... sigue en cartel, y en Buenos Aires puede verse en el Espacio Incaa Arte Cinema (Salta 1620) y en los Arteplex Centro (Corrientes 1145) y Belgrano (Cabildo 2829).
Wood reconoce que haber ganado en Sundance es “una gran felicidad”. Y lo argumenta de la siguiente manera: “Es saber que la película se lee en otras partes. Una duda que teníamos desde siempre era si la película iba a traspasar algunas fronteras. Ya nos pareció muy buena la aceptación que tuvo en la Argentina, aunque allí también hay un conocimiento importante de Violeta. Y esto es la confirmación de que la película puede verse en muchas otras partes”. Wood también le encuentra la ventaja comercial que el premio implica porque “es un espaldarazo para que justamente la película tenga una mayor distribución”.
A la hora de hacer pronósticos sobre el Goya –su película es una de las firmes candidatas a alzarse con el galardón que otorga la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España–, Wood es cauto. “La competencia entre películas es tan difícil... Hay tantos factores de suerte, ¿cómo se comparan dos películas? Yo siempre he sido un poco escéptico, pese a que es muy genial ganar y que te ayude a que la película se vea, y luego a hacer otra. Pero del Goya no sé mucho, no se ha mostrado la película allá. Creo que la argentina corre con más ventajas porque se estrenó en España, con Darín, y tuvo éxito. Y la mexicana Miss Bala, de Gerardo Naranjo, tuvo también una campaña importante. Entonces, no sé”, señala Wood con una gran franqueza.
–¿Qué cree que gusta de Violeta se fue a los cielos en el exterior?
–A mí me gustaría que gustara el viaje emocional. En Sundance, donde estuve los primeros días pero no en el final, un señor me decía: “Claro, yo no conocía a Violeta Parra. Me parece genial la dimensión de artista. Pero finalmente yo vi a muchas mujeres que sí conozco en ese personaje. Y eso me atrajo mucho”. Yo creo que el viaje emocional que tuvo la gente en la Argentina, y particularmente en Chile, me alcanzaría que lo viera también el resto. Hay una cosa que gusta pero ya es más técnica: la estructura de la película. Atrae que finalmente uno sigue, pese a que por momentos uno está perdido y no sabe muy bien para dónde va. Pero la película tiene algo que encanta y que te permite como espectador aceptar eso e involucrarte emocionalmente.
–¿Qué significó Violeta Parra en su vida? ¿De qué manera lo acompañó?
–A mí me acompañó desde más grande. Yo vengo de una familia que no necesariamente escuchó a Violeta Parra. Era un momento en que no se enseñaba sobre ella en el colegio por el tema de la dictadura militar. La reencontré de adolescente y tampoco fue un amor a primera vista. Pero una vez que uno “entra” con ella se va impresionando y, a la vez, emocionando con su trabajo muy fuertemente. Y desde ahí, me ha acompañado. Es parte, sin duda, de mi experiencia, más que con el arte con mi relación con Chile, que obviamente está atravesada por la manera de pensar de Violeta Parra.
–¿Cree que fue una artista subestimada en vida?
–Yo creo que sí, su grandeza fue subestimada. Fue reconocida por algunas personas, pero fue subestimada en vida, y también después. Incluso, aquí mismo en Chile se desconoce su dimensión de artista, sin duda. Y la película ha ayudado a conocerla un poco más.
–¿Y a qué atribuye ese desconocimiento?
–A un estado cultural del país. Finalmente, estamos con los ojos mirando mucho hacia afuera. Nos gusta vernos más en espejos externos que internos. También lo atribuyo a la dictadura, que afectó culturalmente este país en forma fundamental. Muchos sectores de poder están en contra de la posición política de Violeta Parra. Lo atribuyo a muchos factores.
–¿Era alguien que ante todo amaba la libertad?
–Violeta era alguien muy libre, presa seguramente de algunas cosas internas: de sus tormentos, de sus obsesiones. Era muy libre y tenía muchas expectativas de la gente y de sí misma. Pero como artista y como ser humano era un personaje muy libre.
–Teniendo en cuenta que fue una mujer combativa y comunista, ¿cómo repercutió el film en el Chile actual gobernado por la derecha? ¿Provocó discusiones?
–Una de las críticas fue que la película no tomaba en cuenta su dimensión política. Algunas personas pensaron eso y yo estoy totalmente en desacuerdo con esa crítica, porque justamente Violeta era muy libre, no era alguien de seguir órdenes de un partido. Y si se quería ver eso en la película, a mí no me atraía mucho porque Violeta es mucho más que eso. Sí tenía un contenido político. Y su manera de relacionarse con su arte era totalmente política. Ella creaba a partir de la visión interna, de la visión de su pueblo. Se sentía un instrumento de transmisión de esa cultura. Entonces, ¿qué más político que eso? Así que, ¿cómo reaccionó Chile? Coincidió también con un movimiento estudiantil y ciudadano muy potente que, de alguna manera, tenía como emblema –aunque no el único– el espíritu irreverente de Violeta Parra. Entonces, yo no sé si la película satisfizo esas expectativas, pero sí fue parte de eso.
–A juzgar por el hecho de que Violeta se fue a los cielos fue la preseleccionada por Chile para competir por una candidatura al Oscar a Mejor Película Extranjera, y por la cantidad de público que asistió a verla, puede asegurarse que el film gustó en su país. ¿Qué impresión le quedó a usted?
–Curiosamente, la película tuvo una crítica más unánime en la Argentina que en otros países. Pero sí gustó mucho a nivel de público, porque fue una película que sin ser tan fácil y de la que los exhibidores tenían muchas dudas, logró mantenerse y llevar mucho público para los estándares chilenos. Entonces, el gran premio es que haya sido recibida así en Chile.
–¿Hasta qué punto piensa que su película modificó la imagen que se tenía en Chile de Violeta Parra?
–Al mostrar las dimensiones de Violeta Parra, yo creo que, sin duda, uno está yendo contra su imagen estereotipada. Esa es como la primera capa de las cosas. También tratamos de crear un propio imaginario de Violeta. La película no recrea un imaginario común de ella ni los lugares comunes, ni las actividades comunes que se supone que hizo. También parte importante del trabajo de la película fue renovar ese imaginario.
–¿Y cree, entonces, que la película ha resultado reveladora en más de un aspecto para quienes sólo conocen la vida artística de Violeta Parra?
–Es una película que insinúa, que tú tienes que llenar con tu propia Violeta o con tus propias mujeres. Y sí, provoca una inquietud por saber un poco más de Violeta. Eso se ha logrado y basta ver que se han vendido muchísimos más discos, libros, que hubo muchos conciertos de música de Violeta Parra. La película provocó una necesidad de ir a visitarla nuevamente.
–Este es su sexto largometraje, pero el primero que se inspira en un ícono real, con una imagen pública muy potente. ¿Qué cambió a la hora de trabajar teniendo en cuenta que Violeta Parra existió?
–Fue de las mayores dificultades que enfrentamos. Yo trabajaba con el contexto histórico, pero no con una persona importante de ese contexto. Y quizá por eso mismo, minimizamos el contexto histórico y creció la persona en la película. Pero fue un desafío muy importante para nosotros. Y encuentro muy difícil al biopic como formato, aunque éste no sea tan tradicional. Pero yo lo encuentro muy difícil porque finalmente era una visión personal de un ser humano. Entonces, se presta a muchas cosas y también tiene sus limitaciones que tienen que ver con un ser que vivió, que existió y que merece respeto y muchas cosas que en un personaje imaginario da lo mismo.
–¿Por qué decidió basarse en el libro de uno de los hijos de Violeta, Angel Parra?
–Porque nos dio una clave: esa libertad de moverse, de segmento, de hacer un relato no tan lineal. Eso nos dio una llave sobre cómo afrontarla, independientemente de que es una adaptación muy libre del libro. Pero nos dio esta clave para el guión.
–Si bien el film se titula igual que el libro, ¿cuáles son las principales diferencias?
–La principal es que el libro es el punto de vista de Angel y la película es el punto de vista de Violeta. Hay muchos segmentos que no aparecen en el libro y hay otros que no aparecen en la película. Pero se respira un aire fundamental de una cierta mirada que se parecen.
–¿Por qué planteó la estructura narrativa como una especie de puzzle temporal y espacial?
–Querer abarcar entera a Violeta me parecía inabordable en una película. Y la manera quizá más fácil de moverse y saltar de lado a lado y de dejar cosas afuera (que para mucha gente pueden ser muy importantes) era desarticularla espacial y temporalmente. Pero, a la vez, también nos pasó que en algunas partes queríamos meternos en el mundo interno de Violeta. Y ese espacio creativo o narrativo tenía que ser muy libre para moverse dentro.
–¿Cómo se resume una vida tan intensa en poco menos de dos horas de edición?
–Mal (risas). Dejas muchas cosas fundamentales afuera y esperas que la gente vaya a otras fuentes.
–Usted señaló en una entrevista que la película “más que un viaje biográfico es un viaje emocional”. ¿Esa fue una premisa desde el inicio?
–Sí, totalmente, porque la lucha mía como director y como coescritor era que finalmente esta estructura tan cerebral no destruyera el viaje emocional. Es decir, que no fuera un tratado o una tesis sobre Violeta Parra sino que fuera un viaje interno por el mundo de Violeta Parra. Y eso, para mi gusto, se cumplió y estoy muy contento, porque estructuras tan fragmentadas hacen que uno como espectador use mucho la cabeza. Pero curiosamente, en Violeta... uno se entrega a este viaje. Y yo creo que en eso tienen una parte importante la actriz Francisca Gavilán y la música.
–¿Cómo seleccionó a Francisca Gavilán? ¿Qué buscaba?
–Buscaba que me convenciera algo de ella. Y, curiosamente, me convenció una fragilidad que tenía, una convicción y unas ganas de hacer el personaje también. Todo lo demás fue puro trabajo: prepararse, parecerse, cantar como ella. Es puro talento de la actriz.
–¿Cómo fue ese proceso de composición del personaje entre ambos?
–Muy libre. Fueron más de diez meses donde ella preparaba, me mostraba, yo le corregía, le cambiaba, conversábamos mucho. Ella también trabajó con Angel, el hijo de Violeta, y con otras personas que le enseñaron a cantar, a tocar la guitarra. Fue un trabajo muy rico.
–¿Cómo buscó reflejar la tragedia sin caer en golpes bajos? En ese sentido, resulta impecable la labor de Gavilán, que compone a un personaje torturado, contradictorio, con fantasmas y altibajos, pero que ante todo emociona mucho.
–Sí, este proyecto nace a partir de una admiración, pero no una admiración de un mito, sino de un ser humano que era un genio. Esa fue la clave. Siempre buscamos cómo este ser humano, con muchos defectos, sentía como sentía y creaba como creaba.
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