Dom 26.02.2012
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CINE › AXEL KUSCHEVATZKY, POR NOVENA VEZ CONSECUTIVA EN LA ALFOMBRA ROJA DEL OSCAR

“No soy cholulo con los actores”

El periodista, guionista y productor siempre se vale de su “cinefilia intrauterina” para sorprender con preguntas interesantes a los que ingresan a la ceremonia. “No darle sustancia al televidente es pensar que es un estúpido”, se planta.

› Por Ezequiel Boetti

“Viste cómo me engrano y sigo hablando”, señala al cronista Axel Kuschevatzky luego de un pico de éxtasis retórico. La excitación de su verba está por demás justificada. Primero, porque la charla entre Página/12 y el periodista, productor y guionista autodefinido como “cinéfilo intrauterino” tiene como hilo conductor las vicisitudes de la industria hollywoodense. Segundo, porque paladea a diario el placer de haber encontrado la fórmula alquímica para hacer de su hobby un trabajo. “En vacaciones trato de leer cosas no relacionadas con el cine. Leo de política o la biografía de Steve Jobs, aunque resultó que el tipo también produjo cine, con lo que terminé con el mismo tema”, asegura. Y tercero, y a esta altura del año lo que más importa, porque es el hombre que por novena vez consecutiva vestirá smoking y calzará zapatos de charol para llevar adelante la transmisión latinoamericana de la previa de la entrega de los premios Oscar, que se verá hoy desde las 20.30 por TNT. La transmisión de los premios arrancará a las 21.30, por el mismo canal.

“Nací en Almagro y pagué una hipoteca, así que para mí es medio irracional todo esto. Siempre digo que el día que me parezca natural y lógico me tengo que pegar con un palo en la cabeza”, bromea el pelirrojo. Lo cierto es que, pasada la sorpresa inicial ante la parafernalia hollywoodense (“La primera vez me pellizcaba”), Kuschevatzky asumió el desafío con profesionalidad, valiéndose fundadamente de su conocimiento enciclopédico y su desenvolvimiento frente a la luz roja. “Me siento más seguro con el proceso de hacer una transmisión en vivo y con el equipo de trabajo, que en gran parte es el mismo desde los últimos años”, asegura cuando pone en perspectiva sus antecedentes en la cobertura del Oscar, que se inició a comienzos de la década pasada en el por entonces Azul Televisión.

–¿Cómo es el trabajo que realiza previo a la ceremonia?

–Hay toda una parte que es natural y no tiene que ver específicamente con ir a los Oscar. Cuando se acerca la temporada de premios trato de ver todas las películas, pero eso ya lo hacía desde antes. Es un ejercicio que, primero, me gusta, y, segundo, me permite ver hacia dónde va el cine norteamericano y cómo la industria quiere verse a sí misma. Lo que se agregó es el estudio: ver las caras de los nominados, sus trabajos anteriores, qué características tienen. Leo de cine y veo películas todo el tiempo, pero para esto lo exacerbo por el miedo a equivocarme y hacer el ridículo en una transmisión en vivo para cuarenta países. Hay gente que se paraliza por el miedo, pero a mí me lleva a hacer cosas.

–Usted mencionaba una suerte de statu quo de las películas. ¿Hacia dónde apuntan este año?

–Este año hay tres que elaboran la idea del cine. Hugo es una reflexión del cine como artificio, algo que también tiene El artista que, si bien es una película francesa, habla de un período muy importante para el cine norteamericano como fue la transición del mudo al sonoro. Después podría pensarse que El juego de la fortuna habla sobre béisbol, pero en realidad habla sobre la convivencia entre la inspiración, el saber de la experiencia y los métodos científicos. Es sobre cómo en algún momento la creatividad tiene que sistematizarse y encauzarse para existir, lo que no deja de ser un comentario sobre el estado ideal para la creatividad y cómo se hace cine en Hollywood; entre la inspiración y la calculadora.

–¿En algún momento siente que está lo suficientemente preparado?

–Siempre me acompaña la sensación de que no tengo lo suficiente a mano. Me pasa sobre todo con la cuestión idiomática. Me encantaría saber francés y poder entrevistar a un francés sin tener que recurrir a una tercera lengua que no es la de ninguno de los dos o también haber visto las películas varias veces. Lo que sí cambió –sobre todo después de la nominación de El secreto de sus ojos, donde trabajé como productor– es que tengo la empatía más fácil con el tipo que está ahí. Entiendo que está haciendo prensa porque tiene una ansiedad enorme porque llegue el momento en que digan o no su nombre y librarse de todo.

–¿Qué papel juega la cinefilia en su trabajo?

–No soy cholulo con los actores. Por supuesto que si estoy entrevistando a Robert DeNiro me impresiona su imagen, pero no es que veo a cualquier actor y me fanatizo. Sí me pasa algo con directores, productores y guionistas. Yo nunca dirigí, pero sí guioné, soy periodista y nunca dejé de escribir, así que no puedo dejar de identificarme con esa faceta. Y también con los productores, que hacen el mismo laburo que estoy haciendo hoy. Me interesa saber cómo piensan. Me maravillo desde ese lugar y no desde el “me quiero sacar una foto”.

–Pero, ¿es posible extraer una idea de esa forma de pensar que usted menciona en el contexto de una alfombra roja?

–Ahí no, pero en una entrevista personal sí. Lo bueno de la alfombra roja es que te permite preguntar cosas que en una entrevista promocional no podrías, algo más complejo y comprometido, incluso cuestionarle algún aspecto de la película. Doy por sentado que si un director se tomó dos años para hacerla tiene que tener la capacidad suficiente para defenderla. El contexto te habilita a eso. Tenés menos aprendizaje porque es todo mucho más rápido, pero podés hacer un periodismo más duro de lo que parece, siempre y cuando tu elección no sea preguntarle por la vestimenta. El problema con eso es que muchos medios no se bancan en la alfombra roja preguntar algo más allá de “cómo te sentís” o “quién te vistió”.

–¿Por qué se da ese fenómeno?

–Porque subestiman al espectador. Ni siquiera al espectador argentino o latinoamericano en particular, porque la transmisión la hacen para Estados Unidos y no-sotros ni existimos. Para mí, no darle sustancia al televidente es pensar que es un estúpido. Creo que podemos hacer cosas muy inteligentes más allá de que no parezca el contexto ideal.

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