Sábado, 12 de mayo de 2012 | Hoy
CINE › CARLOS MARTINEZ, DIRECTOR DE UNIDAD 9 Y CONDENADOS
La miniserie y la película narran el paso del cineasta y el de sus compañeros por los pabellones de la muerte en la Unidad 9 durante la dictadura. Martínez reconstruyó la historia en el lugar donde acontecieron los hechos. El film necesita financiamiento.
Por María Daniela Yaccar
“Vamos a matarlos a todos y a sus familias.” Hubo una promesa que Carlos Martínez se hizo a sí mismo: al cumplir sesenta años se dedicaría a contar su historia. La Historia, porque “es de todos”. En eso está. Aquella fue la primera frase que escuchó cuando lo trasladaron a los pabellones de la muerte de la Unidad 9 de La Plata, en sus tiempos de militancia en el PRT-ERP. Unidad 9 y Condenados, miniserie y película, respectivamente, narran su paso y el de sus compañeros por esa cárcel durante la última dictadura militar. Son ficciones que se complementan con episodios reales –como testimonios en los juicios– y cargadas de emotividad, porque el cineasta reconstruyó la historia en el lugar donde acontecieron los hechos, con presos actuales que oficiaron de extras. Sin embargo, en el cruce entre realidad y ficción, parece que la primera siempre supera a la segunda: Martínez denuncia ante Página/12 que recibió amenazas de muerte por su trabajo.
“Pusieron un explosivo en mi casa”, asegura. La fiscalía del tribunal que condenó hace dos años a los responsables de homicidios y torturas en la Unidad 9 ya inició una investigación. Los obstáculos no apaciguan la fuerza del hombre –acompañado en esta entrevista por Alicia Zanca y Enrique Dumont–, que anuncia “buenas noticias”. La serie verá la luz el 23 de mayo en el 14 Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (a las 19.30, en el Auditorio del Colegio de Abogados, Corrientes 1441) y ya fue presentada al Incaa para ser transmitida próximamente por la Televisión Pública, tras ganar un concurso en el marco del Plan Operativo de Promoción y Fomento de Contenidos Audiovisuales Digitales. El destino de Condenados es más incierto: necesita un último empujón de financiamiento, que Martínez espera que venga de la mano del Incaa. En estos días debería haber alguna definición. “Pero también hay presiones para que se nos niegue el apoyo”, se indigna. “Los artistas no pueden acompañar los intereses de los represores.” Tiene una esperanza y una fuerza admirables. “Lo importante es que la historia comprobada y ratificada por la sentencia unánime del tribunal quede en la memoria de los argentinos. Es el anticuerpo para que nunca se repita.”
No tiene miedo porque lo peor ya lo vivió. En la dictadura, en la Unidad 9 llegó a haber 1500 detenidos. A los pabellones de la muerte iban a parar los que tendrían un único final: el fusilamiento. En el 1, estaban los montoneros. En el 2, los militantes del PRT-ERP. “Seleccionaron 20 de cada origen político. Pensaron: ‘Matando a éstos podemos tratar de matar a los demás’. Fracasaron en ese propósito. Eso sí, mataron bastante”, relata Martínez, y se estremece cuando recuerda a quienes ya no están, como El Galleguito o Dardo Cabo. Tras las rejas, los presos políticos seguían pensando en aquello que los había unido y organizaban maneras de resistir el hostigamiento, acompañados por familiares, amigos y organismos de derechos humanos. Ese es uno de los ejes de la trama de ambas producciones. “Soñábamos con hacer una revolución que cambiara de raíz las injusticias de este país. No pudimos tomar el poder, pero con esa lucha y nuestros muertos se logró la democracia. Nuestras madres derrotaron históricamente al partido militar”, remarca.
Hace seis años que viene trabajando incansablemente con el propósito de contarle al país lo que pasó en esa unidad. Nunca estuvo solo: desde el comienzo lo acompañaron los demás sobrevivientes de los fusilamientos, entre ellos Dalmiro Suárez, Alberto “Manzana” Elizalde Leal, Julio Mogordoy, Gabriel Manera y Jorge Taiana. Entonces, film y serie fueron creados colectivamente. Los ex detenidos asesoraron a los actores que volverían carne su pasado. Héctor “Flecha” Vilche compuso el rock sinfónico que embellece y completa el sentido de las producciones, y tocará en vivo con su banda durante el festival de cine que hará pública a la serie. Y Elizalde Leal trabajó en la producción. El primer proyecto de Martínez fue el largometraje. Se empezó a filmar en 2006, precisamente el año en el que comenzó el juicio que condenó a prisión perpetua al ex jefe de la Unidad 9, Alberto Dupuy, y a otros agentes penitenciarios. La serie, en tanto, comenzó a rodarse en 2010, ante la posibilidad de ser televisada con apoyo del Incaa. Se dijo que la realidad supera a la ficción, y otra prueba de ello es que la ficción necesariamente tenía que apoyarse en los nuevos datos que la realidad ofrecía, como los testimonios en los juicios o una emblemática reunión de sobrevivientes, que ocurrió en 2006. O la lectura de sentencias, que Martínez filmó. El resultado transita por esos dos polos, evidentemente, no tan opuestos.
Entre los datos reales que tiene la ficción están los nombres, menos el de Martínez, que prefirió darle a su personaje –interpretado por Dumont– el apodo de El Flaco. “No quise hacer una autobiografía”, explica. Dumont dice que trabajar para Martínez fue “un regalo”. Su reflexión es la propia de alguien que se crió en otro contexto histórico: “Cuando me dijo que quería que hiciera ese rol y me contó su historia salí llorando. Fue muy fuerte y emotivo interpretar a un personaje real de esa envergadura, tan distante a lo que soy: ¡un pichi! Me considero parte de una generación muy despreocupada respecto de la política. A ellos los vapulearon al punto de matarlos, a nosotros nos lavaron la cabeza”. Zanca, que en otra serie –Volver a nacer– hizo de madre apropiadora, encarna aquí a la mamá de El Flaco. “Cuando vi su foto vi que tenía un collar y un vestidito y se me apareció el personaje. Lo uní con detalles. Se veía una señora muy coqueta y que, a pesar del sufrimiento, tenía mucha dignidad. Al principio peleó sola, su marido empezó después. Pero no es una heroína, es una persona realmente interesada por los otros. Lo ayuda mucho al Flaco, que le pide cosas difíciles, como que se meta documentos en la boca y se los lleve”, describe. Algunos de los actores que interpretan a los militantes detenidos son Facundo Espinosa, Guido Massri y Nicolás Pauls.
“En la película hay sutilezas que no se pueden contar en la serie”, interrumpe el director. Por su duración, la serie se permite dar un panorama más completo de lo que ocurría en la cárcel y no sólo en los pabellones más trágicos. Pero ciertas cosas sólo puede transmitirlas el celuloide. Por los climas que habilita, tal vez. “En la serie no aparece lo que pasó con mi mamá cuando mi hermana no volvió más. Se la llevaron y no apareció más. Y mi mamá, que luchó por encontrarla como todas las madres, cuando comprendió que nunca iba a volver enloqueció. Está viva. La tengo en mi casa y la cuido mucho.”
Son vivencias así de intensas las que compartió el equipo. No sólo estaban las lejanas en el tiempo. Estaban filmando con presos en el pabellón de universitarios. También participaron algunos oficiales. Pero los más los veían como enemigos. “Era muy pesado estar ahí”, recuerda Dumont. “Recibíamos mucha carga emotiva. Y había un clima muy adverso: teníamos que lidiar con los problemas de los presos, los horarios restringidos y los problemas del Servicio Penitenciario.” Martínez agrega: “Era muy duro no sólo por la locación, también por las personas. Algunos, que conservan la misma ideología de otros tiempos, estaban totalmente en contra y boicoteaban nuestro trabajo”. En el medio ocurrían cosas, ocurría la vida. Algunos compañeros se iban de este mundo mientras Martínez volvía eternos sus testimonios. ¿La catarsis es lo que motiva tanto esfuerzo y tesón? La palabra la propone Zanca y queda girando en el aire.
Martínez, que tras las rejas “molestaba” al resto para que hiciera ejercicio –antes de ser cineasta fue gimnasta, acróbata, mimo y actor– sabe más de objetivos colectivos que individuales. “Todavía estoy en medio de una lucha que no ha terminado. No puedo ponerme fuera de mí y observarme. Pero siento que las escenas sucedieron de nuevo. Con mis compañeros logramos que no fuera una simulación. No me voy a olvidar nunca la noche en que se llevaron al Galleguito y él lo sabía. Se lo llevaron a la muerte y nos saludó gritando: ‘Compañeros, a mí me llevan, pero yo me llevo el recuerdo de todos ustedes. Hasta la victoria siempre’. En el rodaje, esa noche volvió a suceder. El Galleguito se fue otra vez.”
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