CINE › EL EXOTICO HOTEL MARIGOLD, DIRIGIDA POR JOHN MADDEN
Buenos actores en manos de un director confiable le dan vida a esta película que proyecta diversas fantasías de superación personal. Claro que estas certezas no alcanzan para darle vuelo a una historia que transita los lugares comunes del “florecimiento tardío”.
› Por Horacio Bernades
Trátese de El monte de las viudas, Chicas de calendario o, ahora, El exótico Hotel Marigold, la fórmula es siempre la misma: media docena de rostros conocidos, reconocidos y prestigiosos, dando vida a un grupo de veteranos que experimentan un florecimiento tardío. Cuestión de ratificar, una vez más, aquello de “viejos son los trapos”, generando la previsible empatía en un espectador que “se ve reflejado”. Cada uno a su turno, todos se superarán a sí mismos, logrando ser mejores de lo que fueron hasta entonces y/o consumando finalmente deseos postergados durante toda la vida. ¿A quién no le gusta verse reflejado en ese espejo mejorador? Al espectador que se dé cuenta de que está todo armado justamente para halagar sus fantasías de superación. Pero esos suelen ser los menos, así que bienvenida sea El exótico Hotel Marigold a su exitoso destino local.
Lo que en un caso es Joan Plowright, Mia Farrow o Natasha Richardson, y en otro Helen Mirren y Julie Walters, ahora pasa a ser Judi Dench, Tom Wilkinson, Bill Nighy y, faltaba más, Maggie Smith (da la sensación de que si en una película de éstas no ponen a Maggie Smith, Queen Elizabeth in person podría llegar a denunciarlos en público). Y Penelope Wilton y Celia Imrie, a quienes tal vez no se reconozca por los nombres. Pero quienes hayan visto Match Point, ambas Bridget Jones y la propia Chicas de calendario reconocerán de inmediato. Y Dev Patel, a quien ¿Quieres ser millonario? convirtió en Embajador Cinematográfico de la India en Occidente. Porque El exótico Hotel Marigold transcurre en la India, ese lugar tan lleno de pobres y enfermos, en el que los turistas ingleses de tercera edad gustan revivir una vieja tradición británica: la de sentir que no hay país del mundo donde se tome un té tan bueno como at home.
En algún caso más justificadamente que en otro (a Maggie Smith, que tiene que operarse de la cadera, el Servicio de Salud la deriva a un hospital más económico... que queda en Nueva Delhi), media docena de + de 60 van a parar al hotel del título. Ruina familiar, que un muchacho tan torpe como fabulador e inexperto (ansioso, gritón y con los ojos muy abiertos, Dev Patel parece Roberto Benigni haciendo de Peter Sellers en La fiesta inolvidable) trata de sacar adelante. Cuestión de demostrarles a los suyos, y de paso a sí mismo, que no es tan torpe, fabulador e inexperto como ellos (y él) creen. Su mezcla de entusiasmo, pusilanimidad, ingenuidad y atropello convierten al muchacho en el equivalente más perfecto de la criada negra de Lo que el viento se llevó que el cine haya producido en los últimos 73 años. Con la diferencia, claro –¡son tiempos de no-discriminación, qué tanto!– de que al final él también tendrá su segunda oportunidad.
Porque aquí segundas oportunidades no se le niegan a nadie. Ya se trate de la mujer que no conoció otro hombre que el marido (Dench) como del gay que se pasó toda la vida en el closet (Wilkinson), el viejo verde (Ronald Pickup, el menos conocido del elenco), la soltera ligerona (Imrie), la racista de manual (Smith), el pobre tipo que hace siglos viene soportando a la bruja con la que se casó (Nighty) y, claro, la propia bruja (Wilton). A los actores les sobra clase (y no parecen estar dando clase de actuación, que es el peligro en estos casos), el guión le tiene pánico a los imprevistos y John Madden se confirma, después de Shakespeare apasionado y La prueba, como eso que los productores llaman un director confiable. En otras palabras, uno que jamás va a salirse de la rutina.
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