Lun 04.06.2012
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CINE › FESTIVAL DE CINE IBEROAMERICANO DE CEARá

Calor y color nordestinos

El encuentro se realiza en la ciudad brasileña de Fortaleza. Y la película elegida para la apertura de esta muestra cinematográfica, Violeta se fue a los cielos, del chileno Andrés Wood, estuvo a tono con las emociones fuertes que se esperan en este festival.

› Por Oscar Ranzani

Desde Fortaleza

El calor típico de una ciudad costera como Fortaleza no contrastó para nada con el clima que se vivió durante la inauguración del 22º Festival de Cine Iberoamericano de Ceará en el Teatro José de Alencar, a pesar del aire acondicionado de la sala cultural más histórica de la región cearense. Es que la película elegida para la apertura de esta muestra cinematográfica fue Violeta se fue a los cielos, del chileno Andrés Wood, quien se inspiró en la vida de Violeta Parra, figura esencial de la música popular del país trasandino, para elaborar una biopic no convencional. El público del nordeste brasileño recibió con la misma emoción que transmite la película esa composición brillante que realizó la actriz Francisca Gavilán, quien aprendió a cantar para poder hacer el protagónico, a través del cual conmueve con su sensibilidad artística. Esa recepción tan cálida que tuvo el largometraje de Wood es, según el director, “muy bonita y siento que hay gente a la que le llega muy fuerte la película y eso es un regalo, porque no siempre ocurre”, según expresó el propio realizador a Página/12.

“Fue recibida emocionalmente. Es una película que por su estructura podría ser considerada un poquito difícil, pero la gente se conecta emocionalmente, más allá de conocer o no a Violeta. Nosotros estábamos preocupados porque la estructura nos llevara a una cosa muy racional”, manifestó Wood, ya más relajado después de la proyección y con la seguridad de haber hecho el trabajo correctamente. Esa estructura narrativa que menciona el director no es lineal ni sigue un orden cronológico, pero refleja el mundo interior de Violeta Parra: torturado, contradictorio, pero a la vez, combativo y, por sobre todo, inmensamente creativo. Se podría decir que Violeta... “jugaba de local” por ser Brasil un país latinoamericano. Pero, sin embargo, el film también fue premiado en tierra norteamericana a comienzos de este año: obtuvo el Gran Premio Internacional del Jurado del Festival de Sundance. Y el director recuerda que solía preguntarles a los estadounidenses si conocían a Violeta Parra y uno le dijo: “No, pero en la Violeta de la película vi a muchas mujeres que conozco”. “Esa es la gracia de la película y la de la interpretación de Francisca Gavilán”, confiesa Wood.

Sin embargo, ese grato recuerdo de la noche inaugural, contrastó notablemente con la proyección de Distancia, de Sergio Ramírez, el primer largometraje guatemalteco que se proyectó en Brasil. Hasta el momento, se trata de la peor película del festival y una de las grandes decepciones del cine latinoamericano de los últimos tiempos. La historia tenía otras expectativas: Tomás Choc (Carlos Escalante) es un hombre que vivió la guerra en su país en carne propia. Después de veinte años del secuestro de su hija por parte del Ejército, a Tomás le comunican que han localizado a Lucía. Lógicamente, ahora no es una niña sino una mujer. Y el film es el relato de ese viaje, una suerte de road movie con final cantado. El problema radica en la interpretación de Escalante: el hombre no se emociona cuando le dan la noticia del encuentro de su hija, a pesar del deseo que tenía. Que no haya un mínimo gesto de alegría en el intérprete, después de los ¡veinte años de ausencia! que vive su personaje, hace pensar que la gestualidad de Escalante es lo más parecido a un robot que se haya visto en un artista, una especie de Keanu Reeves del Tercer Mundo. Por otro lado, la composición termina de arruinarse cuando se nota que el actor no sabe la letra, sino que lee en cámara.

Pero el ritmo que le faltó a Distancia estuvo sobredimensionado en Futuro del Pretérito: Tropicalismo Now!, el primer film brasileño que se vio en la Competencia Oficial, dirigido por Ninho Moraes y Francisco Cesar Filho. El documental de esta dupla indaga en el movimiento cultural surgido en Brasil a fines de los ’50 y que atravesó la historia cultural de este país desde entonces. Armado sobre la base de testimonios de figuras esenciales del movimiento que buscó reproducir en Brasil el sentimiento hippie –como, por ejemplo, Gilberto Gil–, el documental se complementa con actuaciones de bandas en vivo, intervenciones artísticas y pequeñas representaciones teatrales que permiten dar cuenta de que no sólo la música se inscribió en el Tropicalismo, sino que este movimiento logró atravesar otras esferas artísticas y culturales. Lo más destacable de este documental, además del ritmo que le imprimieron sus directores, es que se trata de una obra que por su profundidad roza la esfera de lo pedagógico para aquellos que desconocen lo que significó el Tropicalismo.

El cine argentino todavía no desembarcó en Fortaleza, pero para los próximos días se espera la presentación de Un amor, tercer largometraje de Paula Hernández, directora de Herencia y Lluvia, que en su más reciente film plantea cómo se reencuentran en el presente dos hombres y una mujer que vivieron en su adolescencia un triángulo amoroso, y qué significa ese encuentro treinta años después.

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