Martes, 26 de junio de 2012 | Hoy
CINE › JULIETTE BINOCHE HABLA DE SU úLTIMO PAPEL, EN ELLES, Y DE TODA SU CARRERA
La premiada actriz francesa encuentra en el film de la polaca Malgoshka Szumowska la oportunidad para volver a desnudar su alma en cámara. “Tenés que tener cierto humor aplicado a vos mismo, de lo contrario te va a costar sobrevivir”, aconseja ella.
Por Matt Mueller *
Relajada en el Café Oscar, justo al borde de la Potsdamer Platz de Berlín, Juliette Binoche es la proverbial mujer de negro: ajustados pantalones, botas, un jumper y el ondeado cabello negro, peinado hacia atrás desde su rostro de alabastro. El efecto es de cierta luminosa excentricidad: si Tim Burton estuviera aquí, no la perdería de vista. Pero más aún que la cabeza sobre sus hombros, Binoche es reconocida por el corazón que guarda en el pecho. El difunto Anthony Minghella, su director en El paciente inglés y Violación de domicilio, dijo una vez: “Ella no tiene piel, con lo que las lágrimas y las risas nunca están demasiado lejos”. Sirve como explicación de esa reputación encantadora que atraviesa toda la carrera de la actriz, aunque hoy Binoche, si bien no es todo dulzura y luz, luce bien animada. Nada puede decirse de las lágrimas, pero ciertamente parece propensa a frenéticos estallidos de alegría frente a cosas aparentemente sin consecuencia. “En la vida suelo reírme mucho de pequeñas cosas –señala–. Tenés que tener cierto humor aplicado a vos mismo, de lo contrario te va a costar sobrevivir.”
El lugar de encuentro para la entrevista tiene un nombre bien adecuado. La Binoche, como se le suele decir en su Francia natal (un apodo que entraña a la vez un acto de respeto y la definición de su status de diva), es la actriz francesa más galardonada de nuestro tiempo. Tiene un Oscar y un Bafta por El paciente inglés, un César de la Academia francesa por Blue (Krzysztof Kieslowski) y una Palma de Oro de Cannes por Copia certificada (Abbas Kiarostami), y un trío de estatuillas de los European Film Awards por Los amantes del Pont Neuf, El paciente inglés y Chocolat. Su película más reciente quizá no engruese la lista, pero Elles es otra excursión en terreno provocativo para una actriz siempre preparada para desnudar su alma en cámara. También continúa el gusto de Binoche por trabajar con realizadores más allá de las fronteras francesas, en este caso con la directora polaca Malgoshka Szumowska, que se une a una lista global que en años recientes fue sumando a Kiarostami (Irán), Amos Gitai (Israel), Hsiao-hsien Hou (Taiwan), Santiago Amigorena (Argentina) y David Cronenberg (Canadá). “Creo que los directores franceses no siempre saben qué hacer conmigo”, se encoge ella de hombros cuando se le señala su nomadismo profesional.
La capacidad de Binoche para confundir los preconceptos que el público puede tener sobre ella suele contagiarse a las mujeres que encarna, y eso es ciertamente verdad en Anne, su personaje en Elles: una periodista de una revista que escribe una revelador artículo sobre estudiantes que ejercen la prostitución. Una es polaca, la otra francesa; mientras los testimonios de las mujeres van de lo aburrido a lo perturbador, hacen estragos con la percepción que Anne tiene de ella misma, por fuera de su existencia privilegiada. En un punto, la mortifica descubrir que su marido ve porno, algo que Binoche admite que la impacta también en la vida real. “Muchos hombres toman el porno como algo que no es importante, no es tan serio, mientras que las mujeres lo toman personalmente –razona–. Es como... ‘¿cómo podés hacerme el amor después de haber visto algo como eso?’. Creo que la primera vez que descubrí que mi pareja veía porno quedé realmente shockeada, porque no lo entendía. Para mí hacer el amor está relacionado con los sentimientos, con sensaciones relacionadas con sentimientos, con lo que cuando no tenés los sentimientos se vuelve una cosa más bien animal, porque no estás en contacto con tu corazón. Hay en eso un costado triste y patético.”
Otra de las cosas que disparan conversaciones en Elles es una escena de masturbación tan convincente que la gente sigue diciendo que seguramente llevó cabo realmente el acto. El día que fue filmada, Szumowska planeó observar la escena en un monitor en otra habitación, suponiendo que si podía hacer la escena en privado eso haría sentir más cómoda a su estrella. Pero Binoche no quiso nada de eso. “Le dije: ‘De ninguna manera, vos te quedás conmigo y me decís todos los estadios que querés. Vos lo escribiste, enfrentalo, como tengo que enfrentarlo yo’ –recuerda–. Tenía en mi mente que debía ser como una pintura, con expresiones de nacimiento y agonía.”
Una cosa que enloquece a Binoche es el deseo que solemos tener de probar dónde termina un actor y dónde comienza el personaje. La actriz admite que la línea entre ella y Anne está borroneada por lo autobiográfico, pero no está dispuesta a señalar marcas que lo hagan más fácil interpretarlo. “Recuerdo cuando vi por primera vez Copia certificada; le dije a Abbas ‘Sólo espero que la gente no vaya a creer que ese personaje soy yo’. Y él dijo: ‘No, vos tenés que decirle que sos totalmente vos, y entonces, dos meses después, decís que no, no lo sos’. Con lo que Anne es totalmente yo... y absolutamente nada que ver conmigo.” Y Binoche desata una vigorosa descarga de carcajadas.
La actriz no discutirá su actual estado romántico, pero a través de los años ha fijado domicilio con algunos de sus compañeros sentimentales. Estos incluyen a los directores Leos Carax y Amigorena, y los actores Olivier Martinez y Benoît Magimel, con quien tiene una hija de 12 años, Hannah. Tiene también un hijo de 18, Raphael, junto al buceador profesional André Halle. Y, antes de que nadie se apresure a sacar conclusiones, remarca con firmeza: “Mi hijo no es como el hijo que aparece en la pantalla, siempre jugando videojuegos”. En marzo, Binoche cumplió 48 años, una edad en la que el ojo de los directores empieza a fijarse en otros rangos etarios. Pero ella está tan radiante que parece tener la mitad de su edad, y el hecho de que es ella quien suele elegir a los directores, y que trabaja en Francia y en el exterior, ha probado ser una excelente estrategia para su carrera. “Elegí quedarme en Europa y trabajar con un montón de directores extranjeros –dice–. Podría haberme mudado a Estados Unidos, pero no lo hice porque me gusta la independencia, no me gusta estar en un sistema.”
Cuando sí se cuela en un papel en inglés, como el que hizo en Dan in the real life (con Steve Carrell, 2007), es lo que llama “un guiño, tipo ‘¡Hola! ¿Se acuerdan de mí?’”. George Clooney le ha dicho a Binoche que él envidia la libertad autosuficiente de su carrera, lo que está muy lejos de los poco galantes dichos de Gérard Depardieu en 2010, en los que expresó su perplejidad por la estima en la que se tiene a la actriz (“Realmente me gustaría saber por qué se la ha estimado tanto durante tantos años. Ella no tiene nada. ¡Absolutamente nada!”, dijo). ¿La respuesta de Binoche? “Puede no gustarte el trabajo de alguien, pero no entiendo la violencia (de lo que dijo él)... Es su problema.”
Las emociones poderosas no le son extrañas a Binoche, ya sea para despertarlas en ella o en otros. Si ha sido una colaboradora difícil o malhumorada en el pasado, nunca fue sin razón, argumenta ella. “Me fui del set de Damage dos veces, no porque estuviera chocando con Louis (Malle) sino porque me sentí humillada interpretando ese personaje –asegura–. Creo que soy muy paciente y siempre estoy dispuesta a intentar cosas. Si a veces tengo resistencia es porque veo a un director que está enloqueciendo y quiere tener control y me dice ‘Vas a levantar tu cara de este modo, vas a hacer tal cosa’... ¡No! No me digas eso, sólo dejame vivirlo.” Entonces, ¿eso hace de David Fincher, su colaborador de pesadilla? “Usted dice eso, pero Haneke también es muy preciso e hice dos films con él... Aunque la segunda vez (Hidden) estaba tan controlador que no me gustó para nada.”
Su próxima colaboración con Bruno Dumont en la biopic sobre Camille Claudel, La Creatrice, es en parte estimulada por el deseo de desafiar al director de Hors Satan, a quien ella ve como un talento “visionario”. “Quiero hacerlo mover de sus convicciones. El no trabaja con actores, lo que encuentro triste. Tiene preconceptos acerca de los actores, cosa que entiendo porque tampoco me gusta ‘actuar’. Cuando veo ‘actuación’, me dan ganas de vomitar.”
Basada en las propias cartas de Claudel, La Creatrice se enfocará en los últimos treinta años de la vida de la escultora francesa, durante los cuales fue confinada en un asilo a instancias de su familia. Tiene el potencial, acuerda Binoche, para ser el papel de su vida. Cuando nos encontramos, dos semanas antes de empezar a filmar, manifiesta sentirse un tanto intimidada. “Siento como si fuera el papel más difícil y doloroso que vaya a interpretar alguna vez –dice–. No sé si es atemorizante, pero la responsabilidad es grande.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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