Miércoles, 4 de julio de 2012 | Hoy
CINE › PABLO STOLL Y LAS IDEAS DETRáS DE 3, UNA PELíCULA SOBRE RELACIONES FAMILIARES ALGO DISFUNCIONALES
Tras la dramática muerte de su socio Juan Pablo Rebella, con quien dirigió 25 watts y Whisky, Stoll debió tomarse un tiempo para concretar, con varios cambios, el proyecto que habían iniciado y que mañana al fin llega a la cartelera porteña.
Por Oscar Ranzani
Hace seis años, los cineastas uruguayos Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella comenzaron a pensar la tercera película que iban a dirigir como dupla, después de un exitoso debut con 25 watts y de la lograda Whisky, que participó en la sección Un Certain Regard de Cannes 2004, donde ganó el premio Fipresci. La idea original era de Stoll, hijo de padres separados desde los ocho años. De adulto, cuando se fue a vivir a la casa de su madre después de mucho tiempo de no convivir con ella, Stoll comenzó a fantasear con la idea de qué pasaría si la familia conviviente volviera a estar integrada por tres miembros, con el regreso de su padre. Stoll bocetó esa idea con Rebella y con el coguionista Gonzalo Delgado –que también había participado en el guión de Whisky– y armaron un tratamiento de treinta páginas. Al poco tiempo Rebella se suicidó, situación que, lógicamente, causó un profundo dolor en su compañero. Stoll dejó en suspenso esa historia, dirigió su tercer film, Hiroshima, realizó trabajos de TV y colaboró en películas de amigos. Cuando volvió a sentir fortaleza, decidió retomar ese viejo proyecto, pero arrancó prácticamente “de cero”, sin detenerse en el tratamiento original. El resultado es 3, film que mantiene la idea de las relaciones familiares con padres divorciados y que se estrenará mañana en la cartelera porteña, incluyendo la flamante sala del C. C. San Martín.
También podría pensarse que el título remite a que 3 iba a ser la tercera película de la dupla, algo que el propio Stoll desmiente, aunque no deja de gustarle la comparación. El cineasta agrega que ese boceto original hecho con Rebella recién pudo volver a leerlo cuando estaba escrito el guión definitivo de 3 y que, de alguna manera, “no tiene nada que ver con éste, pero de otra es muy parecido: éste tiene un espíritu en común con aquél, pero no tiene la estructura ni los personajes son los mismos”, comenta el realizador a Página/12.
3 es una comedia en la que no faltan el humor pero tampoco el drama. Rodolfo (el conductor televisivo y actor uruguayo Humberto de Vargas) es un odontólogo divorciado que, al no sentir entusiasmo con su nueva vida, intenta volver a la casa donde viven su ex esposa Graciela (Sara Bessio) y la hija de ambos, Ana (Anaclara Ferreyra Palfy), desde hace diez años. Nada es tan simple: Graciela dedica su vida a ir al hospital a cuidar a su tía anciana y moribunda, y todo parece indicar que está por encarar una nueva relación sentimental. Mientras que Ana es una adolescente con los problemas típicos de esa etapa, que explora, entre otros descubrimientos, el placer sexual, y hace gala de su rebeldía faltando al liceo y discutiendo con los profesores. Los desencuentros entre los tres protagonistas sobrevuelan esta historia cargada ambiguamente de patetismo y, a la vez, de simpatía por los personajes.
–¿Qué noción de familia cree que transmite la película?
–Mi noción, aunque tampoco es que la tenga tan clara. Pero hay una idea de la familia como una estructura casi externa a sus miembros. Es como un juego de farsa, de cosa que está ahí, presente, y como una pequeña fachada para que pasen cosas ahí, mientras desde afuera se ve como que está todo bien, independientemente de lo que pasa adentro. Y este grupo de tres, que es la familia mínima, hace como que sea algo medio imperfecta, como un triángulo escaleno que no termina de acomodarse y no logra nunca estar del todo en equilibrio. La familia sería algo que engloba eso y que, a la vez, sirve de fachada y de contención a esas cosas internas que chocan hacia adentro. Este es un caso extremo. Parte del asunto era usar este caso extremo para llegar al absurdo y lo risible de la situación. Pero no sé si la película plantea una cosa más programática sobre la familia ni a favor ni en contra. Es una visión mía.
–¿Por qué señaló que es una “comedia sobre el egoísmo”?
–Si bien no es una comedia con plan “golpes y porrazos”, estructuralmente tiene cosas de comedia y lleva algunas situaciones al absurdo que hacen que te rías de esas situaciones de las cuales no te reirías si las estuvieras viviendo. Y el egoísmo es porque me parece que todos los personajes están movidos por el egoísmo. Ellos tienen una cierta idea del egoísmo en cuanto a cómo relacionarse entre ellos y cómo llegar a esa conformación de la familia, pero desde allí. Sobre todo el padre (con la forma en que se va metiendo en la casa) y la chica (en cómo lo va aceptando) tienen una relación de usar al otro sabiendo que está siendo usado pero para lograr algo que les parece que es bueno para ellos.
–Recién mencionaba que el humor de la película no consiste en reírse de chistes sino de situaciones un tanto absurdas. ¿Fue una elaboración artificial o surgió naturalmente de su propia mirada?
–Es algo que me pasa siempre en todas las cosas que escribo. Siempre jodo con que todas las películas que hicimos fueron comedias y hay gente que se enoja. Pero me sale siempre ver las cosas desde un punto de vista medio humorístico. Me río de las cosas, en general, y me parece bastante sano. Me río mucho de mí mismo, de mis problemas. Y también la apuesta era mirar las cosas que en otra situación se sentirían un poco más complicadas, pero que desde determinado lugar la gente pueda reírse un poco de sí misma, ver lo patético de los personajes y lo patético que es uno mismo. Me interesan las películas en que pasa eso, que me pase eso a mí como espectador y también me interesan las narraciones que lo toman así. En 3 hay dos o tres chistes de comedia, pero después hay situaciones que causan gracia más allá de que puedan ser complicadas.
–¿La idea del humor, entonces, consiste no en reírse de los personajes sino en que el espectador pueda verse reflejado en ellos?
–Eso sería lo ideal. Me molestan mucho las películas en las que los personajes son patéticos, nos reímos de ellos y nos quedamos tranquilos. Tiene que haber una cierta empatía como para que la gracia que te cause tenga una cuestión más profunda, más tuya y más cercana a lo que le está pasando al tipo en la pantalla; no dejarlo expuesto, sino que la idea es que el espectador sienta que también puede estar ahí. No me gusta que los personajes sean arquetípicos en el sentido de que, si son patéticos, son patéticos, y no tengan otro lugar desde el que vos los puedas agarrar y comprenderlos de otra manera. Entonces, trato de que si los personajes son patéticos, los demás puedan verles también el lado querible, humano. O que el patetismo esté explicado de una manera convincente.
–¿El film también busca indagar en el tema de las frustraciones?
–Tal vez, no lo había pensado, pero puede ser. Si se considera que una pareja o una familia que dejó de ser es un proyecto que se rompe, siempre hay una frustración de fondo.
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