Miércoles, 11 de julio de 2012 | Hoy
CINE › A LOS 95 AñOS MURIó EL ACTOR ESTADOUNIDENSE ERNEST BORGNINE
Su afición juvenil por el boxeo lo condujo a un rango de papeles violentos bajo la batuta de grandes directores de Hollywood. Por eso resulta paradójico que su único Oscar haya llegado en 1955 por su rol más sensible, el del carnicero enamorado de Marty.
Por Luciano Monteagudo
Es paradójico, pero Ernest Borgnine –que con su cara de bulldog y su cuerpo redondo y macizo como un punching ball parecía nacido para encarnar los personajes más rudos y bestiales (cosa que hizo, por cierto)– ganó el único Oscar de su carrera por su delicada, sensible composición de ese carnicero solitario del Bronx que inmortalizó en Marty (1955). Su muerte –en la noche del domingo, en Los Angeles, a los 95 años– deja un poco más vacía la galería de grandes figuras del Hollywood de la edad dorada, al punto de que el sitio de la cadena estadounidense CBS tituló ayer, de manera involuntariamente macabra, que “la muerte de Ernest Borgnine convierte a Sidney Poitier en el más veterano ganador del Oscar al mejor actor aún con vida”.
Ermes Effron Borgnino había nacido el 24 de enero de 1917 en Hamden, Connecticut, hijo de un humilde matrimonio de inmigrantes italianos. Cuenta la leyenda que de chico le gustaban todos los deportes, pero especialmente el boxeo (lo que explicaría su particular talento para las trompadas que luego demostró en la pantalla) y que después de haber cumplido la mayoría de edad se enroló en la Marina, por casi diez años. Habría sido su madre, con un auténtico olfato de cazatalentos, quien lo convenció de que –habiendo sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, nada menos– abandonara las armas y estudiara actuación, en la que no tardó en destacarse, primero en Broadway (donde en 1949 participó de una puesta de El zoo de cristal, de Tennessee Williams) y luego en Hollywood.
Después de algunos papeles menores, se hizo notar por primera vez en De aquí a la eternidad (1953), de Fred Zinnemann, donde detrás de un elenco rutilante, que incluía los nombres de Burt Lancaster, Montgomery Clift y Deborah Kerr, logró llamar la atención como el sádico sargento que golpeaba al personaje del joven Frank Sinatra hasta causarle la muerte. Por entonces, Borgnine ya no era un chico, tenía 36 años, pero Hollywood reparó en su fuerte personalidad. Una detrás de otra, participó –siempre como villano– en la legendaria Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, con Joan Crawford y Sterling Hayden; en Un sábado violento (1955), de Richard Fleischer, junto a Victor Mature y Lee Marvin; en la extraordinaria Conspiración de silencio (1955), de John Sturges, junto a Spencer Tracy, Robert Ryan y nuevamente Marvin (otro duro a su altura); y en el sorprendente Marty, escrito por Paddy Chayevsky y dirigido por Delbert Mann, donde intentaba ganarse el corazón de Betsy Blair. En una era signada por el imperio del realismo y la celebración del hombre común, con el Willy Loman de Muerte de un viajante, de Arthur Miller, como estandarte, el Marty Pilletti de Ernest Borgnine se sumó al espíritu de la época con un costado tierno, impensable para ese actor que parecía más dotado para la violencia que para el amor.
A partir de entonces, Borgnine nunca más dejó los sets, al punto que la exhaustiva base de datos Imdb consigna 203 películas y series en su haber, incluido un film actualmente en fase de posproducción, The Man Who Shook the Hand of Vicente Fernandez (2012), del que sería protagonista absoluto. En esas seis décadas ininterrumpidas de trabajo intentó repetir el éxito de Marty, por ejemplo en El banquete de bodas (1956), también escrita por Chayevsky y con Bette Davis como coprotagonista, y en La trampa vacía (1959), de Philip Leacock. Pero se destaca particularmente la serie de películas que hizo para el gran Robert Aldrich, autor de films violentos y desaforados con los cuales Borgnine sintonizó muy bien: Vera Cruz (1954), El vuelo del Fénix (1965), la memorable Doce del patíbulo (1967), La leyenda de Lylah Clare (1968), El emperador del norte (1973), donde tiene con Lee Marvin la que quizá sea la pelea a trompadas más larga de la historia de Hollywood, y finalmente Hustle (1975). A su vez, bajo la dirección de Sam Peckinpah, otro cineasta hiperviolento, fue parte esencial de la legendaria Pandilla salvaje (1969) y de los camioneros de Convoy (1973).
Entre otros títulos muy populares, fue uno de los célebres pasajeros en problemas de La aventura del Poseidón (1972), mientras que terminó devorado por las ratas en el impresionante final de Escalofrío (1971), de Daniel Mann. Un director de culto, John Carpenter, lo convocó a su vez para una aparición especial en Fuga de Nueva York (1981), junto al protagonista Kurt Russell, mientras que en Red (2010) hizo un cameo junto a Bruce Willis, la última oportunidad en que se lo vio en las pantallas argentinas.
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