Viernes, 24 de agosto de 2012 | Hoy
CINE › SERGIO MERCURIO PRESENTA EL DOCUMENTAL EL GARRAFA, UNA PELíCULA DE FULBO
Lo estrenó en el estadio de Banfield ante 4200 hinchas, no sólo del Taladro, sino también de Laferrere y El Porvenir, donde el futbolista jugó. Pero el cineasta aclara que el film, más que abordar la trayectoria deportiva de Garrafa, indaga en sus cualidades humanas.
Por Oscar Ranzani
Cualquier futbolero memorioso recordará alguna de las famosas jugadas de José Luis Sánchez, futbolista más conocido como Garrafa, que murió en un accidente con su moto el 8 de enero de 2006 a los 31 años. El apodo le había quedado porque su padre se dedicaba a vender garrafas de gas para sostener a la familia. Garrafa había hecho las Inferiores en su amado Laferrere, club en el que también debutó en Primera. Luego fue transferido a El Porvenir, con el que logró el ascenso a la B Nacional. Pero tras un fugaz paso por el fútbol uruguayo, fue vendido a Banfield, donde deslumbró con sus gambetas, se convirtió en la figura del equipo y devolvió al cuadro a Primera División en 2001. Un tipo querido por todo el ambiente futbolístico con una vida dedicada a su pasión era un posible personaje para abordar cinematográficamente: lo concretó el cineasta Sergio Mercurio que realizó el documental El Garrafa, una película de fulbo, que se exhibirá hoy a las 15 en la sala 2 del Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551).
Mercurio, como es lógico, es hincha de Banfield. Un amigo siempre le decía que tenía que hacer una película sobre Garrafa. “Lidiar con el ambiente del fútbol debe ser muy jodido”, pensó. Pero haciendo analogía con el juego en cuestión, la idea “le quedó picando”. Cuando Banfield salió campeón de la B Nacional en 2001, el hermano de Mercurio organizó un asado con amigos para recibirlo, ya que el cineasta había estado de viaje por el exterior. “Mañana, después del asado, vamos a jugar al fútbol y lo traigo a Garrafa”, le dijo. Incrédulo de que un jugador que había alcanzado la gloria siete días antes pudiera llegar a compartir un asado con catorce desconocidos, Mercurio pensó que su hermano estaba teniendo ideas lunáticas. Pero era cierto. “Y ese domingo, Garrafa vino al asado con su familia”, comenta el director. “Ese fue el contacto que yo había hecho con él”, agrega. Y hace tres años comenzó a pensar en realizar un film y contactó a gente más allegada a Garrafa y se puso manos a la obra. El resultado es un documental que puede ser disfrutado tanto por quienes aman el fútbol como por quienes no conocen sus códigos, ya que, más que una biografía clásica, es un recorrido muy particular por la vida de Garrafa. Y es también un homenaje a una persona que brilló tanto dentro como fuera de la cancha.
–¿Qué significó el estreno en el estadio de Banfield ante 4200 personas?
–Fue algo increíble. Tengo la sensación de que la gente de cine de la Argentina no se dio cuenta de que eso pasó. A nivel mediático no le dieron bola a eso. Si bien fue Télam y registró, y están las fotos que corroboran que eso fue real. Incluso, llevamos un escribano para que verificara que eso no era un chamuyo. Ver 4200 personas sentadas en una cancha de fútbol ante un hecho cultural con camisetas de El Porvenir, Laferrere y Banfield, bajo de la lluvia, fue como lo máximo a nivel de un trabajo artístico.
–La película intenta mostrar no sólo sus dotes futbolísticas, sino también sus cualidades como persona.
–Claro. Quería escapar del comentario de mis amigos hinchas de Banfield para no obsesionarme con que era “la película del ídolo de Banfield”. Para eso tuve que salirme yo también de mi condición de hincha. Yo quería hacer una película que se viera, pero primero tenía que respetar qué era lo que el personaje realmente sentía. El siempre sintió que era de Laferrere y eso yo no lo podía negar, si no iba a mentir en la historia. Su amor fue siempre Laferrere y no dejó de serlo. ¿Quién es este tipo de futbolista que sale campeón del ascenso con su equipo, El Porvenir, y abajo tiene puesta la camiseta del club al que quiere: Laferrere? Este discurso que él tenía rompía con un montón de cosas que le hacen muy mal al fútbol. Y eso es lo que trato de contar en la película. Podés ser el futbolista que querés ser. O sea podés ser quien querés ser.
–Antes que un relato sobre su trayectoria futbolística, el documental intenta indagar en su vida...
–Sí. Y en la vida de muchas personas que quedan marcadas en la memoria colectiva que, a veces, no sabemos por qué. Es increíble que hayan ido hinchas de Quilmes, el club al que le arruinó la vida, a ver la película. Pero, ¿por qué la fueron a ver? Porque él representaba lo que a los argentinos nos gusta del fútbol. A todos los argentinos nos gusta ver ese tipo de jugador. Nos quejamos del fútbol de hoy en día porque faltan esos jugadores. Falta esa picardía, del tipo que te demuestre que se está divirtiendo y que, al mismo tiempo, te hace divertir. Hay muchas cosas que no pude poner en la película porque Garrafa no era mediático. Las vi en la cancha pero no fueron filmadas.
–¿Era lo que se dice “un alma de potrero”?
–Para mí, sí. Y cuando estuve pensando el tema, la primera palabra que me vino a la mente fue “potrero”. Pero me pareció que tenía que ir más allá, tratar de encontrar algo más general. Y por eso recordé la palabra barrial que se usa: “fulbo” en el título. Es algo muy fuerte y me pareció que estaba poco indagado hasta literariamente. Entonces, con esto que a los periodistas deportivos no les gusta nada, pensé: “Cuando la haga me van a matar por las apreciaciones que pongo”. Y entonces dije: “Voy a usar ‘fulbo’”.
–El que masificó ese término fue Clemente...
–Es verdad. Claro, Clemente hizo eso. Y tiene ese mismo registro. Creo que a Clemente le gustaría Garrafa.
–¿Para Garrafa el fútbol era sólo un juego?
–Supongo que no. Todo es más complejo para las personas. El fue claro en que ése también fue su trabajo. Incluso, esto tiene que ver con algo que hablé con Alejandro Dolina y que fue una de las premisas con las que elaboré el guión: saber si uno juega como vive o no. Yo primero pensé que sí y, a medida que fui conociendo la vida de Garrafa y metiéndome en la historia, me di cuenta de que no, que uno no juega como vive. Por lo tanto, la respuesta a su pregunta es no. Creo que no era un juego, pero sí era el lugar de su libertad. Era el lugar donde todo su ser interior se iluminaba. Después era un pibe retraído, familiar. Y si lo veías en la cancha era un tipo que se llevaba todo por delante. Pero un tipo que se lleva todo por delante no va a comer un asado con catorce desconocidos. No va a festejar con su tía cuando asciende a Primera. Realmente Garrafa era de esos queridos “perdedores” que tenemos los argentinos y que todos adoramos porque también, en algún punto, queremos ser como ellos. En algún punto, sospechamos que el éxito también es una trampa.
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