CINE › DANS LA MAISON, DE FRANÇOIS OZON, MEJOR PELICULA Y MEJOR GUION
El film del parisiense había sido unánimemente reconocido como el mejor de la Competencia Oficial. El último Elvis, de Armando Bo (nieto), se llevó el galardón de la sección Horizontes Latinos, segunda en importancia del festival donostiarra.
› Por Horacio Bernades
Desde San Sebastián
A diferencia de otras ocasiones, el jurado oficial de la 60ª edición del Festival de Cine de San Sebastián no eligió cualquier disparate, sino que se atuvo a la lógica. Presidido por la productora indie estadounidense Christine Vachon e integrado entre otros por Ricardo Darín, el jurado otorgó dos premios (mejor película y mejor guión) a Dans la maison, de François Ozon, unánimemente reconocida como la mejor de la Competencia Oficial, y otros dos a la española Blancanieves, que aunque a este cronista le pareció una mera fotocopia de El artista contaba también con un notorio reconocimiento de público y críticos. Ganador histórico en este festival (se llevó sendas Conchas por Historias mínimas y El camino de San Diego, en 2004 y 2006), esta vez Carlos Sorín, único representante argentino en Competencia Oficial, debió conformarse con un premio de un jurado paralelo, el de la asociación católica Signis, tal como anticipó Página/12 en la edición de ayer. La que sí ganó un premio importante fue El último Elvis, de Armando Bo (nieto), que –siguiendo los pasos de lo que sucedió el año pasado con Las acacias– se llevó el de la sección Horizontes Latinos, segunda en importancia del festival. El cine latinoamericano en su conjunto hizo un buen papel en el festival, teniendo en cuenta que además de los premios mencionados, la chilena Carne de perro se alzó con el de Nuevos Directores (tercera sección en importancia), así como la peruana El limpiador recibió una mención especial en ese mismo apartado.
Merece destacarse también la Concha de Plata al Mejor Actor, otorgada a José Sacristán, por su papel de asesino en retirada en la comedia de caminos El muerto y ser feliz. Coproducción que cuenta con una pata argentina, esa película dirigida por Javier Rebollo (el mismo de Lo que sé de Lola y La mujer sin piano) se filmó íntegramente en nuestro país, desde el centro porteño hasta el extremo norte de Salta. No va a ser necesario esperar demasiado tiempo para apreciar ese trabajo de Sacristán: El muerto y ser feliz tendrá a su cargo, en noviembre próximo, la inauguración oficial del Festival de Cine de Mar del Plata. Otro conocido de la Argentina que se retira con un importante premio de esta edición de San Sebastián es el resucitado Fernando Trueba, que se lleva nada menos que la Concha de Plata al Mejor Director, por El artista y la modelo. “Por un cine libre”, clamaron tanto Trueba como Rebollo al recibir sus premios durante la ceremonia de cierre, en alusión a los recortes de subsidios anunciados días pasados por el ministro de Cultura y Educación de España. En la misma ceremonia se le otorgó un premio Donostia a Dustin Hoffman, previa a la presentación de Quartet, su primera película como realizador, que tuvo a su cargo el cierre oficial del festival. Detalle de color: el legendario actor se emocionó tras recibir el premio de manos de Ricardo Darín, soltó unas lagrimitas, abandonó el escenario y enseguida volvió, ya que se había olvidado de presentar su propia película.
Más allá de la premiación, esta edición del Donostia Zinemaldia mostró una preocupante tendencia a rendirse ante Hollywood. Tanto en términos de “glamour & famosos” (Richard Gere, John Travolta, Ben Affleck & compañía) como de cine mainstream. Y no sólo mainstream hollywoodense. Si a las tres películas de ese origen se les suman el thriller sueco El hipnotista, “una de tsunamis” (The Impossible, filmada en inglés por el catalán Juan Antonio Bayona) y la conocida ¡Atraco!, se obtiene casi media sección oficial dominada por películas de esas que se estrenan todas las semanas. Si a ello se le agrega la tendencia al mamarrachismo o escaso interés de otras películas presentadas en la misma sección (la italiana Venuto al mondo, la última del iraní Bahman Ghobadi, El capital de Costa Gavras o la decepcionante nueva película de Laurent Cantet), se advertirá que el panorama no fue bueno por ese lado. Sí lo fue el aporte del cine latinoamericano, tanto en la sección Horizontes Latinos como fuera de ella, con buena cantidad de films meritorios, como las chilenas Carne de perro, NO y Joven & alocada (esta última ganó el premio Sebastiane, para películas que estimulan la diversidad sexual), las colombianas La sirga y La playa, la uruguaya La demora, la paraguaya 7 cajas, la mexicana Después de Lucía y la peruana El limpiador. La pregunta es hasta qué punto el propio festival hace lugar suficiente para que esas películas se visibilicen, con una programación tan cargada de estrellas y cine mainstream.
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