CINE › UNA NUEVA EDICIóN DEL THESSALONIKI INTERNATIONAL FILM FESTIVAL, EN UN DURO MOMENTO
Los preparativos para una huelga general y la desesperante situación económica y social de Grecia ponen un contexto oscuro a la 53ª edición de la muestra. A pesar de ello, y de un programa algo más reducido, podrán verse más de 150 películas.
› Por Luciano Monteagudo
Desde Tesalónica
No parece nada fácil llevar a cabo un festival de cine en Grecia en estos tiempos de crisis pero, después de 53 años de vida, el Thessaloniki International Film Festival no se va a rendir tan fácilmente. Ayer, una huelga de taxistas complicó la circulación en la ciudad y un paro de periodistas (el segundo en menos de una semana) obligó a reprogramar las conferencias de prensa. Pero eso no es nada en relación con lo que se viene: dos días de huelga general en todo el país a partir de hoy, en la que los trabajadores griegos se expresarán, una vez más, contra el ajuste y los recortes de salarios y jubilaciones, justo antes de que el Parlamento griego apruebe un nuevo paquete de medidas económicas propuesto por la coalición de gobierno y exigido por los acreedores internacionales. “En Atenas, la huelga se va a sentir mucho más que aquí”, se consuela Stella Stavrinodaki, responsable de la oficina de invitados del festival, que trabaja a toda máquina para resolver de la mejor manera posible la situación de aquellos que llegan o parten de Tesalónica en estos días de furia.
Porque para todo el equipo de Dimitri Eipíades, director del festival, llevar adelante la muestra, contra viento y marea, es la manera de mantenerlo vivo. Y lo hacen con una entrega y una energía admirables. “Es ahora cuando el festival es más necesario que nunca”, enfatiza Eipíades. “En circunstancias como ésta, de gran incertidumbre, el arte nos permite reflexionar sobre valores más duraderos que la mera coyuntura política.” El programa, es cierto, se ha reducido un poco, pero gracias a una ayuda económica de la Unión Europea el festival se mantiene operativo y sigue llenando sus salas, con un público mayoritariamente joven, universitario, que es el que históricamente le da su vitalidad al festival.
En la universidad, sin embargo, las cosas tampoco están bien. “Los empleados no docentes y el personal de maestranza están en huelga desde la semana pasada porque hace ya dos meses que no cobran sus salarios, y las aulas las limpian los propios alumnos”, explica una chica que en estos días consiguió trabajo part time en el festival. Lo que debe considerarse toda una proeza, ya que al día de hoy Grecia tiene el promedio más alto de desocupación juvenil en toda Europa: ronda el 50 por ciento, lo que significa que uno de cada dos jóvenes griegos no tiene trabajo, ni posibilidad de tenerlo en un futuro cercano.
Como escribió Petros Márkaris en su libro de ensayos La espada de Damocles (que acaba de ser publicado en la Argentina por Tusquets): “La mayoría de estos jóvenes poseen estudios, muchos han hecho masters y otros tienen doctorados. No son los jóvenes de mi generación ni de la generación de la Politécnica, en plena dictadura militar, que luchábamos por la libertad, la democracia y los derechos humanos”, explica el autor de las populares novelas policiales protagonizadas por el inefable comisario Kostas Jaritos. “Los jóvenes de hoy ya tienen todo esto. Lo único que no tienen es trabajo y perspectiva de futuro (...). Estos jóvenes crecieron y estudiaron en la era de una riqueza ficticia. Lo tenían todo y lo han perdido todo.”
No el festival, al menos. Con 150 largos de ficción (Tesalónica tiene, en marzo, otro festival, dedicado exclusivamente a los documentales), la oferta sigue siendo amplia y variada, con una competencia oficial dedicada exclusivamente a primeros y segundos films (como la del Bafici), y una cuidada selección de novedades de todo el mundo en la sección Open Horizons, donde se concentran los grandes nombres del cine contemporáneo, como el iraní Abbas Kiarostami, el canadiense Guy Maddin, el ruso Serguei Loznitsa y el portugués Joao Pedro Rodrigues, por citar apenas un puñado. Aquí también se ubican las tres participantes argentinas: Infancia clandestina, de Benjamín Avila; Villegas, opera prima de Gonzalo Tobal (quien debe llegar de la Viennale, donde también se exhibe su película, justo después de la huelga); y Violeta se fue a los cielos, la coproducción con Chile dirigida por Andrés Wood, sobre la figura de Violeta Parra.
Aún conmocionados por su trágica y temprana muerte, en enero pasado, a los 76 años, arrollado por una moto, los organizadores del festival han preparado una serie de homenajes al gran cineasta griego Theo Angelopoulos, que fue también presidente honorario de la muestra, pocos años atrás. El autor de La eternidad y un día es recordado en estos días con una retrospectiva completa (será la oportunidad de ver una de sus obras mayores, El viaje de los comediantes, nunca estrenada en la Argentina), acompañada por un grueso libro de ensayos bilingüe, una serie de debates y mesas redondas sobre su filmografía y un concierto sinfónico coral con obras pertenecientes a las bandas de sonido de sus películas, compuestas en su mayoría por Eleni Karandriou.
La de Angelopoulos no es, sin embargo, la única retrospectiva que presenta este año Thessaloniki. El festival tiene también dos invitados de lujo, que han llegado a estas costas del Egeo para presentar sendas muestras integrales dedicadas a sus obras: por un lado, el finlandés Aki Kaurismäki, que aprovechará para promocionar el lanzamiento local de su film más reciente, El puerto; y por otro el rumano Christian Mungiu, ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes por 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007), que también tiene un film flamante para mostrar, Detrás de las colinas, premiado en mayo pasado también en Cannes.
Una sección dedicada al cine más radical, denominada Night Views, otra consagrada al cine de los Balcanes (Tesalónica siempre se consideró una ciudad más balcánica que mediterránea) y una tercera destinada a la actualidad del cine griego (¡sí, existe todavía cine en Grecia!) demuestran que, ante la crisis, muchos salónicos, parafraseando a Charly García, se plantean un pregunta retórica: “¿Qué se puede hacer, salvo ver películas?”.
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