Vie 02.06.2006
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CINE › “CASI DOS HERMANOS”

Ese nudo gordiano que se llama Brasil

› Por Luciano Monteagudo

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CASI HERMANOS
(Quasi dois irmaos) Brasil, 2004.


Dirección y producción: Lucía Murat.

Guión: Lucía Murat y Paulo Lins.

Fotografía: Jacob Solitrenick.

Música: Nana Vasconcelos.

Intérpretes: Cacao
Ciocler, Flavio Bauraqui, Werner Schüneman, Antonio Pompeo, María Flor.

“Todos tenemos dos vidas, la que soñamos y la que nos toca vivir”, dice –parafraseando un poema de Fernando Pessoa– uno de los personajes de Casi hermanos. Esa contradicción entre utopía y realidad en el Brasil contemporáneo es la que aborda el film más reciente de Lucía Murat (Río de Janeiro, 1948), que fue presa política durante la dictadura militar brasileña, es militante de organizaciones de derechos humanos, periodista de opinión en algunos de los principales medios de su país y directora de tres largos y media docena de cortos que la han colocado en un lugar central en el cine carioca.

La apuesta de Murat es audaz, ambiciosa y no carece de riesgos, lo que no es poco decir en el contexto del cine brasileño, que suele estar dirigido a ganarse el favor indiscriminado del público, no siempre con los recursos más limpios, como fue el caso de Ciudad de Dios, por dar un ejemplo pertinente. Como en el film de Fernando Meirelles, basado en el libro testimonial de Paulo Lins, Murat también solicitó la colaboración de Lins, por su conocimiento de primera mano de la vida (y la muerte) en las favelas de Río. Pero a diferencia de Meirelles, el film de Murat es alérgico a los golpes de efecto, nunca explota su tema en forma sensacionalista y prefiere resignar el ritmo de videoclip para privilegiar, en cambio, la reflexión sobre la violencia estructural y las diferencias de clase que anidan en el corazón de ese nudo gordiano llamado Brasil.

El relato de Casi hermanos está estructurado en varios tiempos simultáneos, que se van entrecruzando hasta ir tejiendo un entramado común con una dirección de sentido. El centro del film se encuentra en los años ’70, cuando durante la dictadura militar los presos políticos y los presos comunes deben compartir el penal de Ihla Grande, al sur de Río de Janeiro. Los “subversivos”, como los llaman los guardiacárceles, son mayoría e imponen las reglas: en las celdas no hay líderes sino un “colectivo”; no corren las drogas, las violaciones ni los robos.

Pero esos conceptos pequeño-burgueses, de blancos intelectuales politizados, se van encontrando paulatinamente con la resistencia de los presos negros llegados de las favelas, lo que lleva al enfrentamiento de Miguel y Jorge, quasi dois irmaos, amigos de infancia gracias al samba, a pesar de sus diferencias de origen, de clase y de raza. Miguel y Jorge se volverán a encontrar en el 2004, cuando el primero –convertido en un diputado progre– visite en la cárcel a su viejo amigo, quien desde su celda, con un teléfono móvil, maneja el comando que domina el tráfico de drogas y armas en una favela de Río. “Los dos perdimos”, le dice Miguel. Y Jorge le contesta: “Sí, pero vos perdiste lindo: tenés casa, traje y auto con chofer”.

Con inteligencia y sin prejuicios, el film de Murat va confrontando esos dos mundos antitéticos, dos miradas que a pesar de estar diametralmente cruzadas conforman la realidad brasileña. La elección de la directora de evitar una narración cronológica para optar en cambio por una suerte de puzzle que va superponiendo constantemente los años ’50 con los ’70 y la actualidad es lo que le da al film su perspectiva en profundidad. Para Casi hermanos, Brasil es un enorme círculo vicioso, concéntrico, del cual esos dos personajes arquetípicos no hacen sino repetir una y otra vez los errores y las contradicciones que constituyen la identidad cultural del país.

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