CINE › CRITICOS Y DIRECTORES ELIGEN LAS DIEZ MEJORES ESCENAS TERRORIFICAS
A Hollywood no se le podía escapar: hoy, martes 6/6/6, es la fecha indicada para estrenar la remake de La profecía. Una buena excusa para que cinéfilos vinculados al gore y el cine de terror den cuenta de aquellos momentos en que sintieron, verdaderamente, el diablo en el cuerpo.
¿Cuál es el mejor diablo? Acaso la entrañable Carrie (1976, de Brian De Palma) revelándose mediante una posesión satánica a su condena de “niña freak”; o tal vez el bebé sin rostro al que Mia Farrow mece en entrega total a la Bestia, irracional, en esa gran fantasía paranoica llamada El bebé de Rosemary (1968), donde Roman Polanski imaginó un consorcio, un barrio, ¡una ciudad! al servicio del Mefisto; o quizás habite en una escena de El exorcista (de William Friedkin, 1973), justo en el minuto en que Linda Blair desciende las escaleras cual niña araña, en torsión imposible. Hoy martes, 6/6/6, día en que el eficaz aparato de marketing de los grandes estudios hollywoodenses decidió estrenar la remake de La profecía (ver aparte), hoy que regresa a la pantalla el famoso rostro de Damien (esta vez matizado por alusiones a la caída de las Torres Gemelas, el Tsunami, los huracanes de Centroamérica, como parte del mismo plan macabro), diez críticos y cineastas, en su mayoría vinculados con el terror y el gore criollo, eligen para Página/12 sus escenas diabólicas de colección.
No se encontrarán, en este listado, versiones menores de un Fausto para masas como El abogado del diablo (con Al Pacino y Keanu Reeves, 1997) ni se hablará de aquel traspié de Roman Polanski que ubicó a Johnny Depp como bibliófilo obsesionado con la pesquisa de textos satánicos, cual El Código Da Vinci pero al revés (en La novena puerta, 1999). Críticos y cineastas consultados prefieren la ambigüedad del tierno mofletudo que decapita (en el original de La profecía, de Richard Donner) o la irrealidad de una violación a cargo de árbol poseído en Diabólico, de Sam Raimi. Tal vez elijan el momento en que la medicina que escruta a la niña de Linda Blair, en El exorcista, se vuelve demasiado parecida a “tener el diablo en el cuerpo”. Todos ellos conforman parejas convincentes con célebres curas encarnados en Tommy Duggan o Max von Sydow, en esta extraña efemérides en que se celebra un cumpleaños sacrílego.
Por Diego Curubeto
(autor de Cine bizarro)
Elijo el final de La maldición del demonio, de Jacques Tourneur, cuando el personaje de Dana Andrews, doctor John Holden, dice: “A veces es mejor no saber”. Cuando uno se pone a pensar en cosas que no hay que mencionar surge el recuerdo de esa sentencia de Torneur. Este hombre es un gran desmitificador, que durante la película va teniendo experiencias en el borde de lo que podría ser sobrenatural y lo que no. Podrían, hasta allí, ser meros accidentes. El va descubriendo cosas horribles sin aceptarlas, pero llega un momento en que si no cree se muere. Es un clásico notorio.
Por Axel Kuschevatzky
(crítico)
La obra maestra del terror satánico es, sin duda, El exorcista. Es el momento en que se llega a la mitad del exorcismo y los curas salen de la habitación a descansar. Entonces el personaje de Max von Sydow se sienta en la escalera y dice algo muy fuerte: “¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas?”. Me parece que ahí aparece un horror profundamente filosófico. En una película a favor del dogma católico, de pronto un personaje central duda. Y su incertidumbre plantea muchos horrores, entre ellos que lo que creemos que es nuestra vida esté en realidad controlado desde afuera.
Por Uriel Barros
(director de Mondo Macabro)
De Diabólico, primera película de Sam Raimi, rescato la escena en que un árbol viola a su víctima en el bosque, corre tratando de escapar de un demonio maligno hasta que las ramas la sujetan... y es tarde. Stephen King lo definió como el film más feroz del género de terror. Tiene un cierto aire amateur, pero deja vislumbrar mucho talento; hay un director naciendo con muchas ideas visuales. No es la única que encarnó al diablo en un árbol: Angel de las sombras, de William Friedkin, también encarna espíritus malignos en árboles. El mérito es la imprevisibilidad; juegan con las sombras; trabajan con la similitud entre las formas de las siluetas, incluyendo un inquietante elemento fálico.
Por Mariano Cohn
(director de cine y TV)
La profecía del hombre polilla, de Mark Pellington, con Richard Gere. No se estrenó en cine, pero tiene una gran escena: un hombre acude a la llamada del teléfono de una habitación de hotel; se producen corrimientos de tiempo... Inconscientemente hace cosas sin saber por qué. Hasta que atiende y es el diablo, que sabe todo lo que le va a decir el mortal antes de que éste lo diga. En su momento me pareció novedosa: me interesa esa figura del diablo-psicópata, y produce una extraña sinergia con Richard Gere, que es de madera...
Por Diego Brodersen
(crítico)
Una de mis favoritas es la escena de El exorcista en la que Linda Blair acude con la madre al médico y comienzan a hacerle terribles análisis. Es una secuencia diabólica en doble sentido: por anticipación de la posesión que va a ocurrir y por la secuencia diabólica/médica: es el horror de la intervención quirúrgica en una de las grandes películas de terror de la historia del cine, no tanto por sus efectos de maquillaje o visuales; lo que realmente sigue funcionando es su carga de horror psicológico y de suspenso.
Por Diego Lerman
(cineasta)
Elijo una escena de El fuego camina conmigo, versión fílmica de Twin Peaks (de David Lynch). El padre de Laura Palmer tiene una relación de incesto con su hija y se le sobreimprime un rostro que remite a cierta entidad demoníaca. Ella no quiere abrir los ojos; goza con el hombre poseído sobre sí, en una escena entre bestial y erótica. Al pensar en lo diabólico se me ocurre esta criatura posesa y tremenda.
Por Alberto Laiseca
(escritor, conductor de TV)
Yo creo muchísimo en la existencia del demonio. Pero le tengo un poco de rechazo a la idea del demonio aplicada al arte. El demonio que suele aparecer me aburre. En cambio, me entusiasma mucho cuando lo satánico está encarnado en monstruos. Ahí está Drácula, por ejemplo, un tipo que tiene siglos y le chupa la sangre a la gente. Por eso mi escena preferida es una que pertenece al film Los ritos satánicos de Drácula, de Alan Gibson. Ahí aparece una mujer que acaba de ser convertida en vampiro. Encadenada. Se le abre la blusita y muestra sus dos tetas maravillosas. Y les juro –he pasado cuadro por cuadro el film para sacarme la duda– que la estaca se le clava en la teta. Hay algo muy erótico, satánico y morboso ahí.
Por Sergio Wolf
(crítico, documentalista)
Elijo el momento en que Carrie ejerce su gran venganza. Son escenas de terror puro y al mismo tiempo de cine puro. Es el instante en que lo abstracto logra concretarse en una expresión estética. El miedo, en todo caso, no tiene que ver ahí con los efectos especiales, sino con la dramaturgia. Hoy es muy difícil encontrar ese tipo de pasajes. Muchos personajes se han incorporado al mundo infantil y, además, los espectadores se han vuelto incrédulos. Muchas veces encuentro más terror en las películas de los hermanos Dardenne que en producciones fantásticas.
Por Gabriel Schipani
(Director del Festival Buenos Aires Rojo Sangre)
Me causa mucho miedo una escena de La profecía original. El niño está jugando en su triciclo mientras su madre limpia una lámpara subida a algún elemento. La mujer está al borde de una escalera y se ve al chico darle velocidad al triciclo en una actitud que no se sabe si es consciente o inconsciente. Finalmente, él la golpea y ella cae. Sin mostrar ningún elemento sobrenatural, se ha dado a entender que en ese niño puede haber algo maléfico. En la actualidad se usan miles de efectos especiales. Pero creo que no pueden competir con el pavor que causa la ambigüedad de ese chico. Es una situación cotidiana. Y es un nene que puede ser tu propio hijo.
Por Moira Soto
(periodista)
Está muy bien esto de reivindicar a las Diosas Madres y exigir que haya mujeres curas, obispas, papas, pero también va siendo hora de reivindicar a una Princesa de las Tinieblas, a una Primera Ministra de las Fuerzas del Mal, sobre todo considerando que la bíblica Eva fue La Gran Tentadora. Al menos en el cine, y luego de tanta endemoniada y exorcizada, de tanta embarazada por el Maligno, de tanta servidora del Gran Macho Cabrío. Y en el 2000 llegó ella, auspiciada por Harold Ramis, una Diabla bonita, sofisticada y mundana, con los rasgos de Elizabeth Hurley, desplegando estrategias mefistofélicas frente al atolondrado de Brandan Fraser que caía como un chorlito. Con resabios de femme fatale, sin duda, irónica y desenvuelta, con un pied-à-terre en una disco con obras del Bosco, vestida de lamé y lentejuelas con detalles de piel de víbora y tacos aguja en una comedia relativamente prestigiosa, levemente demoníaca que, pese a tener una chica en el rol de ángel caído, fue titulada localmente Al diablo con el Diablo.
Producción: Julián Gorodischer y Facundo García.
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