Miércoles, 6 de febrero de 2013 | Hoy
CINE › BENH ZEITLIN HABLA DE SU óPERA PRIMA LA NIñA DEL SUR SALVAJE
Filmada con bajo presupuesto, con mayoría de actores amateurs y consagrada en los festivales de Sundance y Cannes, el debut ultraindependiente del neoyorquino Zeitlin, filmado en el sur profundo de los Estados Unidos, puede ser la tapada del Oscar.
Por Stephanie Wright
Es común que en las entregas del Oscar aparezca, todos los años, lo que los sajones llaman the wild card, para los españoles la carta inesperada y para los porteños, la “tapada”. Le toca llenar ese casillero este año a Beasts of the Southern Wild, ópera prima ultraindependiente del realizador Benh Zeitlin, filmada con bajo presupuesto, con mayoría de actores amateurs y consagrada a comienzos del año pasado en el Festival de Sundance. Con esa tradicional plataforma de lanzamiento del cine indie estadounidense como rampa de despegue, Beasts of the Southern Wild se convirtió, a lo largo de 2012, en favorita de festivales de críticos de cine. Ganó nada menos que cuatro premios en Cannes –incluyendo la Cámara de Oro a la Mejor ópera prima– y apareciendo, a fines de año, en varias de las listas de las mejores de la temporada, a las que convocan asociaciones de críticos y medios especializados. Nominada a cuatro Oscar de los más importantes (Película, Dirección, Guión Adaptado y Actriz Protagónica), la ópera prima del neoyorquino Benh Zeitlin se estrena mañana en Argentina, con el título La niña del sur salvaje.
Filmada en un digital de baja definición, que le da un aspecto deliberadamente rústico, La niña del sur salvaje transcurre en un ambiente muy específico y poco visto en el cine estadounidense: el de una comunidad del delta de Louisiana, lo que se conoce como el Bayou. Se trata de una aldea paupérrima y casi enteramente aislada del resto del mundo, donde una niña de cinco años vive en estado semisalvaje, en compañía de un padre enfermo, mientras una tormenta devastadora se anuncia en el horizonte. En el papel protagónico, la película de Benh Zeitlin exhibe una de sus cartas de triunfo. Se trata de la pequeña Quvenzhané Wallis, que a los nueve años resulta la nominada más joven en la historia de la Academia. En la entrevista que sigue, Benh Zeitlin (Queens, 1982) habla sobre el proceso de preproducción y rodaje del film, que no se parecieron en nada a lo que podría llamarse la “normalidad hollywoodense”.
–La película se basa libremente en una obra de teatro, Juicy and Delicious. ¿Cómo llegó esa obra a sus manos y qué fue lo que lo llevó a adaptarla?
–La autora, Lucy Alibar, es amiga mía. Tuve ocasión de ver la obra, cuando estaba en etapa de desarrollo. Se trata de un drama en un acto, que en verdad es muy distinto de la película: transcurre en Georgia, el protagonista es un niño, no hay amenaza de tormenta en ella. Lo que hicimos fue basarnos tanto en la obra como en otros trabajos de ella, así como en algunas experiencias personales y en una historia en la que yo estaba trabajando. De todo eso salió la película.
–¿Qué lo llevó a ubicar la historia en un ambiente tan distante de su experiencia, siendo usted de Nueva York?
–Bueno, el tema es que yo nací en el barrio de Queens, pero mi familia es sobre todo de Carolina del Sur. Todos los años hacemos en la zona una reunión familiar “monstruo” (somos trescientos primos), donde nos dedicamos a atrapar gallinas y cazar chanchos. Lo cual no es muy distinto de las fiestas bastante salvajes que hacen los pobladores de La Bañadera, la comunidad de ficción de la película. Además yo nací en Queens, pero vivo en Nueva Orleáns.
–Los actores no parecen actores, sino gente de la zona.
–Es que buscábamos la mayor sensación de realidad posible, y para ello seleccioné, más que actores, gente que hubiera atravesado experiencias similares a las que muestra la película o que vinieran de entornos parecidos al de esa comunidad. Dwight Henry, el actor que hace del padre de la protagonista, trabaja como panadero. Quvenzhané va a una escuela primaria de la zona.
–¿Trabajó con ellos de alguna manera particular?
–Trabajamos de forma muy mancomunada, tanto con los actores como con el equipo técnico, teniendo en cuenta que de muchas cuestiones concretas ellos podían tener una experiencia más certera que la nuestra. De pronto yo sugería algo y alguno de los actores me daba su opinión sobre la escena, que podía diferir mucho de la mía. Yo lo repensaba, y si me parecía más correcta la opción del actor, la adoptaba.
–Teniendo en cuenta que la película hace más hincapié en los climas y situaciones que en la trama, debe haber sido una película difícil de “vender” a los productores, ¿no?
–Ya lo creo que sí. Me costó mucho transmitir a dónde apuntaba con la película. Tengo una ventaja: soy dueño de un bar en Nueva Orleáns. Entonces podía citar allí a los productores con mejor disposición y tomarme todo el tiempo del mundo para contarles qué quería hacer. La pregunta que más me costaba contestar era a qué clase de público estaba dirigida. Supongo que tenía que ver con que la película combina elementos realistas con otros imaginarios, surgidos de la imaginación de la niña, y entonces tal vez no les quedaba muy claro si era “para adultos” o “para niños”.
–¿Y usted qué piensa?
–Mmmhhh, otra vez la pregunta... (risas) Yo creo que es una película adulta, protagonizada por una niña. Tampoco es algo tan raro, la última de Wes Anderson (N. de la R.: Moonrise Kingdom, un reino bajo la luna) podría definirse de la misma manera. O tantas de François Truffaut...
–¿Cuál fue su planteo con respecto al look de la película?
–Traté de que fuera lo más documentalista posible. Quería que la película se pareciera al ambiente en que transcurre y a los personajes que retrata. Y los vecinos del lugar viven en una especie de caos, que tiene que ver también con su provisoriedad. Tenga en cuenta que se trata de una zona inundable. Así que la imagen tenía que ser un poco sucia, un poco desprolija, como de película casera, no muy cuidada.
–Al verla, salta a la vista la diferencia con el cine de Hollywood.
–¿Es que sabe qué pasa? Las películas de Hollywood expresan su propia cultura, su propia manera de ver las cosas. De ver las cosas, en sentido estricto. Quiero decir: por más que se filmen en el rincón más distante y salvaje del planeta o de Estados Unidos, todas las películas de Hollywood tienden a adoptar un aspecto visual impuesto por gente que vive allí o “piensa en Hollywood”. Teniendo en cuenta que a lo largo y a lo ancho de Estados Unidos existen las culturas más diversas, creo que sería muy enriquecedor acercarse a ellas, tratando de reflejar el espíritu que las alimenta. Eso es lo que intentamos hacer con La niña del sur salvaje, y a eso apunta Court 13, colectivo de trabajo que integro junto a otros colegas.
Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.
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